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La hoguera de las vanidades en Cibeles

La hoguera de las vanidades en Cibeles

jueves 14 de febrero de 2008, 19:30h
Hacía tiempo que no me dejaba yo caer en un sitio con tanto glamour. Sí, si estaban pensando en la pasarela Cibeles lo han adivinado. Yo no soy la directora de Elle, ni de Vogue pero si me sientan en la primera fila del desfile cruzo las piernas igual de bien. Y aunque soy canapera tomo notas como si estuviese preparando el especial otoño invierno del 2008. Esta vez me acredité porque los de seguridad de Ifema son terribles y es casi imposible burlar su seguridad.

Total para nada porque en la mismísima puerta me encontré con Carmen Rigalt que tiene amigos hasta en el infierno y me presentó a uno que no sé si manda pero desde luego controla toda la moda dentro y fuera de Cibeles: Jesús Mari Montes-Fernández que es de Tudela y como todo navarro resultó ser una delicia de anfitrión. Así que, sin contar con ello, esta canapera se sentó en primera fila a ver los desfiles, al lado de las grandes para pasar a continuación al Kissing room que Moët Chandon organizaba para los VIP, es decir, para la gente como yo.

En el primer desfile vi a Lola Carretero, una señora que (parece ser) sabe mucho de moda aunque es más conocida porque está casada con Iñaki Gabilondo.

La pasarela Cibeles bien podría denominarse de las vanidades. Sentarse en primera fila es lo más in y hay verdaderas peleas por conseguirlo pero, como no podía ser de otra manera, siempre con ingentes dosis de kisses, smiles y buen perfume. A un lado, los profesionales de la moda. Los diseñadores les temen más que a un tornado porque algunos con sus viperinas lenguas se pueden cargar el trabajo de un año. Del otro lado, los que dan colorido a un desfile. Según quién se siente en la primera fila de tu desfile, así tendrás mejor o peor publicidad. Y es que, a ver, como en todo, hay clases. No es lo mismo que se siente en tu desfile la Infanta Elena que Carmen Lomana. Con la primera todos tus esfuerzos se ven recompensados (España es muy monárquica, se ve), con la segunda, la colección se te puede ir al traste. Y para los no avezados les explico que Carmen Lomana es una mujer cuyo mejor aportación a la humanidad ha sido la frase: “Me fascina tanto Chanel que me hecho construir un ropero en mi casa sólo para colgarme ahí los trajes que tengo de esa firma”. (Aclaración: la frase no es textual pero más o menos decía una tontería así). Bien, pues la tal Lomana acudió al desfile de Juanjo Oliva. La muchacha tuvo tanta suerte que logró sentarse al lado de Elena Salgado, autora de esa fantástica ley que nos tiene a todos los fumadores cabreados y también promotora de que por Cibeles no desfilen muchachas que parezcan sacadas del Biafra. A lo que iba que me pierdo. Lomana estaba justo detrás de unas enormes gafas de sol. Ella cultiva la discreción como nadie y al más puro estilo pensamiento de niño de cuatro años piensa “si me tapo los ojos, no me ves”. Como no se puede una sentar en un desfile y taparse los ojos, se coloca unas enormes gafas negras por las que estoy convencida que no ve nada y así (pensará ella) que no la ve nadie. No sé, supongo que no será para que los demás nos fijemos en ella. No lo creo, la verdad. Da igual. El caso es que en el desfile de Juanjo Oliva, además de a Lomana vi unos estupendos vestidos de gasa que (me ha confirmado el propio Juanjo) los tiene hasta la talla 48. Y también visualicé a Mo, es decir, la hermana de Penélope Cruz. La de Alcobendas convierte a todo el que se acerca a ella en una palabra monosílaba: a saber, Javier Bardem es Ja, Tom Cruise es Tom y así sucesivamente…

Con el desfile de Andrés Sardá me quedé fascinada. Yo no he pisado nunca un lupanar pero me imagino a las meretrices vestidas de esa guisa: a saber, con transparencias, ligueros y caras de malas, así como con un látigo. Se lo comenté a mi acompañante y me corrigió: “no, las meretrices tienen morbo y éstas sólo huesos”. Todo puede ser. Lo que hay que reconocerles a estas mujeres de medio kilo es lo bien que caminan con zapatos que les triplican el peso. Igual es por eso que caminan como jacas y primero llegan sus piernas y diez minutos más tarde, ellas.

El último desfile que vi fue el de la siempre simpática Kina Fernández. La gallega es lista y práctica y defiende su cultura (la gallega) a base de buenos cortes (de confección) sin pasar por ikastolas a la gallega ni abanderarse en chorradas de terruños ni independencias raras.

En el kissing room (así lo denominó nuestro anfitrión porque es lugar dónde todo el mundo se besa) es a su vez, el sitio donde la gente intercambia las impresiones y sus tarjetas a base de traguitos del mejor champán. Y dónde las jefas de prensa, directoras de comunicación y responsables de las marcas con más glamour se esfuerzan por contentar a todos y todas. Un ejemplo, María de la Puerta, de Globally, tan guapa como encantadora.

En el kissing room departí con Cristina de Alzaga la directora de AR (las siglas de Ana Rosa Quintana) que aguanta estoicamente la broma ya histórica de “esto es más difícil que salir en la portada de la revista de Ana Rosa”.
Me hubiera encantado quedarme todo el día pero el deber y mi indudable sentido del cotilleo, me llamaba y tenía que sentarme en el ordenador para contarles esto.

Por cierto, las modelos, vistas de cerquita, no valen tanto.

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