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Las malas juntas de la Democracia Cristiana

Las malas juntas de la Democracia Cristiana

viernes 14 de septiembre de 2007, 00:08h
Para el presidente de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), el mexicano Manuel Espino Barrientos, el gobierno chileno de la Concertación se corrió peligrosamente hacia la izquierda. Inquieto por la lectura de su personal brújula política, creyó conveniente advertir a su filial, la DC chilena, que debe “definir su futuro” en dicho conglomerado. A lo mejor, abandonarla.

A la vez, Espino estuvo enviando fraternales mensajes a los partidos que fueron sustento político de la dictadura de Pinochet: la UDI y RN, en su carácter de vicepresidente de la denominada Internacional Demócrata de Centro, que en la actualidad afilia a cien partidos de 83 países. Lo “de centro” es un simple decir de marketing para el consumo de incautos. El Partido Popular de Aznar, versión contemporánea de la Falange de Primo de Rivera y del nacionalismo fascistoide de Franco, es uno de sus miembros.

Soledad Alvear, junto a otros dirigentes de su colectividad, siguen reaccionando a punta de comunicados. Advierten que no permitirán la intromisión en asuntos internos y califican las declaraciones de Espino como “impertinentes y muy lamentables”. Poca importancia han dado los medios informativos aztecas a tales quejas, posiblemente por eso del viejo aforismo popular: el que se acuesta con un fanático debe calcular las consecuencias.

Lo lamentable de esta diatriba es que no se diga quién es realmente Manuel Espino. Él es más que presidente del comité ejecutivo del partido de gobierno, el Partido de Acción Nacional (PAN), que los politólogos mexicanos definen como una colectividad confesional de derecha. En esa calidad, Espino recibió en agosto último en Ciudad de México a Soledad Alvear y a una delegación de dirigentes de nuestra DC. Fue una intensa jornada de encuentros, banquetes y elogios mutuos. Al menos eso se informó para las relaciones públicas.

Hasta los aprendices, saben que en política existen dos ámbitos: el público y el confidencial. Esto también es válido para sus dirigentes. Y en México, por una enorme cantidad de estudios académicos, libros, folletos e incluso investigaciones realizadas por los servicios de inteligencia oficiales, se sabe que Manuel Espino es un “prominente operador” de la organización nacional “El Yunque”.

El periodista Álvaro Delgado editó en el 2003 su libro El Yunque: La ultraderecha en el poder. Sin adelantar ningún juicio de valor, su investigación sólo entrega hechos, datos, que también resumimos, sin comentarios. El Yunque es una organización absolutamente secreta y clandestina. Su objetivo ideológico es instaurar en México e Iberoamérica “la Ciudad de Dios” A nivel contingente, considera como necesarios todos los medios para luchar contra “la conspiración judeo-masónica-comunista”. En determinadas etapas incluso sus legionarios actúan como grupos de choque paramilitares. Recluta con prolijidad a sus acólitos, los que juran obediencia en ceremonias de estilo medioevales. Su método para ampliar influencias es la infiltración.

De esta acción no se han escapado el PAN, las organizaciones empresariales, las universidades y ni la mismísima Iglesia católica, “para evangelizar sus estructuras”. De acuerdo a su estrategia crea todo tipo de organizaciones sociales, que disuelve si sus dirigentes y fines son descubiertos. A nivel estudiantil los más tristemente conocidos fueron el grupo paramilitar Frente Universitario Anticomunista y MURO, Movimiento Universitario de Renovadora Orientación. Ambos actuaron en la misma línea represiva del gobierno que culminó en las masacres estudiantiles de 1968 y 1972.

Los únicos escuálidos actos para condenar a Allende –por su ascendencia judía- y celebrar el golpe militar de Pinochet, en 1973, fueron organizados en el estado de León y en otros lugares de México por miembros de El Yunque. Otra de sus constantes ha sido la de impedir que prospere en el interior del PAN la tendencia de un sector de militantes que aspiran a que esa colectividad de gobierno acoja la doctrina social de la iglesia o aquella que denuncian como similar a otros partidos demócrata cristianos. Para los ultras e integristas del Yunque ambas son condenables. Apoyada en los efluvios de la guerra fría, combatió y combate a la teología de la liberación, que califica de “demoníaca”. En la misma tesitura, dirigentes de algunas de sus organizaciones han participado en los congresos del Movimiento Anticomunista Mundial.

Para el analista Carlos Fazio, quien lleva años investigando a esta organización secreta, refiriéndose a Manuel Espino y sin darle categoría de ideólogo, escribe que “sí sabe para quién trabaja”. Ha establecido con fechas sus operativos destinados a llegar a la presidencia de ODCA. Parte de ellos fueron sus encuentros en Miami con cuatro organizaciones anticastristas. Logró apoyos y compromisos para bregar, conjuntamente, por la desestabilización de Cuba y la de otros países con gobiernos progresistas, como el de Venezuela. Estas organizaciones cubano-usamericanas son el Movimiento Cristiano de Liberación, el Proyecto Demócrata Cubano, el PDC de Cuba (en el exilio) y el Directorio Democrático Cubano, DDC. Éste último, por sus acciones, “es reconocidamente un engendro de la CIA”.

Recuerda Fazio que “la DDC adquirió su membresía plena en la ODCA en la misma reunión celebrada en Santiago de Chile el 12 de noviembre de 2006, en la que Manuel Espino fue electo presidente”. Señala también que esas organizaciones asentadas en Miami reciben generosos aportes financieros de parte de la Nacional Endowment for Democracy (NED), el Instituto Republicano Internacional (IRI) y organismos de fachada de la CIA como la Pan American Development Foundation. Añade Fazio que sólo entre 1997-2000, el DDC recibió un millón 184 mil 957 dólares de parte de la Agencia Informativa del Departamento de Estado (USAID) y la NED. Una de las emisoras que emiten propaganda desestabilizadora y desinformativa contra Cuba, es promocionada por la CIA como “la voz de la DDC”.

Estas relaciones de Espino con los contrarrevolucionarios cubanos de Miami, a juicio de Fazio y otros analistas, explican en parte por qué bajo el reciente gobierno panista de Vicente Fox prácticamente se llegó a la ruptura y congelamiento de las relaciones de México con Cuba y Venezuela. Bajo Fox y su esposa, Marta Sahagún, el Yunque conoció el clímax de su poder.

Como corolario convendría añadir: más que quejas, es bueno para la salud ideológica de cualquier partido saber decidir con quién se pactan alianzas o connivencias.

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Guillermo Ravest (desde México)
Periodista
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