En estos días celebratorios del centenario del nacimiento de Rómulo Betancourt, conviene recordar la importancia epicéntrica que le atribuía el guatireño al conocimiento de la historia en la formación de los líderes políticos. Él mismo aclaró que leyó íntegra la His toria contemporánea de Venezuela (14 volúmenes) de Francisco González Guinán, en la Biblioteca Nacional de San José de Costa Rica, durante su exilio centroamericano. En tal sentido, apunta Blas Bruni Celli en un luminoso ensayo sobre Betancourt: "Ha sido su conocimiento de nuestra Historia política, conocimiento asimilado con una rara perspicacia y una especial penetración en lo que podríamos llamar la idiosincrasia del país, lo que ha dilatado y ampliado su mundo y su experiencia de estadista y por ello ha sobrepasado en siglos las vivencias de lo que pudieran ser sólo las experiencias de una existencia individual. Porque, precisamente, esa es la importancia que como disciplina tiene la Historia y que por tal debe conocer todo político que estime seriamente sus tareas".
Evidentemente, no puede ser igual un político que abraza la vida de la polis con lecturas de historia, que otro que jamás ha tomado un libro entre sus manos o, que si lo ha hecho, lo lee desde un castillo de prejuicios ideológicos. Este mismo fervor por la Historia venezolana llevó a Betancourt a navegar entre papeles durante toda su vida, entre ellos citó en agosto de 1945, en su columna del diario El País, una carta del general Rafael Urdaneta al presidente de la República, José Antonio Páez, con fecha 18 de octubre de 1839, donde le ruega se aplique a su caso de indigente la Ley de Inválidos, de manera de poder sobrellevar la vejez con algún medio de subsistencia, ya que él no tiene ni con qué comer. Como vemos, el tema de la honradez administrativa, de la lucha denodada contra la corrupción formó parte durante toda su vida de las obsesiones centrales de Betancourt. Y la carta del honradísimo general Urdaneta fue una pieza de tanta importancia para el guatireño como si se tratara de la oración de un creyente a su santo más venerado.
Este hiperdesarrollo del sentido histórico condujo a Betancourt a cavilar frecuentemente acerca de la permanencia de lo que hacía. Por eso llevaba un archivo detallado y le consagraba horas de sus últimos años a la redacción de su Memorias, que lamentablemente su muerte dejó en suspenso para siempre. De su obra pública, refiere el ex presidente Velásquez en esclarecedor ensayo, que consideraba que "el hecho político más importante del siglo XX venezolano lo constituye la organización del pueblo en partidos y en sindicatos, pues son las dos fuerzas indispensables para asegurar en el país el orden democrático". También, recuerda Velásquez que alguna vez afirmó que "ante la historia concedía prelación a su condición de fundador de un partido político que a la categoría de Presidente de la República". En verdad, sólo un político con altísima conciencia histórica escribe una obra de la magnitud de Venezuela, política y petró leo, acaso el libro de comprensión del país más valioso que haya escrito ex presidente alguno en todo nuestro devenir.
Abrigo la esperanza de que las nuevas generaciones de políticos que Venezuela requiere se formen amando a su patria y a su historia. Y la única manera de amar es conocer.
Tendría la certeza de que el futuro del país no está comprometido, si los estudiantes estuviesen haciendo talleres de lectura en Historia nacional, como lo hizo Betancourt con sus compañeros, cuando fundaba un partido que se proponía cambiar el destino de la República, cosa que finalmente logró.
Rafael Arráiz Lucca
rafaelarraiz@hotmail.com