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A toda pastilla

A toda pastilla

lunes 18 de febrero de 2008, 17:47h
Corría el mes de diciembre de 1999. Yo dormitaba en el primer AVE de la mañana desde Sevilla a Madrid, acompañado de otro periodista, Alberto Valverde, entonces en ‘Cambio’, que había asistido, como yo, a una cena tardía con el presidente andaluz, Manuel Chaves. Desperté de golpe al escuchar por los altavoces: “Bienvenidos al AVE Sevilla-Barcelona…”. Me cercioré de que no estaba soñando y llamé a un encargado del tren.

-Oiga, que han dicho ustedes ‘bienvenidos al AVE Sevilla-Barcelona’.

-Naturalmente, señor; este es el AVE Sevilla-Barcelona –respondió, sin inmutarse, el funcionario.

-Pero si no hay AVE Sevilla-Barcelona...

-A partir de ahora, sí lo hay –concluyó, muy seguro y con algo de guasa, el responsable.

Solamente cuando aparecieron otros trabajadores del tren, con inequívocas caras de jolgorio, me dí cuenta de la realidad: estábamos en diciembre, y aquella mañana era la del día 28. Los santos inocentes.

 -No se rían tanto, que ya falta menos para que esa broma suya se haga realidad—les dije, por salir del paso y para tratar de mostrarles que yo no era tan pardillo como a primera vista podía parecer.

 La realidad ha llegado. Algo tarde, pero mejor eso que nunca. El tren de alta velocidad a Barcelona existirá desde las próximas horas. Y, en estos años, la verdad es que, gracias a sucesivos gobiernos de distinto signo, las infraestructuras se han multiplicado en España, hasta convertirnos –lo digo sin asomo de chovinismo-- en casi líderes europeos y mundiales en autovías y líneas ferroviarias. Un enorme cambio, un logro que no queda empañado por algunas chapuzas, por ciertos apresuramientos, por algún desplante que otro.

Cierto que ha costado unir por tren rapidísimo las dos principales ciudades de España. Pero ya está. El mérito no es (solamente) de Magdalena Álvarez y de su equipo, ni de Alvarez Cascos, ni de los anteriores. Es de todos nosotros. Creo que el AVE es algo más que una obra pública: es un factor de cohesión de este país nuestro. El secular atraso en las comunicaciones en España ha dejado de ser una broma. Ni siquiera para el día de los inocentes. Y yo, que desde luego no me cuento entre los que piensan y dicen aquello de que ‘cuanto peor, mejor’ –hay que ver las cosas que comentaron algunos cuando este tren se iba a llevar a Sevilla--, me alegro. Desde este miércoles, Cataluña estará algo más cerca.
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