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El paseíllo

El paseíllo

martes 04 de febrero de 2014, 15:28h

Al pasar de un país europeo a otro, -no digo ya si cruzamos el charco- nada nos hace sentir tanto este cambio como las diferentes costumbres. La naturaleza prosigue su obra con indiferencia pacífica y fecunda, sin hacer caso a fronteras. Los hombres continúan siendo iguales en su figura, en sus gestos de cansancio, de júbilo, en sus saludos. De una estación a otra se franquea todo un mundo, se entra poco a poco en una serie de acontecimientos y costumbres, que nos lleva a notar por vez primera esa diferencia expresiva, según de qué país seamos.

España es diferente, siempre lo ha sido, probablemente no se parezca a ningún otro país de origen latino ni mediterráneo. España es tan típica para sus costumbres, que mezcla ambas cosas y no llegas a saber cual prevalece sobre la otra. Puede que la explicación se encuentre en la intensa mezcla de razas y culturas que han poblado la península desde el principio de los tiempos. Lo cierto y verdad, es que somos un país lleno de típicos tópicos.

El paseíllo es un término taurino que se refiere al paseo que dan por el ruedo las cuadrillas de toreros al presentarse ante el público. Pero aparte del término taurino, existen muchas más formas y diversos modos de entender el paseíllo. En España es muy típico hacer el paseíllo, es algo que forma parte de nuestras costumbres y hasta de nuestro modo de vida. Tan es así, que hacemos paseíllo cuando saltan los jugadores al terreno de juego; en las bodas, para recibir o despedir a los novios; frente al cine, en espera de los actores de moda, en fin, que pocos actos de la vida social se ven exentos del típico paseíllo.

Por no extenderme demasiado, en el análisis de los tópicos y anecdotarios típicos que tenemos los españoles, respectos del paseíllo, voy a coger uno simplemente, que tiene estos días en auge, tanto a la prensa nacional como a la opinión pública de todo el país y, que no es otro que el paseíllo que debe hacer el próximo día ocho de febrero la infanta Cristina -hija del rey Juan Carlos- cuando vaya a declarar a los juzgados de Palma de Mallorca, con motivo de la imputación que el juez José Castro ha realizado contra ella, por un delito de blanqueo de capitales y otro fiscal presuntamente cometidos por la hija del Rey en su condición de copropietaria de una empresa familiar -gestionada por su marido- a la que se desviaron más de un millón de euros públicos desde el Instituto Nóos.

Pero siendo esta la noticia de cabecera, sobre la que los medios de comunicación deberían tratar, la opinión pública llevada por un morbo desbordante, no hace otra cosa que insistir en si la hija del Rey debe enfrentarse al paseíllo a pie en la famosa cuesta, por la que ya ha caminado en dos ocasiones su marido, o superar esa distancia a bordo de un vehículo.

Tanta enjundia parece tener la dichosa rampa, que el Ministerio del Interior ha elaborado un plan de intervención, por la conclusión de la policía de que "por estrictos motivos de seguridad" la Infanta llegue en coche y así evitarle el paseíllo de 50 pasos por la cuesta de la puerta de atrás de los juzgados.

Anteriormente Iñaki Urdangarín -esposo de la infanta Cristina- hizo el paseíllo en dos ocasiones, en sendas citaciones como imputado. Entonces, el juez decano concedió al yerno del Rey el privilegio de poder llegar en coche hasta la puerta, argumentando circunstancias excepcionales, pero Urdangarin lo descartó, y es que tan importante es esta decisión que hasta los principales partidos políticos han tomado cartas en el asunto y valorado positivamente la posibilidad de que la Infanta se ahorre el paseíllo, del que tanto se habla estos días en España, y así evitarse el bochornoso espectáculo del escarnio público sobre una figura de la familia real.

Ismael Álvarez de Toledo

Periodista y escritor

http://www.ismaelalvarezdetoledo.com

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