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Reformar la Constitución: si...o no. O tal vez

Reformar la Constitución: si...o no. O tal vez

jueves 06 de diciembre de 2012, 18:21h
Jamás, en los más de treinta años que llevo asistiendo a los distintos actos conmemorativos de la Constitución, había asistido a una celebración tan confusa. No, desde luego, porque tuviese lugar en el Senado, en vez de en el Congreso de los Diputados, aparentemente sometido a reformas en la techumbre;  es que, se lo puedo asegurar, querido lector, la distancia entre los que dicen que hay que reformar la Carta Magna en píublico -que son muy pocos-y los que reconocen en privado que hay que hacerlo a fondo -que son casi todos--, es tan, tan grande que hay que sentenciar que algo muy grave está pasando: ya no es que los representantes estén en un lado y los representados en otros, no. Lo que sucede es que los propios representantes están en proceso de transformación, de modo que cuando tienen unos micrófonos o un grupo de periodistas delante dicen una cosa y cuando se pronuncian en ambientes más íntimos, otra. Jekyll y Hyde, ayer, en los pasillos del Senado, era(n) casi una constante: todos creen que hay que modificar sustancialmente la Constitución de 1978, para que siga perviviendo, y casi ninguno, sin embargo, lo dice en público.  ¿Se puede, así, seguir una línea de coherencia política en una nación?

Uno, que es optimista por naturaleza, ha aprendido, sin embargo, a ser cauto, tras un contacto ya de mucho tiempo con la dura realidad política. Con la que está cayendo en el país, con la que nos está cayendo a casi todos, uno, ya digo, más bien tendente a la euforia, hubiese creído que los mensajes oficiales iban a caminar en el sentido de que es preciso que se produzcan importantes transformaciones políticas en España para que el 'statu quo' básico, es decir, el Sistema, se mantenga. Nada de eso: los discursos oficiales, de los presidentes del Congreso y del Senado, fueron más bien -déjenme decirlo así-prudentes. Las declaraciones, ante los corrillos de informadores, de trámite; los compromisos de actuación, nulos.

Para mí, esa fue la tónica sustancial. Y mira que hablé con gentes de todos los partidos (de todos los que asistieron, claro), de todas las sensibilidades políticas en presencia: hablando en la intimidad, como decía el ausente Aznar (ningún otro ex presidente estuvo presente, por lo demás, para su vergüenza), fueron muchos los diputados y hasta los ministros que me dijeron que la Constitución ha de ser sustancialmente renovada, desde el Título VIII hasta artículos concretos (aún piensa nuestra ley fundamental que el servicio militar es obligatorio, pongámoslo como ejemplo); pero todos coincidían en que es precisamente porque esa renovación ha de ser sustancial es más difícil el acuerdo.  Y así andamos: parcheando, cuando la ciudadanía empieza, al fin, a reclamar acuerdos importantes para reformas importantes.

Creo que el de ayer, con tanto uniforme, sotana, traje de gala, tanto terno azul y tantos collares, fue otro día perdido, un día significativo más, para iniciar el Gran Cambio que nuestro país precisa: que lo que nuestros representantes reconocen en privado ,o asuman y lo pongan en práctica en público. Porque ellos saben perfectamente qué es lo que hay que modificar ya y lo que no aguanta ni un fasto conmemorativo más antes de saltar en pedazos. ¿Será que estamos todos miopes?

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