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Celia Sánchez-Ramos, profesora, investigadora e inventora: "El exceso de luz al que estamos expuestos no es comparable a ningún otro de la historia"

lunes 04 de julio de 2016, 08:05h
Celia Sánchez-Ramos, profesora, investigadora e inventora: 'El exceso de luz al que estamos expuestos no es comparable a ningún otro de la historia'

La aragonesa Celia Sánchez-Ramos (Zaragoza, 1959), es una de las mujeres de ciencia que más cuentan en España. Habitual en Congresos, Simposios y Reuniones Científicas en todo el mundo, dicta también, y habitualmente, conferencias en todas las latitudes sobre divulgación científica de acciones dentro de los programas de “Educación para la salud visual” por su convencimiento de la necesidad de implicar al individuo en el cuidado de su propia salud.

Doctora en Medicina Preventiva y Salud Pública por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y Doctora en Ciencias de la Visión por la Universidad Europea, es también Licenciada en Farmacia y Diplomada en Óptica y Optometría. En 2012 fue investida “Doctora Honoris Causa” por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo por su apoyo a la translación del conocimiento científico a la Sociedad. Cuatro años después, ese sigue siendo uno de sus mayores quebraderos de cabeza diarios porque está convencida de que la divulgación científica puede evitar muchos problemas al ciudadano y, además, contribuye a que se despierten más y mejores vocaciones en este campo del saber.

Profesora de la Universidad Complutense de Madrid desde 1986, imparte docencia en estudios de Grado (Óptica Fisiológica y Percepción visual), Máster (Métodos de investigación; Neurodegeneración y Neuroprotección del sistema visual) y Doctorado (tiene en su haber nueve tesis doctorales defendidas); desde 2006 dirige también cursos de formación continua de Experto Universitario relativos a estudios de distintos aspectos de la visión.

Es Fundadora del Laboratorio y Grupo de investigación de Neuro-Computación y Neuro-Robótica de la Universidad Complutense de Madrid. Su investigación en experimentación animal, ensayos clínicos y experimentos in-vitro estudia la neurodegeneración, prevención y protección del Sistema Visual así como el procesamiento de la señal visual por las vías ópticas. Desde hace 25 años, dirige Proyectos de Investigación tanto nacionales financiados por organismos institucionales (Comunidades Autónomas y Ministerios) y entidades privadas (empresas y fundaciones como ONCE, MAPFRE, MM) así como proyectos promovidos por organismos internacionales, entre los que destaca la Red Iberoamericana de Salud Visual.

Es también miembro de Sociedades científicas como la Sociedad Española de Óptica y la Sociedad Española de Oftalmología. A nivel internacional forma parte de diferentes comités en la Sociedad Panamericana de Oftalmología y de las Sociedades Americana y Europea de investigación en Visión (ARVO y EVER).

Inventora, tiene en su haber 15 familias de patentes, con titularidad de la UCM, relacionadas con la neuroprotección retiniana a través de elementos y dispositivos ópticos. Ha recibido más de 20 galardones por su labor investigadora y de translación del conocimiento entre los que destacan el premio a “Mejor Inventora Internacional” por la OMPI (2009) y el “Gran Premio a la Mejor Invención Internacional” otorgado por la ONU (2010). Ha sido candidata al premio Príncipe de Asturias (2011) y al premio Jaime I a la innovación (2012).

Mujer locuaz, extrovertida, entusiasta y, sobre todo, tan sencilla como precisa, la Dra. Sánchez-Ramos hace un alto en el camino de su apretada agenda cuando está a punto de concluir el curso académico 2015/2016 para contestar a algunas preguntas de Diariocrítico.

J.M.V.- ¿Cuándo viste claro que lo tuyo eran las Ciencias de la Visión, y no la Oftalmología o la optometría?

C.S.- Yo soy la primera doctora en España en Ciencias de la Visión. Me doctoré en 2010. El origen hay que buscarlo en unas investigaciones en las que andaba metida. Mis tutores vieron que tenían la importancia suficiente como para que no fueran publicadas en forma de artículo, sino de tesis. Para entonces, ya había dirigido 9 tesis doctorales y me dije que la cosa no iba a ser tan difícil como antes, y me animé. El director de mi tesis fue el profesor García Sánchez -don Julián- que, en su caso, era la número 60 de las que había dirigido… Me confesó ese dato en el transcurso de un seminario que hice en la Menéndez Pelayo que, precisamente, trataba de aspectos relacionados con la Oftalmología, la Optometría y la Visión.

P.- Pero, entonces, el proceso de constitución de las Ciencias de la Visión como corpus académico, fue demasiado rápido, ¿no?

