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Amas de casa solidarias

El comedor social de Paquita Gallego reparte 2.500 comidas al mes

martes 08 de enero de 2008, 13:54h
Desde hace treinta y un años, en la calle Santa Rosa, situada en el centro de Leganés, abre sus puertas un comedor social en el que se sirven 2.500 comidas mensuales a indigentes. Se trata de un centro solidario al que acuden inmigrantes sin papeles, personas sin techo, enfermos de sida y drogadictos.
Veintiséis voluntarias, todas ellas amas de casa , apoyan con su trabajo y de forma incondicional a los que solicitan ayuda. Son mujeres que han pasado la barrera de los cincuenta y que han seguido la estela de la fundadora de esta obra social, Paquita Gallego, cuyo trabajo en los años ochenta con los más necesitados se extendió rápidamente en el pueblo de Leganés y en la zona sur de Madrid. Por eso, aunque han pasado veintiún años desde su muerte, algunas de las que la conocieron continúan  su labor social.

Despensa del comedor de Paquita Gallego, en Leganés El Ayuntamiento de Leganés apoya la labor que desempeñan a diario estas mujeres y, en estos momentos, busca un local más grande para poder dar más cobertura al número de indigentes, que se incrementa mes a mes. Emilia Quirós, concejala de Asuntos Sociales de este ayuntamiento, asegura estar satisfecha de que Leganés sea una ciudad solidaria. “De hecho, el pasado mes de mayo, inauguramos un bulevar con el nombre de Paquita Gallego en el barrio de San Nicasio, como reconocimiento a su trabajo social”, dice Quirós.

Dolores Rasero, continuadora del trabajo de Paquita en este centro, recibió a principios de año, de manos del ministro Jesús Caldera, la Medalla de oro al Mérito en el Trabajo. “Esperamos que cumpla su promesa", dice Dolores, "y podamos tener pronto un local más grande con duchas. Así los que acuden a nosotras tendrían un mínimo de higiene”. Ahora falta el acuerdo entre administraciones.“Tenemos que ponernos  todos de acuerdo. No depende exclusivamente de Leganés. El ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, el Gobierno de la Comunidad de Madrid y nuestro Ayuntamiento tienen que impulsar el cambio de local”.

Uno de los usuarios del comedor Un trabajo desinteresado

La labor que desempeñan a diario estas veintiséis voluntarias es totalmente desinteresada. “Nosotras no queremos un sueldo, pero sí necesitamos dinero para dar de comer a tantas personas como llegan. Para ello solemos organizar festivales benéficos para recaudar dinero, vendemos lotería de Navidad y, por supuesto, recibimos donativos de personas anónimas o de entidades como la Cruz Roja. El Ayuntamiento de Leganés también aporta 329 euros al mes. Cualquier ayuda es importante para nosotras”, explica María Dolores Rasero, quien cifra el gasto diario de este comedor social en más de trescientos euros diarios. Así, tienen que hacer verdaderos esfuerzos para obtener los recursos necesarios. A veces, según fuentes municipales, al Ayuntamiento llegan ofrecimientos de restauradores como Arturo, que envían comida que es desviada al comedor social de Paquita Gallego.

La labor social desarrollada ha sido reconocida por todos. María Dolores Rasero se siente orgullosa de que la propia Teresa de Calcuta, en su segunda visita a España, visitara el comedor y durmiera en un rincón de los cincuenta metros cuadrados que tiene el local.“Quisimos que colaborara, pero consideró que la misión solidaria de esta zona ya estaba cubierta con nosotras. Por eso, buscó otros lugares donde no hubiera un centro como el nuestro. Fue muy importante que reconociera nuestra labor”, dice Rasero.

Para muchos de los que acuden a diario, estas mujeres son su única posibilidad de subsistir.“Loli", como llaman cariñosamente a María Dolores, "es mi familia. Sin su ayuda y la del resto de colaboradoras, yo no podría sobrevivir. Todos menos ellas, nos han tratado siempre como animales”, dice Luis, uno de los que acuden a este comedor.

“Alguna que otra vez voy a echar mano del monedero y me doy cuenta que no lo tengo. Es evidente que me lo ha quitado alguno de mis chicos. Yo les perdono porque están enfermos. La droga les hace perder la cabeza”, dice comprensiva María Dolores.

Sus historias darían para un libro. En una ocasión uno de los que acuden al comedor se puso violento y la mujer se tuvo que encerrar con llave en una habitación. “Le perdoné. Sé que ellos me quieren, pero también sé que están muy mal”.

Fachada del edificio donde se ubica el comedor solidarioCada vez más inmigrantes
La hija de la fundadora de este comedor, Dolores Ordóñez Gallego, asegura que la mayoría de personas que acuden a este centro son inmigrantes. “Ahora los que más vienen son polacos y, sobre todo, sudamericanos. Eso no quiere decir que no acudan españoles. Todos tienen un denominador común: están enganchados a las drogas, incluido el alcohol. La gran mayoría vive en la calle y no tiene a nadie. Por eso, no solo buscan comida sino también a alguien que les escuche. Están muy solos y desprotegidos. Aquí les damos cariño y comprensión”.

El comedor abre sus puertas de once de la mañana a las siete de la tarde, aunque también se tiene en cuenta la cena. Todos los que van a comer se van del centro con una bolsa que contiene un bocadillo, fruta y leche. Y así, hasta el día siguiente. “Los cincuenta metros cuadrados parecen poco espacio, pero se convierten en muchos más. Nunca pensé que una cosa tan pequeña fuera tan grande”,  asegura Rasero.
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