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Aquella Navidad

viernes 22 de diciembre de 2023, 08:02h

Y aunque parece que llevamos un mes celebrando la Navidad, para mí, oficialmente, empieza hoy, el día de la lotería.

El 22 de diciembre me lleva a las navidades de mi infancia. La fiesta del colegio, el certamen de villancicos, el belén viviente ¿quién sería la Virgen, San José, el Ángel, los pastorcitos, Los Reyes Magos…? Cuando todo era más sencillo y no había discusiones por las cuotas ni por los géneros. Era entonces cuando comenzaban las vacaciones, se iluminaban las calles con cosas de Navidad: árboles, estrellas, campanas, angelitos… no era el nivel “Las Vegas” de ahora pero nos parecía realmente bonito.

El sorteo de la lotería, despertar con el soniquete de los niños de San Ildefonso y todos pegados a la radio o al televisor apuntando los números en un papel y soñando con ser uno de los afortunados… no entendía mucho de dinero pero solo con ver las caras de los premiados ya sabía que aquello era una alegría que quería vivir. El día siguiente comprobando con mi padre el listado completo de los números en el periódico con nuestros décimos -nunca premiados- dejándote los ojos en esa especie de sábana llena de cifras, para terminar diciendo “el año que viene será, si lo importante es la salud”, algo que tampoco entendía mucho hasta que en 2020 lo comprendí por completo, cuando hasta la suerte estuvo confinada.

Me acuerdo de las compras: días especiales, comidas especiales… Entonces, no todo el año había de todo. Fiambres con toda clase de rellenos, patés de todos los sabores, mariscos, piña… hasta algún año angulas con la consiguiente bronca de mi madre a mi padre, algo que tampoco entiendes hasta que tienes la edad suficiente de hacer tú la compra.

Ir a comprar con mi padre era una de las cosas que más me gustaba: sin prisa, recorriendo cada pasillo del súper, eligiendo todas las novedades y los dulces tradicionales, le volvía loco el mazapán y para mí nunca faltaba una caja de “marquesitas” y el guirlache para mamá. Botellas, dulces, comida… el carro lleno y él feliz.

Adornar la casa, unas veces con árbol y otras no, pero siempre el Nacimiento que es lo que celebramos: La Natividad de Jesús. El espumillón por los cuadros y las lámparas, las bolas, que como se cayera una estaban saliendo trocitos hasta la navidad siguiente. La cena de Nochebuena, el olor a besugo y a cordero “de mamá”. Poner la mesa más bonita del año: la cubertería, la vajilla y la cristalería buenas… el centro, las velas y la cinta de villancicos a todo volumen. Y esas cosas -hoy impensables- política y socialmente incorrectas, como darnos a mis hermanos y a mí una “palomilla de anís” que yo recuerdo deliciosa…

Salir corriendo a la misa del Gallo y la emoción cuando el coro cantaba “Canción para Navidad” de José Luis Perales y que a día de hoy no puedo escuchar sin llorar. Los abrazos de todos con todos a la salida: “Feliz Navidad”, “Felices Pascuas”, panderetas, villancicos, zambombas…

Esa era mi Navidad cuando era niña, cuando no entendía la tristeza de mi madre en esos días y que hoy comprendo perfectamente porque, en estas fechas, las ausencias se hacen dolorosamente presentes. Quizás es la nostalgia que lo envuelve todo en bonito o que estos recuerdos son la memoria del alma y brillan de manera especial.

Les deseo una muy Feliz Navidad, exenta de crispación y repleta de salud, de risas, de ilusión, de amor y de todo aquello que les haga felices, sin pensar en lo que les falta para que así, disfruten de lo que tienen y de quien tienen.

¡Ah! Y si además les toca la lotería, mejor que mejor.

Esther Ruiz Moya

Periodista

Esther Ruiz Moya es comunicadora, creativa, escritora y motivadora. Premio Círculo Rojo 2021. Colaboradora en medios en España y Estados Unidos. Autora del libro 'Cuando esto pase...', sobre la pandemia y el confinamiento. Autora del podcast 'A Contraluz', disponible en Spotify

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