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La ley Wert

jueves 16 de mayo de 2013, 14:00h
Miedo me da. Estamos cerca de que se ponga en marcha la séptima reforma educativa desde la transición. La LOMCE, la Ley Wert, ha sufrido varios retrasos provocados por el propio Partido Popular, por las autonomías donde gobierna y por el mismísimo Consejo de Ministros donde, al parecer, los proyectos no se llevan todo lo maduros y discutidos que exige esa mesa para evitar frenazos.

Las manifestaciones contra la reforma que llevan meses convocándose, creo que no han tenido ninguna influencia en el retraso. Y, si me lo permiten, me parece que no representan más que el descontento de quienes durante treinta años no se han manifestado contra el impresionante fracaso escolar que han significado las seis reformas anteriores. Si España está donde está, a la cola de los países de su entorno, por debajo de otros que gastan menos y que tienen menos medios, es, simple y llanamente, porque las actuales leyes educativas son un desastre y han contribuido a bajar de una manera terrible el nivel de calidad. Como esas seis reformas tienen padre y madre conocido, el Partido Socialista, y el PP no ha llevado a la práctica ninguna en sus años de gobierno, al menos habría que dejar que lo intente. Es difícil poderir a peor de lo que estamos.

Las reformas educativas, sanitarias o de la Justicia deberían hacerse con el máximo consenso, porque sólo eso garantiza su estabilidad. La reforma educativa del ministro Wert no reúne esa condición. Como las seis anteriores. Es cierto que puede tener defectos y que cambia las reglas del juego. Como las seis anteriores. Es cierto que se hace en tiempos de recortes y que peligra la calidad de la enseñanza. ¿Qué calidad? Peligraría si no tuviéramos un índice de abandono del 30 por ciento, el doble que la media europea-; si los estudiantes que pasan de curso lo hicieran con adecuados conocimientos -"aprueban" simplemente haciendo acto de presencia en el aula-; si tuviéramos un sistema que exigiera esfuerzo; aprendizaje, más conocimientos, pero hay que bajar el nivel todos los años para poder aprobar a los que con un mínimo rigor, suspenderían; si contáramos con los mejores profesores, si éstos tuvieran autoridad y no estuvieran sometidos a los alumnos y a la presión de muchos padres... pero no tenemos nada de eso. 

La educación, el capital humano, es indispensable para que España salga de la crisis. Por eso necesitamos un esfuerzo para conseguir el consenso. Pero si no se logra, si no es posible el acuerdo, pese al riesgo de que vuelva a ser una reforma inútil, hay que seguir adelante porque tenemos el peor sistema educativo de Europa y el más ineficiente. Los responsables del mayor fracaso educativo europeo, y sus cómplices silenciosos durante tres décadas, no están moralmente legitimados para poner barreras a otra reforma. Hay que volver a la política del esfuerzo, de la calidad, del rigor, de la exigencia. ¿Está eso en la ley Wert? Sinceramente, no lo sé. Dónde no está, seguro, es en la que tenemos ahora.  

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