www.diariocritico.com
Dos Españas

Dos Españas

martes 26 de febrero de 2008, 00:28h

Ha sido más importante el primer debate electoral entre candidatos socialistas y populares desde hace 15 años de lo que yo mismo hubiera estado dispuesto a creer. Y lo ha sido porque, más allá de quién ha ganado o quién ha perdido, ha demostrado lo que es de Perogrullo, pero que hay que decirlo: ni Rajoy es el ogro que se come a los niños crudos ni Zapatero el hada-padrino que regala con su varita sonrisas y bienestares sin fondo. Y, políticamente, también ha demostrado que ni Zapatero es Pedro Solbes ni Rajoy es Manuel Pizarro. Vaya eso por delante.

El debate Zapatero-Rajoy ha sido muy intenso, mucho más de lo que se podría esperar. Es cierto, como dijo después un despechado Gaspar Llamazares, que se trató de dos monólogos con pocas propuestas y demasiados reproches. Es decir, la expresión más genuina de dos proyectos completamente distintos que, en vez de darse la mano para avanzar juntos en puntos tangenciales, se dan la espalda. Pero ha dado ocasión de ver la imagen real de ese ‘Bambi de hierro’ con el que a ZP le rebautizó en su día Alfonso Guerra.

El tono ha sido tremendamente agresivo, pero lo ha sido a dos bandas; es decir, que si a Rajoy se le puede acusar de trasgresor, no menor calificativo se le puede aplicar a Zapatero. Los dos han soltado no ya palabras, frases o razones ‘políticamente incorrectas’, sino incluso casi exabruptos. Y en verdad que es difícil ver a Zapatero tan al borde del precipicio. Por eso considero que ha sido un acierto de Rajoy el tender una trampa en la que cayó su contendiente: las cejas enarcadas de ZP lo mismo significan beatitud, como dicen los agradecidos cómicos de la SGAE, que malicia, en el peor sentido de la palabra.

No es exagerado decir que Zapatero ha aparecido más crispado que nunca. Las cejas más arqueadas, estaba incómodo. Quiso dar la sensación de energía, de firmeza democrática frente a una ‘derecha cavernícola’, pero no le ha salido plenamente el juego. Su crispación fue notable cuando se abordó el tema de ETA, el preferido de Rajoy. Zapatero terció con el 11-M y la “fabulación indigna, inmoral sobre lo que fue aquel atentado”. Pero Rajoy no entró en la trampa fina; siguió con el juego de ETA, en el que se siente firme, seguro, a gusto. Sólo, acaso, un error dialéctico, pero previsible en Rajoy: el utilizar a las víctimas del terrorismo, acusando al presidente del Gobierno de agredirlas. Pero, claro, Zapatero volvió también a lo mismo de la ‘foto de las Azores’, del 11-M, de los islamistas… de Bush y de Aznar.

En esos puntos, Zapatero perdió los papeles: interrumpe a su interlocutor, y eso no da buena imagen.

En el complejo tema de la inmigración, Rajoy ha estado más sensato y convincente de lo que suele parecer. Lo tenía previsto y muy estudiado y Zapatero ha tenido que salir por internacionalismos de viejo cuño y por buenos deseos de encabezar la solidaridad en el mundo.

Guste o no guste, Rajoy ha ido a este debate mejor preparado en cuanto a imagen que Zapatero, que parecía estar a la defensiva en muchas ocasiones. Y, así, el segundo bloque de la primera parte del debate fue inequívocamente perdido por Zapatero, que se mostraba como desconcertado, interrumpiendo una y otra vez y como si hubiera perdido el rumbo. Rajoy ha estado convincente, sereno, menos radical de lo que le acusan de ser y desmotrando conocer mejor los temas de lo que parecía. Puede ser una sorpresa, pero fue así.

¿Quién ganó? ¿Quién perdió? Yo creo que los dos perdieron un poco y muy poco ganaron los dos.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios