El cocodrilo

   Nos enteramos de que la casa 'Lacoste' se siente ofendida por la utilización que de su imagen de marca, el cocodrilo, se hace en el vídeo pro-Educación para la Ciudadanía de las Juventudes Socialistas. Sin embargo, eso es imposible: las personas pueden sentirse ofendidas, las empresas, no. Una empresa no puede sentir nada, ni emociones, ni afectos, ni turbación, ni miedo, ni alegría, ni frío, ni calor.

   Una empresa es una empresa, por muy caros y prestigiosos que sean sus servicios o productos, y lo único que puede es verse afectada, y eso sólo a través de los ojos de los miembros de su consejo de administración, de modo que en el vídeo que parodia la oposición carcunda a la nueva asignatura no puede ofenderse a 'Lacoste', sino, como mucho, molestar a sus propietarios o gerentes por la utilización simbólica del cocodrilo, animal cuya imagen, por cierto, no les pertenece.

   Pero es que, además, ¿quién les dice a los señores de 'Lacoste' que el cocodrilo que sale estampado en el polo del pijo remite a su marca, y no a cualquiera de las innumerables copias y falsificaciones que lo utilizan con el propósito no tanto de dar pego al comprador, como de proporcionar al de bajo poder adquisitivo la ilusión de llevar una prenda tan cara? Tendría que demostrar la dirección de Lacoste que el cocodrilo de la J.S. es el suyo, el suyo relativamente como hemos dicho, pero incluso si pudiera hacerlo, no podría, por pura imposibilidad metafísica, argüir que su utilización le ha ofendido. Por lo demás, ¿se atrevería 'Lacoste' a afirmar que sus prendas genuínas no se venden mayoritariamente entre los sectores que se oponen a la Educación por la Ciudadanía? Pues eso.