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Un proceso abortado

sábado 30 de diciembre de 2006, 18:08h
 

Era difícil pero el que más y el que menos tenía esperanzas de que en esta ocasión hubiera más suerte y el proceso de paz llegara a buen puerto. Lo que nadie esperaba es que terminara como lo ha hecho, con un atentado que ha sorprendido a las Fuerzas de Seguridad del Estado y al Gobierno por haberse producido sin mediar siquiera una ruptura formal de la tregua permanente que ETA había decretado.

Si la anterior fue catalogada como tregua trampa, ésta es la tregua abortada. A los cuantiosos destrozos causados se añade además, cuando escribo estas líneas,  la posibilidad de que haya además un muerto. La redactora de Madridiario, Cristina Expósito, que en la T-2 preguntaba a los pasajeros procedentes de la T-4 si habían presenciado la explosión quedó sorprendida al saber que aquellos ecuatorianos, cubiertos con mantas, con los que estaba hablando estaban buscando al que, horas después, el ministro del Interior daba por desaparecido: un joven de 19 años que, cansado, había decidido quedarse a echar una cabezada en el coche mientras sus acompañantes iban a recibir a la madre de su novia. Posteriormente se supo que otro ecuatoiano se encontraba desaparecido.

Si tales muertes se confirman, ETA habrá vuelto a matar dando por cerrado a cal y canto cualquier vía de diálogo. Batasuna, sin condenar el atentado, sin solidarizarse con la familia del desaparecido, sin lamentar el perjuicio causado a miles de personas, habla de que el proceso no ha terminado. Viven en su mundo.

Alfredo Pérez Rubalcaba no salía de su asombro en la mañana de este aciago sábado. Con una franqueza que le honra reconocía que no se lo esperaban. Llegó a decir incluso que la organización terrorista nunca había actuado así. Un periodista le preguntó si el atentado podía ser consecuencia de un enfrentamiento interno dentro de la banda. Quién lo sabe. Hemos visto muchas películas sobre los enfrentamientos que han acompañado el proceso de desarme del IRA y no es descartable que ello pase también en ETA. Pero, aunque así fuera, el Gobierno, que ya lo ha tenido muy difícil para hablar con la banda, no puede ahora hacerlo por sectores. Debe ser la organización terrorista la que se aclare, si ello es posible.

 Entre tanto sólo queda cerrar huecos, mostrar firmeza, evitar rebañar resultados políticos a costa del terrorismo y esperar a que algún día se den las condiciones para acabar con esta lacra que sufrimos desde hace treinta años.

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