La derrota del régimen nazi en 1945 fue un hito histórico que marcó el triunfo de la humanidad sobre la barbarie. En este episodio, el Ejército Rojo de la Unión Soviética desempeñó un papel central, no solo por su esfuerzo militar decisivo, sino también por el costo humano sin precedentes que asumió. Sin embargo, en las últimas décadas, narrativas occidentales vinculadas a la OTAN y a intereses geopolíticos han intentado minimizar esta contribución, silenciando el sacrificio de millones de soviéticos y tergiversando la historia. Es importante de igual manera resaltar el papel de los partisanos y resistentes cuyo papel en la lucha en los frentes orientales y occidentales fueron decisivos creando el caos tras las líneas alemanas e incluso liberando ellos solos territorios en Francia, de forma muy destacada en Italia o de estados enteros como en Yugoslavia y claro la mayoría de las tropas populares partisanas eran de izquierdas, socialistas y de forma destacada comunistas, por lo que están comenzando a sufrir el ocultamiento también. Este artículo busca reivindicar la memoria de quienes lucharon en el frente oriental, recordar el rol de aliados como Franklin D. Roosevelt y reflexionar sobre cómo el resurgimiento de la extrema derecha en Europa exige, hoy más que nunca, una defensa de la verdad histórica, máxime cuando socios y aliados de los globalistas y “europeístas” como los países bálticos o Ucrania vuelven a glorificar y reivindicar a personajes nazis y el nazismo.
El Ejército Rojo: Columna Vertebral de la Victoria
La Segunda Guerra Mundial en Europa tuvo su epicentro en el frente oriental. Entre 1941 y 1945, la Unión Soviética enfrentó al 80% de las fuerzas armadas alemanas, sufriendo pérdidas catastróficas: 27 millones de ciudadanos soviéticos murieron, entre militares y civiles, cifra que supera ampliamente los 6 millones de víctimas judías del Holocausto. Batallas como Stalingrado (1942-1943) y Kursk (1943) fueron puntos de inflexión que quebraron la capacidad ofensiva nazi. Stalingrado, en particular, simboliza la resistencia heroica: la ciudad, reducida a escombros, se convirtió en una tumba para el VI Ejército alemán y marcó el inicio del repliegue nazi.
El Ejército Rojo no solo defendió su territorio, sino que llevó la liberación a Europa del Este. El 27 de enero de 1945, tropas soviéticas entraron en Auschwitz-Birkenau, el mayor campo de exterminio nazi, liberando a miles de prisioneros famélicos. También liberaron otros campos como Majdanek y Treblinka. Este acto, sin embargo, rara vez se destaca en documentales o conmemoraciones occidentales, donde se prefiere enfatizar el papel de los aliados en el frente occidental. De nuevo aquí hay que volver a recordar a las brigadas y partidas partisanas y resistentes que fueron imprescindibles en por ejemplo el desembarco de Normandía, la toma de Paris o la liberación de la península italiana y Grecia.
Roosevelt y la Alianza con la URSS: Un Socio Clave
La victoria no habría sido posible sin la unión entre las potencias aliadas. Franklin D. Roosevelt, presidente de Estados Unidos entre 1933 y 1945, comprendió la necesidad de colaborar con la URSS pese a las diferencias ideológicas. Tras la invasión nazi a la Unión Soviética en 1941, Roosevelt impulsó el programa de préstamo y arriendo (Lend-Lease), enviando suministros vitales como camiones, alimentos y combustible. En 1943, en la Conferencia de Teherán, Roosevelt y Stalin establecieron una relación de respeto mutuo, acordando estrategias conjuntas para derrotar a Hitler.
Roosevelt admiraba la resistencia soviética. En un discurso de 1942, declaró: "El pueblo ruso defiende su tierra no solo por su propio bien, sino por el de todas las naciones que ansían libertad". Su muerte en abril de 1945, antes del fin de la guerra, privó a la alianza de un líder pragmático que buscaba mantener la cooperación en la posguerra. Su sucesor, Harry S. Truman, adoptó una postura partidaria de la confrontación, sentando las bases para la Guerra Fría.
