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Pánfilo

Pánfilo

domingo 08 de junio de 2008, 23:48h

Por contradictorio que parezca, creo que mi temprana vocación de pánfilo terminó por hacerme incrédulo y malicioso, hasta llegar a desconfiar de muchas cosas y de muchos personajes, especialmente de esos que han sido convertidos en franquicias de nuestro gentilicio, el joven revelación de nuestro mundo musical (con pretenciones en el otro), Gustavo Dudamel por poner un ejemplo. En una de sus películas, Cantinflas remedaba a los directores de orquesta y no lo hacía tan mal (o lo hacía tan bien).

El ejercicio del periodismo ayuda a desencantarse prontamente de los personajes que Fernando Savater, a fin de cuentas más sabio, reconoce como causantes de que uno sienta "la desdicha de haber nacido para la militancia y no creer en causa alguna" y además los identifica: "Son muchos, bien instalados, están seguros de sí mismos, creen que parte de su misión es obligar a creer a los demás..., sostienen la razón de Estado y la sinrazón de expolio que aquella suele amparar... y mienten con inalterable severidad".

Si uno pudiera decidir el destino de ellos, les aplicaría una letra de cha cha chá: "Que se mueran los feos / que se mueran los feos / que se mueran toditos / toditos los feos", por que, en verdad, son feos por muy bonitos que los hayan pintado.

Y el más feo de todos, en el sentido de lo que venimos hablando, no puede ser otro que el comandante que, tardíamente (como todo lo de él), vino a rescatar el Nuevo Ideal Nacional, nada menos que de Marcos Pérez Jiménez y, a punto de agonía, el Patria o Muerte Venceremos de Fidel Castro. Un paranoico como él perfectamente puede confundir el culo con las pestañas.

Si tuviera que buscar padrino para mi vocación panfletaria escogería a Baroja (don Pío), un escritor siempre estigmatizado por escuderos como Francisco Umbral (al servicio de Camilo José Cela, que no supo ser Quijote): "Su Juventud, Egolatría es el Zaratustra de un estudiante que se masturba demasiado y lee poco", dijo Umbral de Baroja, quien leyó mucho y se masturbó poco.

A don Pío le reventaban escritores como Anatole France, por viejo verde; virtuosos (del violín) como Pablo Sarasate, por cursi; y discurseadores como Emilio Castelar, por demagogo. Umbral sabía perfectamente que no hubiera pasado el examen, por más que intentara impresionarlo con su larga melena y su capa de mosquetero (quizá precisamente por eso).

Qué no hubiera dicho de Hugo Chávez, populista, ridículo y embustero. Francamente, creo que antes identificábamos mejor a los habladores de pendejadas.

Pedro Llorens
pllorens@el-nacional 

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