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Austeridad mal entendida

Austeridad mal entendida

domingo 24 de febrero de 2013, 11:13h
La crisis económica y financiera aconsejó a los Estados europeos y a la Unión Europea a plantearse una reforma del gasto público. Es evidente que los gobiernos acometieron una espiral de gasto que ha colocado a muchos países en una situación de dependencia exterior como consecuencia de su deuda soberana, déficit excesivo y elevada deuda púbica. En todo caso la crisis exigía un nuevo planteamiento de política económica.

Los países europeos asumieron desde 2010 que ante todo había que recortar el gasto público. Alemania recortó las ayudas a las familias, eliminó subvenciones a los parados, aprobó una reforma de las fuerzas armadas que perderían cerca del 20% de sus soldados, suprimió más de 15.000 empleos en la administración; Francia congeló el gasto público, retiró estímulos fiscales, reformó el sistema de pensiones; Reino Unido recortó el gasto anunciando la supresión de 500.000 funcionarios y 50.000 empleos en el ejército, recortó las cartillas de ahorro con dinero público para los recién nacidos, Italia congeló los salarios y rebajó los sueldos de funcionarios, recortó la subvención a los partidos; Grecia redujo los salarios públicos y las pensiones elevando la edad de jubilación; Portugal recortó los salarios de funcionarios y redujo obras públicas; España recortó el salario de funcionarios, amplió la jornada laboral, flexibilizó el despido, suprimió el cheque bebe y redujo la ayuda a familias con escasos recursos, rebajó la prestación por desempleo, suprimió las bonificaciones a la contratación, subió el tipo general del IVA, recortó la asistencia a la dependencia, recortó los presupuestos de educación, redujo la inversión de infraestructuras, redujo enormemente la ayuda al desarrollo.

Pronto, esta cuestión se convirtió en el gran debate de la política económica de nuestros días, si la política de austeridad que imponía la Unión Europea era acertada o si por el contrario la política de austeridad iba a suponer un aumento de la recesión y por tanto perjudicar aún más la actividad económica. Conviene tener en cuenta que los países más afectados por la política de austeridad habían de ser los países que más estaban sufriendo la crisis, es decir, los países del sur de Europa y concretamente los menos competitivos.

Los economistas más liberales, en el sentido americano, a los que se les suele situar en el nuevo keynesianismo como Krugman, Delong, Thoma o Wren-Lewis entienden que la austeridad es potencialmente autodestructiva ya que provoca la autodestrucción de la economía y que puede empeorar la situación presupuestaria con una bajada de los ingresos fiscales y hacer muy dudosa la solvencia de los gobiernos, justamente lo contrario de los objetivos que se pretendían conseguir.

Según estos autores los programas de austeridad hunden la economía más profundamente en la recesión. El Premio Nobel de Economía Joseph Stilglitz advertía que la austeridad es una receta para el suicidio y que bajar los salarios empeora la demanda y la recesión, manifestando que es inaceptable que las decisiones las tome un grupo de especuladores con intereses especulativos. El Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, ha manifestado que las medidas de austeridad no tienen sentido, que la austeridad aumentará el desempleo y no arreglará ni el problema fiscal, ni la falta de competitividad.

Estas mismas voces también se levantan en Europa. La Secretaria General de la Confederación Europea de Sindicatos, Bernadette Ségole, ha manifestado en España el 21 de febrero de 2013 que las políticas de austeridad ni funcionan ni son justas, atacan a los más débiles y son especialmente duras en el sur de Europa y aún más, manifiesta, que si la Unión Europea no tiene dimensión social perderá todo apoyo popular.

Lo cierto es que las voces se alzan tanto contra Alemania cuya Canciller aparece como la verdadera impulsora de la política de austeridad, cuanto contra las propias instituciones europeas y singularmente contra la Comisión y el Comisario de Economía Olli Rehn, a quién encuentran culpable de imponer recetas de austeridad y provocar un sufrimiento innecesario a los ciudadanos europeos.

Los expertos manifiestan, que el Comisario Europeo de Economía se está engañando así mismo con la ilusión de que su política puede impulsar la economía, cuando en realidad está se ve agravada por las medidas de austeridad que ha forzado y opinan que Europa necesita urgentemente lo contrario, una estrategia de crecimiento para reactivar la demanda. La Comisión Europea, o lo que es lo mismo el Gobierno Europeo, debe ejercer un liderazgo ajeno a los especuladores y a los intereses a corto plazo de las instituciones financieras y debe afrontar la recesión con políticas de crecimiento.

Los propios líderes europeos entienden ya que hay que mezclar los estímulos económicos con la austeridad y en algunos países como Francia y España han defendido que la Unión Europea compense con estímulos y fondos europeos las exigencias de austeridad que han asumido. Lo que parece claro es que la austeridad crea recesión y no reconocer esto por parte de los dirigentes europeos dificulta acabar con la crisis y con la depresión que sufre la economía europea.

La crisis económica en España se centra fundamentalmente en dos cuestiones; el desempleo y el déficit público.

Bruselas acaba de anunciar que prevé una aceleración de la destrucción de empleo en España con una escalada de la tasa de desempleo que alcanzará a final de 2013 un 26,9% (6,5 millones de parados) y que bajará a un 26,6% en 2014. En cuanto al déficit público se manifiesta que a lo largo del último año las administraciones públicas se han venido endeudando a un ritmo de 5.000 millones por semana, en 2013 la deuda pública adicional llegará al 90% del PIB. Si las cosas siguen así será imposible cumplir con el objetivo de déficit fijado por la Unión Europea. El Comisario Europeo, Olli Rehn, deja la puerta abierta a una flexibilización del objetivo si se confirma el dato del déficit estructural. España tratará de vender como un logro una cifra anual de niveles del 7%.

Rogelio Pérez-Bustamante

Catedrático Jean Monnet ad personam

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