R.- Mi primer doctorado lo hice en el 93, es decir, que llevaba ya más de dos decenios como doctora y profesora universitaria. Aunque -eso sí- entré como ayudante del ayudante, del ayudante, del ayudante del catedrático (sonríe abiertamente). Era el más bajito de todos los cargos que había entre el profesorado universitario en España en esos momentos. Comencé dando clases de Tecnología Óptica durante 7 años. Luego me pasé a Óptica Fisiológica y Percepción Visual y, desde luego, defiendo que las Ciencias de la Visión son un área bien importante y relativamente independiente de las patologías visuales que, como es natural, estudian los médicos patólogos, que son los oftalmólogos y que lo que tienen es que dar salida al cuidado del ojo enfermo. Como yo defino las Ciencias de la Visión es como el conocimiento de todos los aspectos de la función visual y el mantenimiento del ojo sano. Eso es muy difícil y muy importante...

P.- ¿Esa es la orientación actual de la Medicina, la prevención?…

R.- Sí. Es muy compleja y nos cuesta mucho a todos, requiere mucha cultura pero a medio y largo plazo es una inversión muy rentable socialmente. El ejemplo claro lo tenemos en el tabaco y en los accidentes de coches… Pero en el campo de la visión, el exceso de luz al que estamos expuestos hoy los humanos, no es comparable a ningún otro de la historia anterior. Ese es un dato objetivo que cualquier persona puede comprobar. En la casa de mis abuelos había una mesa con la lámpara del comedor, en la de mis padres y en la mía también, pero en la de mis hijos no, porque todo el espacio del salón tiene luz… Pero, concretando más, estamos expuestos, en primer lugar, a la luz natural, mayor o menor en función del lugar en donde se habite, y que no te la quita nadie. Esta la hemos mejorado mucho con la protección de las gafas de sol porque la mayor parte de la población ya tiene conciencia de que hay que hacerlo cuando hay luz solar en exceso (en la playa, en la nieve, navegando o pescando…). En segundo lugar, tenemos la luz de interiores, que cada vez están más iluminados y con más puntos de luz. Muchas veces, incluso, al tiempo que hay luz natural, y eso era impensable que pudiera llegar a suceder hace 80 años. Y, en tercer lugar, la gran cantidad de dispositivos que nos invaden (ordenadores, tablets, smartphones, etc.), que, además, cada vez se manejan a distancias menores, y esto va a provocar inevitablemente y mucho antes vista cansada y miopías.

P.- Supongo que estamos hablando tanto de cantidad como de calidad de la luz, ¿verdad?

R.- Sí, sí, son dos aspectos distintos que conviene dejar muy claros. La cantidad es obvia. Todo el mundo ve que está rodeado de muchos puntos de luz que, aunque por un lado es una cosa buena, por otra no tanto. Por ejemplo, cuando uno está en la cocina partiendo verduras, es muy cómodo tener una luz adecuada que te permita hacerlo con mayor comodidad y eficacia pero, por otro, ¿para qué tener toda la cocina igualmente iluminada, si lo que interesa iluminar es solo ese punto donde estás cortando las verduras? Sería más aconsejable enfocar la luz en aquellos puntos donde se requiera. Por otro lado, y en lo referente a la calidad de la luz, la gente piensa que toda la luz es igual de nociva o de beneficiosa, y no es así. La composición de la luz es tan dispar como la del aire o la del agua. La menos mala es la menos energética, es decir, la que tiene más componente rojo -a pesar de lo que pueda parecer- y la más mala es la más azulada, la que tiene más componente azul, porque tiene diez veces más energía que la otra. La intermedia es la verde... A veces me cuesta mucho hacer entender a la gente de la calle que la luz blanca del sol, natural o artificial, de cualquier punto de luz o de las pantallas de los ordenadores, etc., tiene una composición por banda de colores, como el arco iris.

P.- En tu caso, ¿cómo se convierte una profesora en investigadora?

R.- Yo siempre he sido de ciencias, ya desde el colegio, y siempre me ha gustado todo lo que tiene que ver con la física, la química, la biología, las matemáticas. Me gusta también mucho la historia -me paso el día leyendo libros de esta materia-, pero nunca pensé en ser historiadora. Digamos que el de las ciencias era mi camino natural. Luego, lo de estudiar Farmacia u Óptica Física, etc. era para mí un asunto secundario. Pero, yendo al fondo de tu pregunta, creo firmemente que el hecho de ser profesor universitario implica la investigación. Nosotros tenemos que buscar conocimientos nuevos porque eso forma parte de nuestro trabajo. Eso provoca una ingesta de conocimiento -y eso lo vivo día a día- que, a su vez, hace que cada clase se convierta en algo muy novedoso para los alumnos… El universitario debe de ser intelectualmente inquieto y eso significa no solo la búsqueda de nuevos conocimientos, sino también la mejora de los clásicos. A veces se descubren nuevas perspectivas de un asunto viéndolo desde otro ángulo y eso también es muy interesante… Y, al mismo tiempo, además de la investigación, el profesor universitario debería hacer una labor constante de divulgación ante la sociedad; esa es una tarea que debiéramos ponerla en nuestra lista de trabajos diarios.

