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Los republicanos merecen perder, pero…

Los republicanos merecen perder, pero…

lunes 22 de septiembre de 2008, 02:26h

El desastroso legado de la administración de George W. Bush hace pensar que el Partido Republicano merece perder las elecciones presidenciales de noviembre, pero el dúo Obama/Biden significaría una aceleración del estatismo y dirigismo del costosamente fracasado Estado de Bienestar que Washington nos ha ido imponiendo solapadamente. Esto suele acelerarse cuando ambos poderes, el Ejecutivo y el Legislativo, están en manos del mismo partido. Sí, como afirmaba Lord Acton: “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. De esa manera, Washington le ha dado la espalda a los fundamentos de la Declaración de Independencia y a aquello que los próceres consideraban ser la única función del gobierno: la protección de los derechos ciudadanos a la vida, la propiedad y la búsqueda de la felicidad.

Uno de los graves problemas que confronta Estados Unidos es el déficit presupuestario que para el año fiscal que comienza el 1° de octubre se estima alcanzará 438 mil millones de dólares, sin incluir el costo de solventar a los dos gigantes del financiamiento hipotecario, Fannie Mae y Freddy Mac. Sí, el pariente endeudado en 20 mil dólares con su tarjeta de crédito es una persona infinitamente más responsable que aquellos que hemos elegido para que protejan nuestros derechos.

¿Piensa que exagero? Ojalá así fuera. Los atropellos cometidos por gobernantes y políticos implicarían cárcel para ciudadanos comunes y corrientes. Quizás el caso más despreciable es la inflación de la moneda que, dicho así, suena como mal incurable, de lo que nadie sería culpable. Incierto. La inflación es un robo efectuado descaradamente por gobernantes y políticos en contra del ciudadano. La Reserva Federal, es decir, el Banco Central de Estados Unidos, fue creado por el Congreso en 1913 y el poder adquisitivo de un dólar hoy es menos de 5 centavos del dólar de entonces. Como si eso fuera poco, aumentos en nuestros ingresos que no cubren el incremento del costo de vida implican que pagaremos más en impuestos sobre la renta porque saltamos a una tasa impositiva más alta, aunque nuestros ingresos reales hayan decaído.

El daño es aún mayor cuando se toma en cuenta que la inflación de la moneda es una invitación a que la gente gaste sus ingresos lo antes posible; entonces, sin ahorro decaen las nuevas inversiones y, por consiguiente, las nuevas fuentes de trabajo, como también la presión salarial que en tiempos de auge económico sienten los patronos que no quieren peder sus mejores trabajadores a empresas competidoras.

Claro que los políticos no nos hablan de nada de eso. La escalada de los gastos gubernamentales supuestamente se lleva a cabo para el mayor bienestar de la mayoría, a quienes se les da a entender que todo ello está siendo pagado exclusivamente por los muy ricos. Mentira. Los muy ricos siempre salen ganando, primero porque pueden darse el lujo de contratar a los mejores asesores de inversiones y de impuestos y porque sus aportes a las campañas electorales suelen ser premiados de múltiples maneras: desde jugosos contratos para la reconstrucción de Irak hasta invitaciones a la Casa Blanca para codearse con los políticamente poderosos.

Una luz al final del túnel es que Sarah Palin parece entender esta realidad y estar dispuesta a dar la pelea en verdadera defensa de los intereses del ciudadano común y corriente, de la clase media de este país, básicamente compuesta por gente trabajadora y responsable que no aspira a recibir dádivas de los políticos ni acepta que las escuelas públicas deformen la manera de pensar de nuestros hijos.

Carlos Ball
Periodista

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