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¡Menudo legislativo, ejecutivo, judicial... tenemos!

¡Menudo legislativo, ejecutivo, judicial... tenemos!

lunes 15 de octubre de 2007, 20:20h
Si usted ha seguido alguno de mis artículos, se habrá dado cuenta de que no soy precisamente un entusiasta del presente estado de cosas político, aunque, habiendo vivido los tiempos de la oprobiosa, tampoco quiero caer en la tentación del ‘cualquier tiempo pasado fue mejor’. Pero temo que esto va decayendo, y que los poderes clásicos de Montesquieu van necesitando, aquí y ahora, una mano de pintura. Mire usted, si no, cómo anda el Ejecutivo, tan pródigo en ofertas estos días cercanos a las elecciones; y conste que no me encuentro entre los críticos de estas ofertas, sino que solamente digo que quien tiene en sus manos el ‘Boletín Oficial del Estado’ y la gestión de los Presupuestos tiene obvia ventaja, si sabe manejar las cosas bien, ante unas elecciones. Temo que la oposición tendrá que extremar su imaginación a la hora de hacer propuestas, y no hacer solamente críticas, para anular esta ventaja de partida que los hados y el BOE conceden a los socialistas.

El Legislativo lleva tiempo preocupándome, no porque los diputados se suban el sueldo y los privilegios vitalicios, que seguramente no sean, ni uno ni otros, excesivos; lo que me preocupa del Parlamento es precisamente su funcionamiento, que siento calificar de sesteante, vacacional, lento y mal reglamentado. La próxima legislatura deberá ‘poner las pilas’ a las Cámaras –lo de la Alta, con ausencias casi dolosas de Sus Señorías, es algo que va clamando al cielo—y modificar reglamentos: pienso que la reforma constitucional del Senado se va haciendo  por completo inaplazable.

Y llegamos al Judicial. Que aún no se haya renovado el Consejo del Poder Judicial y solamente ayer, cuando el mandato del alto órgano lleva ya diez meses vencido, los dos principales partidos nacionales hayan comenzado a pensar en quién sabe si poder llegar tal vez a un preacuerdo para empezar a trabajar en la renovación de este Consejo (uuuff…), es algo que en una democracia resulta intolerable. La apertura del año judicial, con todas las tensiones que rodearon a este solemne acto presidido por el Rey, resultó ya bastante sintomática de cómo anda el mundo de nuestros togados. No era necesario en todo caso: cualquier usuario de nuestra justicia sabe cuál es la calidad y rapidez de la misma. Así que mejor lo dejamos.

 Acaso lo peor de todo es que nada de esto parece importar demasiado a una ciudadanía que todo lo basa exclusivamente en la mejora del estado de bienestar, sin darse cuenta de que la profundización en de la calidad de la democracia es el pórtico de un verdadero estado de bienestar. Pero, claro, que el Ejecutivo actúe a su libre albedrío --¿cómo van a contar con los ciudadanos si ni siquiera se cuenta, a la hora de tomar medidas, al propio ministro de Economía?--, que la oposición duerma una larga siesta, que el Parlamento trabaje más bien poco, que los jueces ofrezcan el espectáculo de una jaula de grillos y hasta que los medios (cuarto poder) se hayan instalado, tantas veces, en la crispación, no parece importar demasiado. Habiendo pan y futbol… 
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