Rodríguez Zapatero sube a la montaña

 Ha sido una estampa simpática y con un alcance simbólico que sólo se produce cuando el esfuerzo está detrás de la actividad. Para los que nos contamos entre los aficionados a la montaña ,la ascensión del presidente del gobierno a una cumbre de los Picos de Europa en una “ jornada extenuante y no exenta de peligro” como la califica exageradamente el cronista de un medio que no ha visto en su vida una montaña, ha sido no solo un contacto con un medio que admiran millones de españoles, sino también  como un anticipo de la actitud que deberá tener José Luis Rodríguez Zapatero en el debate sobre economía que tendrá lugar pasado mañana en el Congreso: conocer el terreno sin ignorar las dificultades, sortearlas  aunque suponga sacrificios y dosificar el esfuerzo.

La sesión parlamentaria, al contrario que la excursión,  viene precedida y se sitúa en una etapa de continuas convulsiones económicas, con  un rosario de malas noticias de todo lo que puede afectar a la salud económica del país y a la confianza del ciudadano en los tiempos futuros: el crecimiento del paro, la alta inflación, el descenso del turismo, el  retroceso de la actividad constructora, la contracción en la industria del automóvil, el aumento del déficit comercial, el crecimiento casi nulo del PIB… Todo han sido malas noticias que el gobierno ha ido encajando como ha podido, más mal que bien, empeorando los calificativos de la situación aunque sin emplear la palabra “crisis”, tan utilizada por la oposición y por los analistas económicos. En cualquier caso, han sido admitidos los efectos negativos de la situación lo que, al margen de cuestiones semánticas, es lo que importa: reconocer las dificultades aunque esto suponga admitir un exceso de optimismo el  pasado que no se compadece con la prudencia. Muy cierto que el pesimismo no crea puestos de trabajo, pero tampoco una excesiva confianza que no comparte la mayoría de los ciudadanos: véanse las encuestas. Ahora, por la propia iniciativa de Rodríguez Zapatero que ha solicitado comparecer en el Congreso, se deduce que conoce bien la realidad; y aunque le costará reconocer errores en el manejo de la crisis, implícitamente ya lo ha hecho.

Pero hay que adoptar medidas proporcionales a la gravedad de la situación económica. Algunas ya se han adelantado, tratando de animar el consumo interno liberando recursos de la fiscalidad, pero nadie puede considerar que es suficiente. Por otra parte es escaso el campo en el que el Gobierno puede jugar bazas importantes al estar sujeto a la política económica de Bruselas en los renglones más importantes. Habrá que jugar con múltiples factores coordinados, como la restricción en gastos corrientes, inversiones en actividades más propicias a generar  empleo -algo se ha dicho, por ejemplo, de programas de rehabilitación  de edificios y viviendas o de actividades de protección forestal- , movilización de celdas de empleo como la escasamente aplicada ley de dependencia y el apoyo a los más afectados directamente por la crisis. Por esto ha hecho muy bien el Presidente en anunciar que no habrá recortes en la política social.

Pero aunque sesudos analistas pronostican que la crisis será relativamente breve, hay que suponer que la recuperación será paulatina y necesitará de medidas que fomenten de modo continuo la reactivación. Se hace necesario en consecuencia emplear los recursos ahora excedentes, aunque el superavit de las cuentas del Estado se puede esfumar en los próximos meses, así como las medidas legislativas adecuadas fijando un calendario  que permita a las demás administraciones y al sector privado hacer previsiones sin sobresaltos y aprovechar las ventajas programadas. Cuando llegan tiempos de escasez de recursos, es más necesario dosificarlos y aplicarlos cabalmente, sin caer en tentaciones populistas ni despertar esperanzas sin base. La realidad, aunque duela.