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Pero sin dramatizar

viernes 05 de octubre de 2007, 09:20h
Aprecio notables giros en el Gobierno de Zapatero. Y en el proceder del juez Baltasar Garzón. Antes, que Batasuna se reuniese no parecía punible, y menos objeto de una espectacular acción policial como la que en las últimas horas hemos visto en las televisiones. Detenciones en directo, para que quien tenga que aprender, aprenda. O sea, que antes la coyuntura aconsejaba actuar de una manera, y ahora de otra. Si no hay proceso hay cárcel, y viceversa.

Apoyé la negociación con ETA y sigo pensando que, en algún momento, cuando la banda salga de la locura -si capaz fuere-, habrá que volver a hablar con ellos, con los que queden libres, del establecimiento de una vez y para siempre de la paz. Pero ahora no se presenta el horizonte del todo rosado: a saber cuál de las dos estrategias habrá dado mejor resultado. La negociación llegó a un callejón sin salida, sin que el fracaso tenga otro culpable que la banda del horror. La vía exclusivamente policial tampoco nos ha sacado de la pesadilla que nos aflige desde hace cuatro décadas.

Nunca entenderé por qué no pueden combinarse ambas cosas. Que pague con la cárcel quien deba pagar. Y, si llega la hora de negociar, se negocia. Pero no hay que evitar los encarcelamientos merecidos cuando se está ‘en el proceso’ ni llevar a prisión en condiciones dudosas a algunos cuando la negociación se rompe. La ley es la ley, independientemente de las circunstancias, y si Batasuna no puede reunirse hoy porque está ilegalizada, tampoco podía hacerlo hace un año, o dos, cuando celebraba congresos y manifestaciones con bastante impunidad.

La sociedad española tiene que convencerse de que una inalterable seguridad jurídica, en todos los órdenes, rige nuestras vidas. No puede perseguirse judicialmente un día a Otegi por injurias al Rey y hacer la vista gorda cuando unos energúmenos ‘ahorcan’ la efigie del Monarca en plena Universidad de Barcelona.

Claro que esta actuación tan ‘coyuntural’ no da para dramatizar, como hizo Aznar recientemente. Que unos exaltados se manifiesten contra el Rey, provocando la repulsa mayoritaria de los ciudadanos, no me parece por ahora demasiado preocupante, ni siquiera cuando, para contrarrestarlos, vuelven a salir a la calle banderas inconstitucionales, que tampoco son, por cierto, las del Estado monárquico que nos dimos hace treinta y dos años.

Más preocupante me parece que el presidente del Gobierno minimice excesivamente estos hechos que están en las portadas de los periódicos desde hace una semana y los despache hablando de “grupúsculos”, olvidando que algunos de estos forman parte de las juventudes de un partido aliado con el Govern catalán, presidido por un socialista.  Zapatero tiene que afrontar ese hecho y mantener a los ciudadanos seguros de que la línea ahora emprendida con respecto al entorno de ETA va a mantenerse y no va a ser objeto de zigzags continuos, como ha venido ocurriendo en esta Legislatura.

Y, claro, más preocupante aún es, en mi opinión, el catastrofismo absoluto que el antecesor de Zapatero, José María Aznar, va expandiendo por el mundo.

Ya digo: pienso que no hay que dramatizar. Ni a la hora de exagerar la levedad de los hechos, ni en lo otro. Lástima que la moderación parezca haberse ausentado de nuestras playas. ¿Volverá?
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