No sé si podré escribir sin bufanda. No sé si se puede vivir sin ella. En este mundo nos están obligando a posicionarnos. Una u otra trinchera. El diálogo no existe. Manda la confrontación. Un país donde hubo un tiempo de tolerancia, que había aprendido de errores pasados, vuelve a darle al botón del enfrentamiento. Y en fútbol lo que era normal, se traslada a lo anormal. Lo que era un pique sano, se vuelve de repente enfrentamiento violento. Y eso es, precisamente, lo que vivimos en la resaca del Clásico en el Bernabéu.
Ganar o perder te sitúa en un lado u en otro. Ganar no te da la razón para convertir tus argumentos en válidos y dar lecciones al perdedor. Pero caer tampoco es sinónimo de tener que poner excusas a la victoria ajena. Que el Real Madrid mereció ganar el Clásico, y que después de mucho tiempo compitió en un partido importante, es una realidad. Y de ahí podríamos estar haciendo el análisis futbolístico. Pero eso no vende. Y el fútbol es un producto. Nadie habla de que el Real Madrid jugó con dos puntas o que ejerció bien la presión alta ante la salida del Barcelona, recuperando al mejor Bellingham. Tampoco se pone en la mesa de análisis las carencias defensivas de Huijsen o como el Barcelona tiene a Fermín y Ferrán un escalón por delante en el estado de forma frente a Lamine Yamal. O las virtudes que reaparecen en la visión futbolística de Pedri o la exquisita aparición de Mbappé. Las muchas bajas con las que el Barcelona afrontaba el partido. Es todo más sucio. Menos futbolístico. Eso sí va a llegar a más gente cualquier 'mierda' que se saque de una acción aislada que el análisis sosegado.
¿Y por qué se ha llegado hasta aquí? Desde Madrid, tengo mi opinión. No interesa el fútbol. Ya todo es política. Y la Liga está más que conquistada por la polarización vivida en otros sectores de la sociedad. Nos han engañado a todos. Nos quieren enfrentados. Si eres del Real Madrid tienes que odiar al Barcelona. Y eso que antes se vivía de una forma, ahora tiene otras consecuencias porque la sociedad ha cambiado. Demandamos el enfrentamiento, en vez del diálogo.
Los madridistas ponen el foco en la falta de sanciones por un tema demostrado como son los pagos a Negreira y el manejo de la tecnología de Var por empresas afines al Barcelona. Y con esas dos excusas defienden el histórico que les atribuyen desde Barcelona de robos desde épocas que ni han visto los que hablan y los que sí las vivieron las tienen muy acentuadas como recurso ante el poder del Maligno Madrid. Poco más o menos lo de siempre, pero con una diferencia. Esta vez los jugadores del Real Madrid han bajado al barro. Ya no sólo es Fermin quien provoca infantilmente desde un banquillo, ni Lamine el que para promocionar la King League acusa de robar a los blancos, entre coñas con poca o ninguna gracia, ni Gavi ni Ferrán jugando con balones de playa en la Rua de Campeones de Liga. Ya hay respuesta. Y una respuesta que eleva la tensión. Sin deportividad. Han superado el complejo del buenismo. Pero, claro si respondes así, luego que nadie se lleve las manos a la cabeza si la espiral crece o te dan hasta en el carnet de identidad desde el bando contrario. Es que hablamos de bandos, de trincheras. No de fútbol. Y en las trincheras siempre hay razones para alimentar el odio. Y en el fútbol siempre quedará algo de deporte. Lo que hay que ver es lo que se escoge. Y hoy, lo tengo claro.