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Entrevista con Tawfik Al-Shohiby, líder de la revolución en Tobr

'Nunca me arrodillaré ante Gadafi para pedirle que no me mate, antes le pediré que acabe conmigo'

"Nunca me arrodillaré ante Gadafi para pedirle que no me mate, antes le pediré que acabe conmigo"

jueves 20 de octubre de 2011, 15:04h
Tawfik Al-Shohiby tiene 25 años y es ingeniero químico. Su vida dio un giro inesperado el pasado 17 de febrero cuando se convirtió en líder de la revolución en Tobruk, la ciudad más importante al este del país antes de llegar a la frontera con Egipto. Nos cuenta que cuando el futuro de un joven, culto y preocupado por su país cambia inesperadamente, una fuerte convicción crece en sus entrañas. Esta ofensiva de Gadafi ha sido la gota que colma su vaso y que pone fin a años de silencio; es la hora de levantarse y hacer algo. Por bandera, el dicho 'prefiero morir de pie, que vivir de rodillas'. Así, sin más, está convencido de que el futuro de las generaciones de su país está en manos de los luchadores que no temen nada.
Este joven es el artífice del estallido de la revolución en Tobruk. El 17 de febrero es un día clave para los libios, es el día de la revolución, y no había un mejor momento para plantarle cara a Gadafi. "Aquel día, Tobruk se convirtió en una batalla de fuego contra las fuerzas del dictador". "No lo dudé ni un momento, tras años de corrupción y asesinatos por parte del gobierno, me subí a la azotea de un edificio para que todos vieran cómo quemaba el libro verde. Rápidamente, Internet volvió a hacerse eco de lo que sucedía en esta parte del cercano oriente y, en menos de 2 horas, Gadafi cortó la conexión en Tobruk". Quiero aclarar que Libia carece de Constitución y este libro -redactado por Gadafi- es las manos y los pies de la política del país. No le tiembla el pulso al afirmar que apoya la violencia como única manera de solucionar el gran problema de su pueblo. Él ha decidido cambiar su apetitoso futuro por las primeras filas del frente rebelde. Lo tiene claro, "hay que derramar sangre para acabar con el dictador, libertad o muerte".

A pesar del apresurado avance de las tropas del régimen y de que Gadafi está dispuesto a llegar hasta el final incluso con la intervención internacional, Tawfik está convencido de que triunfara la revolución. "Tobruk huele a libertad desde el 17 de febrero, desde que la plaza principal descansa bajo la sombra de su bandera tricolor. Estoy seguro de que ganaremos, Inshallah, seguro de que triunfara la democracia." Le preguntamos que tiene en común esta revuelta con las de sus vecinos de Egipto y Túnez. Resopla y contesta: "La prensa internacional está muy confundida al meter en el mismo saco las revueltas árabes.

Ellos no han sido sometidos por una fuerza similar.  Sus levantamientos poco tienen que ver con las batallas a las que nos enfrentamos día y noche desde hace semanas. La diferencia es que sus líderes poco tenían que ver con Gadafi. Él no es un presidente, no es humano... - se queda pensativo unos segundo mientras mira al cielo-. Está matando a su propio pueblo, está derramando la misma sangre que le corre por sus venas, aunque crea que somos ratas, le guste o no, somos de su misma calaña". Sus ojos muestran el odio que le llena de fuerza para no mirar atrás.

Le duele ver como poco a poco Tobruk se va quedando vacío. Ver como sus habitantes huyen hacia Egipto y escuchar en los medios que las tropas de Gadafi ya han invadido Bengasi y la carretera interior que conecta Ajdabiya con Tobruk. A pesar de todo, asegura que no tiene miedo, "aquí los estoy esperando". "Nunca me arrodillaré ante Gadafi para pedirle que no me mate, antes le pediré que acabe conmigo".  

Tawfik viaja a menudo a Bengasi para reunirse con los cabecillas de la revolución en la zona e ir marcando las líneas de actuación. Líneas convexas que no llegan a ningún sitio porque la ofensiva de Gadafi es cada vez mayor y los rebeldes se quedan sin recursos. Es imposible saber cuándo -aunque sabemos que pronto- y de qué manera actuará el coronel. Esta guerra ha radicalizado, rápidamente, a una población sumisa durante años. No es valentía, es odio lo que se respira en Libia. Es ansia de libertad, de cambio. Tengo la sensación de que el sentimiento no es el encarcelamiento de Gadafi y el fin de su reinado, si no la muerte del dictador. Ellos no apoyan un juicio justo por delitos de lesa humanidad, que es lo que pasará si occidente 'caza' al dictador, ellos reclaman su muerte que, según nos cuenta, no es suficiente para contrarrestar el daño que ha hecho a su pueblo, la opresión.


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