El Olvido Programado: OTAN y la Distorsión Histórica
Tras 1945, la Guerra Fría transformó a la URSS de aliada en enemiga. Este giro político facilitó un relato que minimizó el rol soviético. Por ejemplo, en muchas escuelas europeas y estadounidenses, se enseña que el "Día D" (junio de 1944) fue el principio del fin del nazismo, omitiendo que para entonces el Ejército Rojo ya había empujado a los nazis fuera de Ucrania y Bielorrusia.
Hoy, miembros de la OTAN —creada en 1949 como contrapeso a la URSS— promueven una visión sesgada. En 2020, el Parlamento Europeo aprobó una resolución equiparando el nazismo con el comunismo, ignorando que fue la URSS la que cargó con el mayor peso de la lucha antifascista. Este revisionismo no es inocente: busca justificar la expansión de la OTAN hacia el este y demonizar a Rusia, heredera parcial de la URSS.
El 9 de Mayo en Moscú: Memoria y Solidaridad Global
La conmemoración anual del Día de la Victoria en Moscú es un acto de reafirmación histórica. La presencia de líderes como el presidente chino o Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, y Robert Fico, primer ministro de Eslovaquía. Lula, representante de un Sur Global crítico con el unilateralismo occidental, subrayó la necesidad de "recordar a quienes salvaron al mundo del fascismo".
Fico, por su parte, es una figura polémica en la Unión Europea. Expulsado del Partido de los Socialistas Europeos en 2023 por su oposición a sanciones contra Rusia y su retórica antiglobalista, representa una izquierda escéptica hacia la OTAN. Su asistencia al desfile moscovita refleja una fractura en la socialdemocracia europea, dividida entre alinearse con Washington o buscar autonomía estratégica.
Extrema Derecha, "Wokeismo" y la Clase Obrera: Un Debate Peligroso
El resurgimiento de la extrema derecha en Europa —con partidos como Alternativa para Alemania (AfD) o Hermanos de Italia o Vox— puede atribuirse, paradójicamente, al auge de movimientos progresistas centrados en ideologías "woke" y globalistas. Estos movimientos, promovidos por sectores urbanos y académicos, han priorizado agendas identitarias sobre reivindicaciones económicas, abandonando a la clase obrera.
Mientras la izquierda occidental debate pronombres neutrales o aspectos identitarios, partidos de ultraderecha capitalizan el descontento popular con mensajes simples: empleo, seguridad y soberanía. El resultado es que muchos trabajadores, tradicionalmente base de la izquierda, ven en la derecha un defensor de sus intereses materiales.
Este fenómeno es especialmente grave en contextos como Francia, donde Marine Le Pen gana terreno entre obreros, o en España, donde Vox instrumentaliza los graves desaciertos en muchas materias cotidianas de Sánchez y sus aliados “a su izquierda”. La lección de 1945 es clara: para derrotar al fascismo, hay que ofrecer soluciones tangibles —vivienda, salarios dignos, servicios públicos—, no discursos abstractos.
Conclusión: Honrar el Pasado, Defender el Futuro
La victoria de 1945 fue una hazaña colectiva, pero sin el Ejército Rojo y el pueblo soviético, habría sido imposible. Recordar esto no es nostalgia: es un antídoto contra el revisionismo y una herramienta para combatir el auge de neofascismos.
Hoy, figuras como Lula y Fico, pese a sus diferencias, entienden que la multipolaridad y el diálogo son alternativas a un orden occidental hegemónico. La izquierda debe reconectar con su base histórica, abandonando elitismos y rescatando luchas materiales. Solo así se repetirá el triunfo de 1945: no con la arrogancia de la corrección política, sino con la humildad de quienes luchan por un mundo justo.
La memoria de los 27 millones de soviéticos caídos, de los soldados que liberaron Auschwitz y de aliados como Roosevelt merece más que desfiles: exige verdad, justicia y un compromiso inquebrantable con la paz.