P.- ¿Ha desaparecido ya esa tensión entre ópticos, optometristas y oftalmólogos que, al menos en España, existía hace unas decenas de años?. ¿está clara hasta donde llega la intervención de unos y otros?

R.- Esa situación ha cambiado mucho, efectivamente, y para bien. Somos muy complementarios. Desde mi punto de vista, el ojo sano ¡tiene tanta importancia, y tiene tanto que hacer...! Y el “screeng”, el enfilado entre el ojo sano y el no sano, para poderlo referir, es ya lo suficientemente importante y ahí queda mucho trabajo por hacer. Y mejorar la visión y prevenir los posibles problemas, también. Yo, por ejemplo, llevo ya varios años trabajando con el tema de los puntos de luz -se ha convertido en una verdadera obsesión para mí-, pero, además, ahora estamos trabajando hace también ya varios años para mejorar la visión de los conductores por la noche, porque si conseguimos mejorarla, evitará un montón de accidentes graves o muy graves y, además, provocará un mayor confort en las personas que conducen de noche -sean o no profesionales del volante-, y eso mejorará su atención, su comodidad, y esto alguien tiene que hacerlo… Alguien tiene que mejorar la visión del ojo sano. El oftalmólogo tiene que hacer lo que hace, es decir, curar ojos enfermos, y esa otra faceta tiene que abordarla un profesional que conozca muy bien la luz y la visión, que no solo tenemos que ser optometristas que miramos la parte óptica del ojo, la binocularidad, sino también en otros aspectos de la visión… Por ejemplo, en una de las tesis que yo he dirigido, hasta ahora para medir la refractancia del prematuro , se hacía de una determinada manera, pero ahora se utiliza una red con la que uno se puede mover para hacer mediciones hasta las clínicas donde nacen los prematuros y que no cuentan con servicios de oftalmología. Eso se puede determinar y mandar mucho más rápido a un oftalmólogo utilizando la telemedicina. Más rápido, imposible... Alguna profesión tiene que buscar la mejora de la visión, y la mejora de los procedimientos para que los ojos sigan siendo sanos desde el momento de nacer -incluso, y especialmente, en el caso de niños prematuros- hasta la vejez.

P.- Todo el mundo sabe que el ojo es uno de los órganos más delicados del ser humano. Y, sin embargo, todavía hay gente que sigue comprando gafas en top mantas o en mercadillos

R.- Creo que se debe a falta de conocimiento, y de ahí la importancia de la divulgación. Aunque puede deberse también a una falta de transmisión por nuestra parte… Yo tengo un estudio de hace 5 o 6 veranos en que compramos centenares de gafas en un polígono industrial de Madrid, el Cobo Calleja, y las medimos todas. El estudio está publicado y puede encontrarse fácilmente en internet y los resultados fueron terribles: solo estaban bien el 7 por ciento de esas gafas de sol que después se venden en mercadillos o bazares. Las que se venden en ópticas están bien prácticamente en el cien por cien de los casos... Está claro que algo no hacemos bien desde el punto de vista de la comunicación, porque, de otra forma, las personas no comprarían gafas en establecimientos que no fueran especializados... Otra cuestión es por qué en España no se prohíbe legalmente la venta de gafas fuera de las ópticas… Ahora también nos está resultando muy difícil transmitir a los padres el peligro del uso de teléfonos móviles en niños menores de dos años. Cuando me lo dijeron creí que era una broma, pero desgraciadamente no es así porque hay padres que lo permiten. Hay gobiernos que han prohibido esta práctica bajo multa.

P.- ¿Podrá llegar algún día en que prácticamente pueda desaparecer la ceguera?

