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¿Se va el comandante?

¿Se va el comandante?

miércoles 20 de febrero de 2008, 06:26h

El último acto oficial del máximo líder de la revolución cubana no fue el que sus muchos enemigos esperaban. Es más, ni siquiera es seguro que sea el último.

Fidel Castro no se murió, ni fue víctima de un atentado, ni fue derrocado. En lugar de todo eso, a través de un mensaje publicado al amanecer de ayer en la versión digital del diario oficial Granma, anunció que, después de casi medio siglo al frente de la isla comunista, no se postulará como presidente del Consejo de Estado ni como comandante en jefe ante la Asamblea Nacional, que se reúne el domingo para escoger esos cargos. Él mismo -no sin ayuda de sus 81 años y una enfermedad que lo alejó de la vista pública hace año y medio- decidió cuándo y cómo salir de escena, luego de presidir, desde la clínica, el inicio de lo que todo indica será una lenta transición y no la caída abrupta del régimen, que sus contradictores pronostican en vano hace años.

De la revolución cubana y su jefe pueden decirse toda clase de cosas. Los principales gobiernos de Occidente, como lo hizo George Bush desde Tanzania, no tardaron en saludar su retiro como el anuncio de que vendrán cambios democráticos. Otros, desde la izquierda, lo lamentan. Lo cierto de esta nueva es que aparta al líder de sus cargos oficiales, sin apartarlo de la vida cubana. Ahora, que nadie en el mundo sea indiferente a la suerte de Fidel es, quizá, la justa medida del impacto que este hombre y la revolución que lideró tuvieron -más allá de las pasiones que despierta- en el siglo XX y comienzos del XXI. Y de las incertidumbres que pesan sobre el futuro de Cuba.

De héroe libertario de los años 60 a cuestionado comandante de un régimen totalitario, la parábola política de Castro ha sido singular. Líder de los primeros barbudos que salieron de la montaña para derrocar a un dictador en América Latina en la posguerra. El primer régimen comunista bajo las narices de Estados Unidos. El dictador no monárquico por más tiempo en el poder. Un régimen que sobrevivió a uno de los más prolongados embargos económicos; a una crisis que, en 1961, puso al mundo al borde de la guerra nuclear; al hundimiento de la URSS, que lo apadrinaba, y a un año y medio de ausencia pública de su líder único.

Campeonatos que tienen su contraparte. En Cuba no hay libertad. Más de 200 periodistas y opositores languidecen en prisión. El partido único no admite competencia y las elecciones ni siquiera pretenden ser democráticas. Un sistema de salud y educación con logros notables contrasta con crecientes problemas económicos que, sin el oxígeno de la ayuda de Venezuela y de China, quizá habrían convertido el descontento soterrado en protestas abiertas. Como dijo el ministro de Exteriores sueco, Carl Bildt, la de Castro es "una era que empezó con esperanzas y terminó con opresión".

¿Qué va a pasar en Cuba? Un primer indicio será si la Asamblea confirma a Raúl Castro, apenas cinco años menor que Fidel, como sucesor en firme, o recurre a alguno de los de la 'generación intermedia', como el primer ministro Carlos Lage, mucho más joven. Raúl ha venido hablando de que hacen falta cambios "estructurales y conceptuales" en el régimen, pero ni el ritmo ni la profundidad de esos cambios están claros. Es posible que se abran algunas puertas en materia económica. Pero el Partido Comunista no muestra intenciones de aflojar un ápice su control exclusivo del poder. Fidel Castro ha sido elegido miembro de la Asamblea y, en calidad de "soldado de las ideas", seguirá escribiendo sus 'Reflexiones'.

"Mi deseo era seguir con mis deberes hasta mi último suspiro", dijo en su mensaje. Una cosa es que abandone los deberes oficiales. Pero, para que deje el cargo casi espiritual de líder máximo, Cuba, los cubanos de la isla y los de Miami seguramente habrán de aguardar ese suspiro.

 

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