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2014, el año dicen que de la recuperación

2014, el año dicen que de la recuperación

Diariocrítico prolongará durante 2014 su debate de personalidades sobre regeneración política

domingo 29 de diciembre de 2013, 13:23h
Resulta obligada la esperanza, ante cada llegada de un nuevo año, en que este sea mejor que el que le precedió. Y ya se ha dicho hasta la saciedad que 2013, un período de ajustes broncos, no ha sido bueno. El propio Rajoy, en la rueda de prensa con la que, el viernes, ponía fin al curso político antes de marcharse de vacaciones a Pontevedra, vaticinaba un 2014 lleno de cosas buenas, refiriéndose, claro está, a la recuperación económica: fin de la recesión, comienzo de la creación neta de empleo, apaciguamiento de ajustes y recortes...No todos los especialistas en economía coinciden con las predicciones del presidente y de su equipo económico, pero ya se sabe que, como decía cínicamente Galbraith, un economista es alguien capaz de explicar con brillantez por qué se equivocó en sus previsiones. Confiemos en que Rajoy no se equivoque, como lo hicieron tantas veces tantos de sus predecesores, y él mismo, a la hora de diseñar un futuro más brillante.
Desde luego, no seré yo, un relativamente lego en la materia, quien enmiende la plana a estos diseñadores, y ello pese a las muchas decepciones sufridas hasta el presente: han errado, en el diagnóstico del caso español, desde el FMI hasta las agencias de 'rating', pasando por los severos periódicos salmones anglosajones. Lo único que me atrevo a constatar, siguiendo las palabras, o la falta de ellas, del máximo artífice de la política desde el Olimpo monclovita, es que no hay soluciones imaginativas para los enormes retos que se anuncian en este 2014. Año en el que tendremos elecciones europeas y una nueva arquitectura en la UE, elecciones primarias en el PSOE, consulta soberanista en Cataluña si Dios y Artur Mas no lo remedian y la larga serie de imprevistos que jalonan un período de doce meses en el que se avizora de todo menos seguridad jurídica, rutina y esa previsibilidad de la que Rajoy presumió al comienzo de su mandato y de la que ya no podría seguir presumiendo.

 Me he atrevido a expresar mi temor en el sentido de que, cumplido el ecuador de su Legislatura, Mariano Rajoy parece tener agotada la chistera de las ideas originales. Piensa que los cambios por los cambios agotan ya las expectativas de verdadero Cambio que los ciudadanos muestran crecientemente. Veo al presidente con excesiva prisa por enfilar rumbo a Pontevedra, y ya digo: ello me produce aprensión, porque ¿cómo no desear el acierto de quien tiene en sus manos el posible bienestar, o el malestar, de tanta gente? Y, así, o tiene una hoja de ruta secreta, o Mariano Rajoy carece de un plan de diálogo para Cataluña (que sí, que es de temer que habrá algún tipo de consulta, por muy ilegal que sea), de un proyecto de acción conjunta con la oposición para realizar reformas legislativas en profundidad -incluyendo, claro, la Constitución--, para reforzar la máxima institución, la Corona, en momentos de incertidumbre para la Monarquía, para que España figure entre los componentes de la locomotora de la UE, y no entre los vagones traseros...En resumen, que en 2014 nos adentramos, de verdad, en la nueva era política, económica y social inaugurada hace un par de años por el giro de signo político y, sin embargo, no hemos sido capaces de restaurar la confianza ciudadana, de superar un pesimismo generalizado, de agarrar por los cuernos ese toro de las revoluciones laboral, legislativa y de actitudes a la hora de gobernar. Ni de garantizar esa 'ejemplaridad y transparencia' que el Rey prometía, para sí mismo, en su mensaje navideño. O esa eficacia cuya carencia evidencian ciertos departamentos ministeriales para los que no se prevén relevos a corto plazo.

 La verdad es que no me extraña que, poco a poco, la oposición se vaya haciendo -sugieren tímidamente algunas encuestas-- con parcelas de la voluntad y del aprecio ciudadanos, y eso que tampoco es que nadie en ella ha dado un 'do de pecho' para sumergirnos en el futuro con un mínimo de entusiasmo. Claro que soy partidario de las elecciones primarias en los partidos, pero no veo que se hayan lanzado al ruedo candidatos capaces de arrasar en el PSOE a la hora de sustituir a su secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba. Claro que creo en la necesidad de los sindicatos, pero, hasta ahora, se mantienen como elementos retardatarios de esa revolución laboral que cooperaría a disminuir, ya que no a disipar del todo, la desesperación de ese ejército de personas que se mantienen en el paro o en situaciones casi similares. Claro que pienso que hay que reformar la Constitución, pero no nos han explicado con claridad en qué y cómo. Y, así, una oposición basada apenas en diagnosticar la (mala) situación sin ofrecer salidas tangibles, resulta poco útil. 

Pero, en fin, con todo y con eso, la esperanza es lo último que deberíamos dar por perdido, y no todo podemos, debemos ni podemos fiarlo a la acción de aquellos a quienes hemos elegido y pagamos para que nos representen, por mucho poder que acumulen. Vuelvo al importante mensaje navideño del Rey para coincidir en que la sociedad civil, en su inevitable despertar, ha de cooperar a mejorar el proceso, a encauzar esta segunda transición en la que, lo reconozcamos o no, estamos embarcados. Ya sé que no tenemos ahora un Adolfo Suárez capaz de dar los arriesgados golpes de timón que entiendo que la situación reclama, pero sí es cierto que contamos, en cambio, con una ciudadanía mucho más curtida de espantos. Y ese es un dato para considerar que, al fin y al cabo, 2014 puede que no sea un mal año, después de todo. Inch'Állah, que es la versión árabe, pero más universalizada, de la palabra 'ojalá', con la que quiero felicitar a todos los amables lectores.



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