R.- Nosotros estamos trabajando ahora en un proyecto muy interesante que tiene que ver con la regeneración del nervio óptico, y hay grupos en el mundo que están también trabajando en este campo, aunque no necesariamente de forma abierta. Cuando hay mucha gente estudiando algo, es mucho más probable que pueda llegarse a obtener buenos resultados. Lo que ocurre es que muchas veces las personas no entienden que la retina es el sistema nervioso central, y es igual de tejido neuronal que cualquier otra parte del cerebro, como la médula espinal, por ejemplo. En el día treinta y tantos de vida de un embrión aparecen la médula espinal y las copas ópticas… Una de las preguntas más inteligentes que me han hecho fue hace unos meses en El Ferrol, donde fui a dar una conferencia. La formuló un almirante retirado al decirme un dato muy concreto: “No entiendo por qué se hacen trasplantes de hígado -dijo-, de pulmón, de corazón y de otros órganos, pero no se trasplanta la retina, cuando lo que yo necesito es un trocito muy pequeño porque tengo la mácula deteriorada…”. La última capa neuronal de la retina, la neurona ganglionar axón, que es la capa 10 de la retina, constituye el nervio óptico. No cuenta la información al nervio óptico, sino que es parte de él, y cuya estación siguiente está llena de funículos, con lo cual habría que trasplantarlo también… Cuando se entiende eso, se entiende la importancia de preservar la retina, que es lo que tenemos que estar transmitiendo permanentemente. Si los niños pudieran leer ya en los textos escolares que esa parte del fondo del ojo que se llama retina, que recibe toda la luz y toda la información que entra en nuestro sistema visual lo hace por la pupila y atraviesa esa vía, y si sus padres cuando le toman la lección también lo supieran, nos iría mucho mejor.

P.- Cambiemos de tema. ¿Cuántas patentes han salido de tu equipo de investigación?

R.- Yo tengo 15 familias de patentes Cada familia es un elemento distinto que puede tenerse en uno, diez o cien países. Cada invento hay que pelearlo por separado en todos y cada uno de los países donde quieres patentarlo. La primera solicitud de una patente la hice el 19 de abril de 2005…

P.- No está nada mal. Eso desmiente ese viejo dicho de que investigar en España es llorar… ¿crees que el investigador y el inventor están socialmente suficientemente considerados?

R.- Yo lloro poco y cuando lo hago es por acumulación de tensión. Entonces, me meto en un tren de lavado del coche, allí me desahogo, así es que mis colaboradores ya saben que cuando tengo el coche muy limpio es que he tenido alguna preocupación fuerte. Pero, en fin, anécdotas aparte, soy de las que creo que cuando una cosa sale a la primera, hay que ponerla en duda. Hay que trabajar mucho para llegar a conclusiones válidas. Además, quizás en la investigación hace falta también algo de suerte, y yo creo que tengo mucha… Pero sí, la investigación es muy complicada, los fondos son muy difíciles de obtener, y no solo en los proyectos estatales, a los que aspiramos muchos, sino también los que provienen del sector privado…

P.- ¿Y cuál es el umbral a partir del cual uno se gana la confianza del inversor privado?

R.- Los privados confían en la trayectoria del investigador. Los contratos que tengo con entidades privadas suelen ser anuales, que luego nos renuevan o no. A dos años hay muy pocos, y a tres años son verdaderas excepciones.

P.- ¿El papel de la mujer en el mundo de la Óptica y la Optometría es también preponderante?

R.- En estos momentos, en mi facultad hay mayoría de mujeres entre el alumnado. Hace unos días estuve formando parte del jurado de los premios Jaime I, que se dan en Valencia, y estoy muy agradecida por ello. De él forman parte 23 premios Nobel. En la mesa de la que formaba parte, únicamente estábamos dos mujeres, Moraleda y yo. Un par de días después estuve en Gerona en una mesa de debate que se titulaba ‘Mujeres que cambian el mundo’, de la que formaba parte la premio Nobel de Química 2009, una empresaria, una chef y una fiscal. A mí lo que me transmite esta condición de ser una mujer con cierta capacidad de liderazgo, es una responsabilidad muy grande. Pero yo sigo viviendo igual. Mi plan de acción sigue intentando conseguir objetivos a corto, medio y largo plazo… En noviembre 2015 preparé una conferencia en la Universidad Autónoma de Madrid sobre mujer y ciencia. La estructuré partiendo de un formato que copié de Manuel Desantes -un hombre al que recurro con mucha frecuencia-, que es un comunicador ejemplar, y que fue el primer vicepresidente de la Oficina Europea de Patentes que ha tenido España. Entre los datos oficiales que pude entresacar voy a citar solo algunos. Por ejemplo, en España el número de mujeres y de hombres que terminan una carrera de ciencias es aproximadamente igual, 50 y 50 por ciento de graduados. Cuando vemos la distribución por sexos del profesorado y de investigadores en el CSIC ya es del 67 por ciento hombres y 33 mujeres, y en los niveles altos, ya solo el 17 por ciento están ocupados por mujeres (catedráticas, decanas, etc.). Hay aún mucho trecho por recorrer…

P.- En el ámbito político, y en España, ya hemos tenido mujeres en la presidencia de órganos legislativos, judiciales, en las comunidades autónomas. Solo nos falta una presidenta del gobierno. ¿Para cuándo crees que podremos tenerla?

R.- Antes de 10 años, seguro. En Estados Unidos, antes.

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