Socialdemocracia o socialismo viejo

Desalojado del Gobierno, el socialismo español tendrá que afrontar su problema de supervivencia política. De momento, en vez de gobernar, contragobernar. Un trance transversal entre poder y alternativa conveniente, con visión de Estado, para la marcha equilibrada del devenir nacional. Los deberes del PP son urgentes, maniobrar para salir de la crisis de la mejor manera y lo más rápido posible. Pero el PSOE también es pieza del conjunto y, también, tiene su tarea difícil. En un par de meses tendría que liberarse de la herencia ideológica de Zapatero y sus cómplices que lo han situado fuera de juego. Es absurdo que Zapatero pretenda seguir siendo el mentor ideológico del socialismo futuro.

El socialismo no puede seguir en el pozo en que ha caído pensando que es solo consecuencia de una crisis internacional. Los siete años de zapaterato han sido un desastre por la mentalidad anacrónica de un líder incapaz de comprender la Historia de España. No entendió nunca el consenso básico de la transición: la concordia entre los españoles. No asumió el tono de la socialdemocracia de su tiempo  sino los prejuicios del montaraz socialismo republicano que intentó reventar la II República con su revolución de Asturias y que unificó sus juventudes con las del comunismo estalinista. Su obsesión guerracivilista le llevó a perder el tiempo en las batallitas del abuelo y el esperpento de una memoria histórica falseada hasta los últimos días de gobierno y con su última batalla necrológica también perdida.

No fue capaz de asumir la refundación de Felipe González, con su renuncia al marxismo y su homologación con la socialdemocracia de sus días, que  fue la clave del éxito inicial de aquel PSOE. No comprendió nunca que la II República se autodestruyó y destruyó la estructura funcional del Estado con la colaboración del anarquismo y el comunismo como parásitos de la apariencia socialista. No sintió el esfuerzo del pueblo español para reconstruirse como pudo y con lo que tuvo a mano mientras ardía Europa. No entendió que los nuevos españoles no querían, en ningún caso, volver a plantear pleitos pasados sino continuar hacia delante con reformas constructivas. Nunca supo que las guerras perdidas se pierden para siempre y que un futuro democrático solo puede ser sobre la base de una concordia general, sin pactos con el terrorismo ni vacilaciones sobre la unidad  nacional y la estabilidad  constitucional. El futuro democrático no estaba en los cementerios de "la motorizada" ni en le recuerdo de Largo Caballero sino en las avenidas de la paz recobrada.

El reto que tendrán que afrontar las nuevas generaciones socialistas será romper tentaciones de continuidad con el zapaterismo derrotado que ha sido una pesadilla de inoperancia económica y muertos vivientes. Recuperar el tono socialdemócrata, del que quedan rescoldos respetables en sus filas. Situarse en la dialéctica de la refundación de Europa. Competir en el debate por un futuro justo y estable. No desenterrar viejos fantasmas ni tremendismos revolucionarios sino resucitar templados socialdemócratas actuales o resignarse a un ostracismo indefinido.