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La decadencia moral de la izquierda

La decadencia moral de la izquierda

martes 22 de julio de 2008, 05:17h

Fue sencillamente increíble. Sin embargo, estaba ahí con la cara sonriente, aunque no por la fuerza, sino movida por la verdadera alegría. Sencillez y un semblante redondo donde sus arrugas le devolvían la vitalidad. Seis largos años con el sufrimiento rompiéndole el carácter pero aún así la moral estaba incólume como para dar sus testimonios sin mentir. Jamás me imaginé ver a Ingrid Betancourt, ex candidata presidencial colombiana, repuesta y tan feliz al ser liberada el miércoles 2 de julio de 2008 después de su secuestro en el año 2002. Su liberación constituía un golpe político e ideológico para la izquierda armada, así como una oportunidad vital que demostraba al mundo la posibilidad de sobrevivir sin hacerse al héroe por medio de una resistencia violenta; todo lo contrario, Betancourt sobrevivió con lo que más caracteriza a la especie humana: dignidad y temple del espíritu.

Nunca pensé que los gestos tan humanos, sus palabras tan humildes, sencillas, directas, lejos de toda teoría o justificaciones absurdas de los revolucionarios de café y muy lejos también de los salones humeantes de cigarrillos, exageraciones y cobardías, podían tener tanta fuerza. Ingrid está libre y es el ejemplo viviente de una sola lección para toda la izquierda latinoamericana y mundial que todavía añora los movimientos armados: “la moral y la ética no están en la guerrilla, ni en la revolución violenta o las intimidaciones de un socialismo raquítico del siglo XXI”.

La verdadera moral se encuentra en la palabra puesta en el corazón y en éste expuesto con lágrimas y espontaneidad como la sonrisa de Ingrid Betancourt. ¿Son estas mis opiniones una estúpida farsa o un repetir del culto a la personalidad? Para nada, aunque no sentiría la más mínima vergüenza de expresar admiración por la personalidad de alguien que vio por dentro y supo enfrentar a la izquierda hipócrita armada.

Toda aquellos que se llenan la boca de bravuconerías sobre la transformación de la sociedad mediante la revolución y el llanto maloliente para reivindicar los cambios por medio de la brutalidad, son verdaderos sepulcros blanqueados o enfermos mentales porque no se dan cuenta de que la superioridad moral del ser humano no está en el marxismo, ni en las estrategias de la guerrilla como método político para tomar el poder, sino sencillamente en la venia de una mujer que aguantó los vejámenes de varios pillos y delincuentes.

La izquierda latinoamericana necesariamente debe sentirse deshonrada con las acciones de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y por ello también tendrían que reconocer su profunda debilidad moral frente a la fuerza de lo femenino, frente a la tormenta de peticiones para que los movimientos armados desaparezcan de una buena vez de esta tierra que ya tiene suficiente con las farsas de varios pseudo héroes que únicamente fomentan la destrucción de sí mismos y de lo poco que queda de honradez en la búsqueda de un mundo mejor sin violencia.

Hasta la irremediable caída del Muro de Berlín en 1989, los comunistas y representantes de la izquierda creían tener el derecho de propiedad sobre los valores como justicia social, lucha contra la discriminación y combate a la pobreza, como si todo el mundo tuviera la tonta obligatoriedad de etiquetarse con el rótulo de izquierda para no caer en el supuesto conservadurismo de la derecha y el capitalismo salvaje.

Estas concepciones fueron una absoluta equivocación pues ninguna tendencia política tiene el privilegio de atribuirse la herencia moral de la humanidad, primero porque el relativismo e historicidad de los valores siempre están en tela de juicio, y segundo porque la izquierda armada exacerba sus estrategias de poder instrumentalizando todo a favor de una racionalidad política donde todo es válido, inclusive el crimen, extorsión, secuestro despreciable y los vejámenes a los derechos humanos como lo realizado por las FARC.

Ninguna izquierda o derecha puede llevar hasta el extremo sus deleznables utopías políticas subordinando la moral, trata de personas y la violación horrorosa de toda dignidad humana a las estrategias de poder. La liberación de Ingrid Betancourt es el principio del fin de las FARC y una prueba más del retroceso moral de la izquierda y los movimientos armados de toda laya en el mundo.

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