Los fantasmas de la vieja mili sobrevuelan los parlamentos europeos, pero la mayoría está pensando en una mili distinta, una más útil, lógica y eficaz. Un período que podría ir desde los 3 meses a los 2 años y dirigida a distintos grupos sociales: hasta 25 años, de 25 a 35, de 35 a 50.
Se trataría de compartir vida con gentes de otras procedencias, de aprender o perfeccionar un oficio, electricista, piloto de drones, mecánico de aviones e incluso formarse para la universidad u obtener créditos universitarios para reengancharse al salir del servicio cívico-militar.
Una mili en la que se aprendiera sobre el cambio climático y sus posibles soluciones, una mili con un aspecto importante de ONG para ayudar en emergencias; una mili que enseñe sobre la constitución y nuestros derechos civiles, que practique simulacros y prepare a los ciudadanos para aplicar una RCP, organizar un edificio de vecinos durante una catástrofe.
Una mili que tuviera la opción de instrucción sin armas para los que no quieran aprender el manejo de armas, que ayude a reforzar el contrato social o cívico que nos vertebra como sociedad y reconstruya el sentido de pertenencia, tan denostado hoy.
Una mili práctica y enfocada a la empleabilidad, pagada e incentivada con ventajas fiscales que permita a los asistentes mejorar sus conocimientos, habilidades y capacidades y que genere una especie de resiliencia nacional que nos ayude a entendernos mejor como país, que reparta oportunidades de manera equitativa y fomente el servicio público como compromiso con nosotros mismos. No sería, en fin, un proyecto que separara sino que uniera, más parecido a un Plan Erasmus Nacional que a aquella mili disparatada de Franco.
La mili trasladaría a la ciudadanía valores como el servicio, la cooperación, el liderazgo y el respeto a la norma simplemente por ser norma. Alejaría a muchos jóvenes del desarraigo, del abandono y la caída en la droga o el alcohol y daría oportunidades sociales incluso a los abandonados a través de una estructura meritocrática y positiva.
Imagino una mili unisex que redujera el abandono escolar al reciclar y reinsertar a muchos que hubieran abandonado prematuramente; que ofreciera itinerarios para reconectar con los estudios, avanzar hacia la universidad y que imbricara una corriente de alta densidad en educación, trabajo y servicio público.
Reintroducir el concepto Deber Cívico Libremente Asumido de manera eficaz y rentable porque ese espíritu ya existe en nuestra sociedad y muy arraigado: ahí está nuestra respuesta voluntaria, generosa y gratuita ante la dana del 24 o ante el chapapote del 02 o ante la invasión de Ucrania.
Este Servicio Voluntario ofrecería un espacio común donde distintas generaciones convivirían, donde gentes de distintas procedencias sociales y geográficas convivirían y el roce hará el cariño, como suele ocurrir.
Nuestro país está cada vez más fragmentado y los políticos y gobernantes, esa lacra, agrandan las diferencias entre nosotros solamente porque creen que así consiguen más votos o amarran los que ya tienen. En estas circunstancias, una experiencia colectiva de servicio y aprendizaje, con o sin instrucción armada, reconstruirá muchos vínculos sociales y ahondará en algo que hemos perdido hasta niveles insospechados: el sentido de pertenencia lo que, obviamente, nos llevará a fortalecer la cohesión democrática.
La mayoría obtendrá ventajas y beneficios de su paso por esta mili cívica, muchos podrán volver cada cierto tiempo y reevaluar sus conocimientos con nuevos servicios trimestrales o reenganchándose si lo desean o convertirse en militares de carrera, pilotos, ingenieros de toda clase, marinos, capitanes de barco, camioneros, expertos en energías renovables, instaladores, etc. Serviría, pues, también de una formación profesional complementaria, paralela y concatenada con la actual FP y los Módulos en Competencias laborales demandadas, que sirva para acceder a la universidad o complete su formación mediante un sistema de puntos o créditos compatible con el que ya existe en las universidades.
Puede parecer una excentricidad, pero nuestros colegas europeos se están moviendo en direcciones parecidas, lo exige el momento geoestratégico, pero lo exige también la particularidad de nuestro país que se encuentra muy fragmentado por culpa de los políticos que tenemos que sufrir:
¿Qué han hecho Aizpuría, Rufián, Nogueras, Feijoo, Montero, Abascal, Ábalos, Cerdán, Leire Diez… por la sociedad en su conjunto? Nada, de hecho, han trabajado como buenos quintacolumnistas para dividirnos aún más como país.
Y ahora lo más jodido: a ver quién lo propone con la polarización que nos están echando encima.