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OPINIÓN/Víctor Gijón

El tópico de la economía

El tópico de la economía

miércoles 09 de enero de 2008, 16:09h
Cuando la historia de repite aquello que primero fue tragedia termina por convertirse en comedia. Desde que Bill Clinton le ganó las elecciones a Bush padre con aquel contundente “es la economía estúpido, la economía”, todos los estrategas electorales de bolsillo recurren al tópico para tapar su falta de ideas.
El PP se han encaramado a los últimos datos económicos para intentar demostrar que España se hunde. Pero no por el separatismo o el terrorismo, cantinela que nos han venido endosando durante cuatro años, sino por la economía.

A los populares no les importa cuál es el argumento. Si la economía fuera mejor de lo que va se habría inventado la peste bubónica o las siete plagas de Egipto. Pero la desmesura convierte en ridículo hasta el más sólido argumento. Más aún si lo planteado se compadece poco o nada con la realidad. En el PP iniciaron la legislatura con el superlativo como forma de ataque al Gobierno socialista. De pronto aquel Bambi, el incapaz e inocente líder de la oposición, se había convertido en el malvado Joker. Zapatero rompía España, traicionaba a las víctimas del terrorismo, amparaba a los ‘verdaderos’ autores de 11-M, rompía la familia con el matrimonio homosexual y lavaba el cerebro de los españolitos con la Asignatura de Educación para la Ciudadanía.

Pero ni Zapatero es el Mal, ni España está rota, ni ETA nos ha vencido, ni la familia, por mucho que les pese a los obispos ultras, pasa por su peores momentos. La Educación para crear ciudadanos libres la han rechazado una ínfima minoría y los autores del 11-M están en la cárcel y condenados en un juicio con todas las garantías ¿Qué hacer entonces para convencer a los ciudadanos de que hay que acabar con el Gobierno socialista? ¡La economía estúpidos! El grito resonó en Génova como la voz de socorro del náufrago. Y Mariano Rajoy se aferró al salvavidas que le tiraban su asesores, sin darse cuenta de que la piscina carecía de agua.

Los datos económicos, que sigue siendo buenos, tienen algunas lagunas, productos de dos acciones exógenas, en las que el Gobierno socialista nada tiene que ver. Las hipotecas basuras en los Estados Unidos y el precio del petróleo. Y, ¡qué casualidad!, que en ambos casos sean situaciones promovidas por las políticas de la tan admirada por la derecha española Administración Bush. Así que con los daños colaterales de la política económica norteamericana el PP pretende construir el camino para ir a La Mociona. Tendría gracia que los consiguiera, aunque no parece muy probable.

El éxito o el fracaso de la estrategia electoral del PP depende en primer lugar de factores que no controla: si el paro vuelve a bajar en febrero, uno de los argumentos estrellas del PP para pedir que no voten a los socialistas se haría añicos. O si se contiene la inflación. Pero, sobre todo, depende de si logran hacer llegar a los ciudadanos la percepción de que las cosas van mal. Para ello utilizarán todos los medios a su alcance que no son pocos. Y no se trata tanto de convencer a los votantes de que tienen recetas mejores --en todo caso Rajoy pide un acto de fé: que le crean que las tiene, pero que no las presentará hasta el verano que viene--, como de desincentivar el voto de los indecisos, de generar más abstención.

La economía como centro del debate, acompañada de una campaña de perfil bajo en el resto de los grandes temas que fueron objeto de oposición brutal durante los cuatro años de Legislatura. Esa es la fórmula mágica que un sector de la dirección del PP cree haber encontrado para derrotar al PSOE. Pero no todos están de acuerdo. Otro sector, que controla además potentes medios de comunicación, cree que sólo manteniendo la dureza opositora, resaltando los aspecto maléficos del socialismo, se asegura el triunfo.

Pero dejemos a los populares inmersos en su polémica sobre estrategias electorales, todavía en tono menor a la espera de que se sustancien las listas y se vean cuántos amigos o enemigos están o no están, que entonces será el momento en que aparezcan los cuchillos cachicuernos. Para las filas socialistas la clave está en saber hasta que punto el Gobierno, el PSOE en su conjunto y las organizaciones regionales, provinciales y locales, son capaces de contrarrestar el apabullante bombardeo mediático para convencernos de que España se encuentra al borde del abismo.
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