www.diariocritico.com

La discusión sobre el futuro de Podemos

lunes 04 de julio de 2016, 07:59h

Tras el batacazo electoral de Unidos Podemos, precisamente en sus bastiones electorales (las grandes ciudades), se desarrolla un debate –también académico- sobre el futuro de Podemos que cubre prácticamente todas las opciones: desde quienes creen que llegarán pronto al Gobierno hasta quienes consideran que desaparecerán como fuerza política relevante (reduciéndose a una minoría radical, como ha pasado otras veces).

Naturalmente, las visiones sobre ese futuro están mediadas por los posicionamientos políticos y también teóricos. Si alguien -como Juan Carlos Monedero, por ejemplo- está implicado en el nacimiento de Podemos, parece lógico que declare en los medios que “es muy probable que Iglesias sea presidente en la próxima elección”. Desde luego, la visión desde otras posiciones, incluida mucha gente de izquierdas (en PSOE e IU), es que Podemos es una burbuja política creada por el enorme malestar social que emergió con la crisis económica y que pronto se desinflará.

Por supuesto, lo único que resulta una certeza analítica es que, hoy por hoy, el futuro de Podemos no está escrito. Su actual retroceso electoral puede ser tanto el inicio del verdadero comienzo como el principio del fin. Para saberlo conviene hacer un análisis más amplio, de contexto.

Un elemento interesante refiere a la naturaleza del grupo fundador de Podemos. Porque, como se sabe, parte de un núcleo de politólogos, principalmente de la Universidad Complutense, que les gusta exhibir su erudición en la materia. Dicho en otros términos, parecen seguros de su base teórica, para actuar en política como lo hacen. Y también porque ofrece una idea del ambiente cognitivo de la Facultad en que se formaron.

Como ellos mismos declaran, tienen dos referentes teóricos principales: el que procede de los autores europeos de la radicalización de la democracia (desde Toni Negri hasta Ernesto Laclau) y el que refiere a las experiencias populistas exitosas de América Latina (Venezuela, Bolivia, Ecuador, principalmente). Claro, Monedero, Iglesias o Errejón, gustan pensar que responden a las transformaciones simbólicas e instrumentales del siglo XXI, que anuncian una nueva izquierda transformadora sin necesidad de nombrarla.

Sin embargo, eso puede demostrar que tienen poca memoria o han revisado muy pobremente la historia contemporánea. Algo que les hace deslizarse hacia el riesgo de adanismo que -es necesario decirlo- suele acompañar a los más jóvenes. Soy uno de los convencidos de que para hacer prospectiva rigurosa del siglo XXI hace falta captar bien las enseñanzas de la terrible centuria anterior. Del siglo XX hay que aprender cosas fundamentales, como por ejemplo que la democracia pluralista es el mejor antídoto del totalitarismo, o que la economía sin iniciativa privada es una falacia retrógrada que conduce inapelablemente al estancamiento y la corrupción endógena. En otras palabras, que la democracia pluralista y la economía basada en la iniciativa privada son insustituibles, son hoy datos de partida. Entonces la pregunta resultante es: ¿Cómo avanzar en la dirección de la emancipación humana a partir de estos datos básicos? Datos que, por cierto, no aparecen claros en el universo discursivo del núcleo fundacional de Podemos, pero que han dado lugar a las reflexiones más densas de este cambio de siglo: Jurgen Habermas, Norberto Bobbio, Anthony Giddens y un largo etcétera.

En otras palabras, es posible pensar los cambios civilizatorios de otra forma, incluyendo sus turbulencias: desde el mayo del 68 a los intentos (fracasados) de sustituir la democracia representativa por parte de Chaves, Morales o Correa. La soberbia teórica de los fundadores de Podemos se basa en realidad en una formación sesgada. Pero, claro, lo pueden hacer con comodidad porque juegan en una cancha política de indocumentados teóricamente (Rajoy, Sánchez, Rivera). Algo que reproduce la gran mayoría del periodismo actual en España. Así, cada cita retórica que hace Iglesias en el Congreso es un guiño para sus adláteres de Podemos: poseemos la razón teórica, piensan, cuando su parcialidad cognitiva les hace aparecer a los ojos de muchos intelectuales españoles como semicultos.

Esta detención en las bases teóricas del núcleo principal de Podemos no es innecesaria. Porque podría pensarse que lo que falla en Podemos es su práctica política y no su pensamiento básico. Nada menos cierto. Su fragilidad teórica muestra claramente que su avance electoral es un producto de otra naturaleza: su habilidad por dar cauce político al malestar social provocado por la crisis; algo para lo que, ciertamente, les sirvió observar las experiencias populistas en Venezuela, Bolivia o Ecuador (hoy progresivamente en declive, por lo demás). Contaron, eso sí, con otro elemento de contexto: la pobre cultura política existente en España (atávica, me atrevería a decir). Así que mientras las propuestas populistas tenían dificultades de avanzar en Francia o Alemania, se desarrollaban más fácilmente en Grecia o España.

El reciente fracaso electoral de Podemos plantea pues una gruesa cuestión: las realidades nacionales y europeas ¿están llevando a los electores que antes apoyaron a Podemos a abandonar el voto reactivo que les encumbró (“no me importa la naturaleza de Podemos, odio todo lo demás”)? Porque si esta pulsión reactiva se debilita, un amplio sector del voto de Podemos comenzará a darse cuenta de que las propuestas mágicas para resolver los problemas sociales, su advocación al pueblo, su capacidad camaleónica de usar distintos ropajes ideológicos (socialdemocracia, comunismo, antisistema), son característicos de un movimiento poco confiable, esto es, populista (incluso si la gente no usa esa etiqueta), útil para encabezar la protesta pero no para gobernar.

En la memoria del siglo XX es fácil encontrar momentos de crisis económica y política que dieron lugar a ese tipo de movimientos (desde el populismo de los años treinta). También apareció una serie de “nuevas opciones políticas”, que parecía que iban a sustituir a las dos fuerzas fundamentales (conservadores y progresistas/socialdemócratas), pero que sólo lograron cambiar en cierta medida su comportamiento. No habría que excluir la posibilidad de que Podemos sea un nuevo ejemplo de esas experiencias, como parece querer hacer el núcleo universitario de ese movimiento.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios