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Ya sólo falta un mes

Ya sólo falta un mes

martes 08 de julio de 2008, 20:11h
TITO B. DIAGONAL
Barcelonés de alta cuna y más alto standing financiero, muy apreciado en anteriores etapas de este diario, vuelve a ilustrarnos sobre los entresijos de las clases pudientes.

Nada, así que pasen treinta días, en horario imposible para los/as españolitos/as, vais a tener, amadísimos, globalizados, megaletileonorisofiados y deportiveados niños y niñas que me leéis, la gran cita cuatrienal con los Juegos Olímpicos. Que este año tocan en Beijing (que es como los cursis llaman ahora al Pekín de toda la vida). La China Comunista del Capitalismo de Estado se dispone a albergar el Gran Negocio de la Era Moderna (hay días en los que se me entiende todo) y ser el foco de atención durante tres semanitas. Tiempo habrá de comentar eso en profundidad, pero hoy vamos de aperitivo… Y, con acento básicamente español…

Ya sabréis, pequeñines/as míos/as, que cuando se llega a esta tesitura, los dirigentes deportivos de nuestra España, curándose en salud, suelen decir que lo importante es participar, aquella solemne memez que soltó, seguro que bajo los efectos de algún brebaje de alto contenido etílico, el barón Pierre de Coubertin, en los primeros Juegos Olímpicos de la Era Moderna, allá por el año 1896. En fin, que esa es la excusa para que los altos directivos del deporte patrio, aparte de irse de viaje a la China milenaria, puedan lucir atuendo oficial y desfilar tras la rojigualda, mientras dejan bien clarito cuál es el ideal olímpico, a la espera de que algunos esforzados/as deportistas ganen una medalla para, entonces, poderse hacer con él la foto de rigor en la que el directivo aparecerá orgulloso, muy orgulloso, tremendamente orgulloso de la hazaña ajena.

Citius. Altius. Fortius. Más lejos. Más alto. Más fuerte. El ideal olímpico reconsagrado por el citado barón De Coubertin (por lo visto, nuestro personaje, a la hora de soltar frases, para inspirarse, solía recurrir a la ayuda de algún fuerte cordial de más de 40º grados proof, que nunca estuvo penado por el Comité Médico del CIO, tan picajoso, desde hace unos años, con las hormonas, los corticoides, la epo y otras maravillas de la industria farmacéutica). Ni que decir tiene, que a los pioneros siempre se les critica, incluso después de haber pasado a mejor vida y penetrado en la gloria por la puerta grande.

¡Ay, la gloria olímpica!... ¡Cuánto tarda en llegar!. Fijémonos en Juan Antonio Samaranch Torelló, marqués de Samaranch y conocido como El Señor de los Anillos (olímpicos, por supuesto), hoy retirado, pero que sigue siendo un poder fáctico en el olimpismo (en realidad, él, Samaranch, es El Poder). Ya desde pequeño, en el piso familiar de la barcelonesa calle de Trafalgar, ante la socorrida pregunta de “¿nene, de mayor, qué quieres ser?”, respondía con determinación: “¡Presidente del Comité Internacional Olímpico!”. Y se pasó más de la mitad de su vida en pos del sueño olímpico, escalando dentro y fuera de España todo lo escalable. Citius. Altius. Fortius. Más lejos. Más alto. Más fuerte. Y Delegado Nacional de Educación Física y Deportes, a las órdenes, por supuestísimo, de Francisco Franco, Caudillo de España. Citius. Altius. Fortius. Más lejos. Más alto. Más fuerte. ¡Presidente del Comité Olímpico Español! Citius. Altius. Fortius. Más lejos. Más alto. Más fuerte. Embajador de España en Moscú (1980) y uno de los vicepresidentes del Comité Olímpico Internacional. Citius. Altius. Fortius. Más lejos. Más alto. Más fuerte. ¡¡Presidente del Comité Olímpico Internacional!! (el irlandés lord Killanin, había tirado la toalla y se había retirado para seguir bebiendo –y no agua, precisamente— en privado hasta que una cirrosis piadosa se lo llevó de este valle de lágrimas). Citius. Altius. Fortius. Más lejos. Más alto. Más fuerte. A Samaranch le dan la presidencia de La Caixa. Él corresponde --corría octubre de 1986-- diciendo aquello de “A la ville de... ¡Barsalona!”. Citius. Altius. Fortius. Más lejos. Más alto. Más fuerte. Los JJ.OO. de 1992, el gran lanzamiento internacional de Barcelona y, de paso, el triunfo del deporte como lucrativo espectáculo, con las grandes cadenas de televisión cotizando en Lausanne, en la sede de le Comité International Olympique.

Citius. Altius. Fortius. Más lejos. Más alto. Más fuerte. Juan Antonio Samaranch, encarnación perfecta del ideal olímpico. Un español y catalán universal, que a lo largo de su vida ha sabido llegar más lejos, subir más alto y ser el más fuerte (deportiva y económicamente hablando). ¿Quién de entre los españoles del siglo XXI será capaz de recoger su legado?...

Pues haberlo, húbolo... Y carrerón inicial que llevaba el encargado de hacer sonar el nombre de España en los foros olímpicos. Citius. Altius. Fortius. Más lejos. Más alto. Más fuerte. Ahí iba, camino del éxito, sin prisas, pero sin pausas, Iñaki Urdangarín, duque consorte y con suerte de Palma de Mallorca, el más espabilado de los yernos regios. Fue  vicepresidente del Comité Olímpico Español (por algo se empieza, ¿no?), pero dado que está en el negocio de la organización de eventos deportivos lo tuvo que dejar, que la cosa quedaba como muy fea. Vuelve a triunfar el ideal olímpico, efectivamente. Citius. Altius. Fortius. Más lejos. Más alto. Más fuerte. Es una carrera de fondo, en la que, por supuesto, hay que ser el más rápido, el que escala más alto, el que juega más fuerte... Y el que tiene más jeta, claro…

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