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Mariano 'manostijeras' mete miedo

jueves 09 de febrero de 2012, 18:58h
El Apocalipsis es solo un libro. Lo dice mi amigo, el periodista David Corral. Pero recurrir al miedo es un sistema antiguo. El Medioevo fue la exaltación del miedo para el triunfo de la religión. El pánico al infierno paralizó la ciencia y la fe fue el sustituto de cualquier avance del conocimiento.

   Mariano Rajoy ha descubierto el poder hipnótico del miedo. Contra esa formulación hay una vieja receta. La del parroquiano ofendido por las amenazas del averno desde el púlpito que le gritó ofendido al predicador: "Si hay que ir al infierno se va, pero ya no nos meta más miedo".

   El equilibro de Rajoy es un malabarismo en el trapecio que tiene dos puntos de apoyo. Las exigencias inmediatas de la señora Merkel de una reforma laboral y las elecciones del 25 de marzo en Andalucía y también en Asturias.

   Por eso el miedo expandido ayer desde la tribuna del Congreso es la preparación para el mazado de la reforma laboral que se hará publica hoy, 10 de febrero de 2012. No hay consenso, habrá imposición. Y casi todos, con las amenazas del infierno que escenificó Rajoy, tenderemos a cavilar en la tentación de que no hay otro remedio.

   Esta es la purga de Benito en dosis que parecerán que son  tolerables; pero la suma de ellas es letal para el enfermo. Primero, la subida de impuestos. Después, la reforma laboral y cuando haya presidente en Asturias y en Andalucía, los presupuestos de las tijeras.

   No lo está haciendo mal, Rajoy. Me refiero a la puesta en escena de los mayores recortes de la historia de la democracia. El adobo es el miedo. Y una sociedad aterrorizada se paraliza.

   El presidente ha aprendido que el optimismo no conduce más que al descontento cuando no se sustenta en hechos positivos y no los hay. Hemos pasado del optimismo patológico de ZP al catastrofismo recortador de Rajoy.

   El Apocalipsis tranquiliza mucho cuando se comprueba que es un libro. Pero lo que va a suceder es sencillamente el retroceso en los derechos y libertades que están a punto de convertir nuestra condición de ciudadanos en súbditos de los mercados y de quienes los manejan. Cuando la indignación sea más poderosa que el miedo, explorarán las válvulas de contención de la protesta de una sociedad que ahora está paralizada, precisamente, por el miedo.
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