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¿Peligra el PP?

viernes 23 de mayo de 2008, 15:18h
  No son los mismos tiempos ni las mismas circunstancias, pero lo que ahora está viviendo el Partido Popular se parece mucho a la debacle de la UCD en la que casi sólo Calvo Sotelo mantuvo la dignidad de aquel invento -y la suya propia- sabiendo, como sabía, que el final era inevitable y dramático: "el suflé nunca sube dos veces" dijo don Leopoldo en una de las metáforas mas lúcidas de la transición.

   ¿Está en peligro de correr la misma suerte el PP? Obviamente, no; pero sí vive en estos momentos algo parecido y tal vez para entenderlo, habría que remontarse un poco al pasado. Pese a su presidente de honor,  Fraga, fundador de AP, el partido que hoy lidera Rajoy no es el heredero -mal que le pese a Pepe Blanco- ni del fundado por don Manuel con aquellos mal llamados "magníficos", ni residuos del franquismo ni la "derecha extrema". Tras el congreso que todo el mundo recuerda como el de la "refundación", el PP integró lo poco que quedaba de AP y las mucha familias que en su momento formaron la UCD.

   En el PP de Rajoy -como en el de Aznar- se citan liberales, progresistas, conservadores, demócrata-cristianos, nostálgicos, centristas, derechistas, anti-psoes etc. El PP, pese al tiempo transcurrido, sigue siendo un partido "inventado" (todos lo fueron en su momento) pero el PSOE, el PCE (lo de IU es una risa) y hasta el PNV tienen detrás una larga historia con minúscula como la tienen los liberales o los conservadores sólo que estos más que tener historia, estuvieron en la Historia (con mayúscula) por lo que, lógicamente, aquellos referentes ya no son válidos.  Se trata pues de un partido joven aun, que abarca muchas "sensibilidades" y que sólo sabe de si mismo dos cosas tan generales que casi no definen nada: que es centrista y reformista. A partir de ahí los problemas, porque al centro se llega por muchos caminos.

   Rajoy aclaraba las cosas: cuando las circunstancias cambian, sería suicida no cambiar. Y tiene razón. La gente quiere acuerdos y no oposición cerrada; entre los diez millones de votantes del PP habrá cristianos y humanistas, pero no necesariamente todos van a ser  humanistas-cristianos. Lo que no sería admisible es hacer un partido a la medida del electorado, es decir, renunciando a unos valores que se le supone. Pero para defender esos valores se puede ir al Constitucional o  a la Catedral de Almudena con Rouco; y en estos cuatro años pasados tal vez el PP ha estado el mismo tiempo en la antesala del Constitucional que en la sacristía. Y eso, les gustes o no a unos pocos, ya no puede ser.  

   El problema ahora se ha centrado en la marcha de María San Gil que, si bien al principio con la información que se tenía, podía tener una cierta justificación, una vez conocida la ponencia política y escuchadas las explicaciones de todos menos de las propia María, no parece sostenerse muy en pie. Perder la confianza por intuición de lo que pueda pasar, no es serio.  

   Si Rajoy es capaza de superar los personalismos y de integrar no sólo a Gallardón sino a Esperaza Aguirre, Arístegui y tantos otros que hoy parece que van por libre, ganará esta carrera. Pero la derecha es lo que es y falla en lo que falla. Hay voces que claman por lo que antes he dicho: la referencia -o mejor, la no referencia-  al humanismo cristino; vale. ¿Y cuando Felipe dijo que el PSOE dejaba de ser marxista? Aquello si que era serio, tan serio como necesario. Hubo una crisis pero se impuso la coherencia. Pues ya está; que se tome ejemplo en el PP de lo ocurrido en el PSOE y que del congreso de Valencia, para bien de la democracia, salga un partido centrado, centrista, dialogante y del Siglo XXI sin tener que renunciar ni a los valores que lo conforman ni a las personas que lo hacen alternativa.

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