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Para una vida larga y saludable

Para una vida larga y saludable
martes 08 de agosto de 2017, 08:50h

Está demostrado que la medicina entendida como el cuidado de la salud, cuyo objetivo es el fomento de la vida saludable y la prevención de la enfermedad, resulta menos gravoso para la sociedad que el enfoque que da prioridad al cuidado de la enfermedad con sus caros diagnósticos y terapias adecuadas. Si dedicamos los esfuerzos en la prevención conseguiremos disfrutar de una gran calidad de vida y de una buena salud permanente. Nadie puede evitar envejecer, pero no hay ninguna necesidad de parecer o de sentirse viejo. Si se cambia la forma de comer, pensar, moverse y vivir no sólo puede prolongarse una vida activa, sino que los años que nos restan pueden ser los mejores. Aparte de los genes que nos fueron transmitidos, gran parte de lo que consideramos “hacerse viejo” es producto de la manera de pensar y de vivir.

La esperanza de vida activa es el tiempo que una persona puede esperar llevando una vida saludable. Éste es el aspecto sobre el que más control puede ejercer una persona, puesto que la mayoría de las afecciones crónicas y degenerativas que minan la salud en los últimos años pueden evitarse haciendo algunos cambios en la comida, la manera de vivir, los pensamientos y aprender a saborear los silencios, las compañías de que nos rodeamos y el ejercicio físico que hacemos. La elección es nuestra. Lo podemos conseguir por nosotros mismos con la experiencia de expertos, investigadores y nutricionistas que nos han precedido: podemos mejorar nuestro estilo de vida, ser más activos física y mentalmente, podemos mejorar nuestra dieta, sentirnos mejor y descubrir la potencialidad de nuestras capacidades con independencia de los años cumplidos.

Los años cronológicos se van cumpliendo, pero el gusto por vivir saludablemente, el comprometernos en el bienestar de los demás y del medio ambiente. Tenemos potencialidades ocultas a las que no acertamos a darles salida y que se mueren antes que nuestras células. Nadie sabe de lo que es capaz hasta que se pone a hacerlo. Una gran parte de nuestras capacidades las abortamos sin saberlo al no caer en la cuenta de nuestra más auténtica realidad: ser nosotros mismos, sabernos, de sapere degustar. Desde ahora mismo, dejemos atrás los años cronológicos pasados, que no vividos en su plenitud, y que marcan nuestra edad oficial y convenida.

Existen otras dimensiones del tiempo, de la existencia, de las relaciones humanas y con nuestro entorno que tienen una entidad kairológica: así la denominaron los griegos, pero sólo algunos acertaron al aceptarla como una dimensión antropológica del humano, cuando está al alcance de todos y de cada uno de nosotros. No hay que comprar nada, apuntarse a nada, someterse a gurú ni tradición religiosa alguna: basta con “caer en la cuenta” de lo que somos que es inconmensurable, no separado ni extraño a nosotros mismos.

En la Institución Libre de Enseñanza, Giner de los Ríos y sus compañeros de estudio, experiencia y docencia, solían decir: Ante todo, desaprender. Atrevernos a ser nosotros mismos. Des-cubrirnos, des-velarnos, inventarnos (encontrarnos, de invenire), liberarnos de esas cadenas que sólo duelen cuando nos movemos. No existen realmente, sólo son hábitos adquiridos, tan profundamente asumidos que los creemos naturales y no nos atrevemos a des-entrañar su falsedad, el ab-uso o mal-uso, para someternos a las reglas impuestas de un orden que siempre ha mantenido la preponderancia de los poderosos, de los más fuertes, de los más ricos, en un sistema en el que todo vale para ellos e imponer como precepto que “cuanto más, mejor” hasta llegar a imponernos modelos de vida basados en el consumo, en la desertización del planeta, y en hábitos de vida, de nutrición, de vestirnos, de relacionarnos, de edificar sin tino. Y entre todo eso, nos cuelan lo de que la vita è bella y el hedonismo de que vivimos para consumir y desechar los residuos.

Nuestro planeta no resiste la degradación creciente, la explosión demográfica de miles de millones de seres en progresión exponencial. En 1914 había unos mil doscientos millones de habitantes en el planeta, ahora en un siglo ya superamos los siete mil millones ampliamente. Esto es una locura. Y nos engañan con peligros y catástrofes que ellos provocan desde China a Rusia, desde EEUU al océano Pacífico. Por eso, es preciso permanecer alerta y cuidar el medio ambiente y la inhumana situación de miles de millones de seres por falta de una educación sensata en higiene, salud reproductiva, iatrogenias, hambre, trabajo decente, vivienda adecuada, atención a las personas mayores que cada vez “duran” más años, pero no viven mejor.

Este es el propósito que nos mueve: Es posible y necesario, mantener una vida saludable porque cuando nos hacemos mayores en años, la salud es algo más que la ausencia de enfermedad, como declaró la OMS, sino un estado general de satisfacción, de bienestar, de mantener actividades acordes, ejercicio físico diario, aunque sea caminar una hora, alimentación sana que está demostrado científicamente que aporta más vida a los años y no el incomprensible número de años con una vida sedentaria, dependiente, poli medicado y en el mejor de los casos, internado en un geriátrico .

Amiel escribió “Saber envejecer es la obra maestra de la sabiduría “y uno de los capítulos más difíciles en una vida que hemos convertido en supervivencia. Por eso debemos hacernos responsable de la propia salud cada día y momento del año porque las personas envejecen cuando desechan sus esperanzas y sus anhelos. Los años pueden arrugar la piel, nublar la visión o dificultar los movimientos, pero sólo la pérdida de la ilusión y hasta de una pasión bien administrada pueden arrugar el espíritu. Y quiero concluir mi reflexión con palabras de mi admirado Walt Whitman: “Juventud, grande, sensual, amante. Juventud llena de gracia, fuerza y fascinación. ¿Sabes que la Vejez puede llegar a ti con igual gracias, fuerza y fascinación?”

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