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Españoles en la batalla de Creta

miércoles 01 de septiembre de 2021, 11:52h

La Oficina de Turismo de Creta dice de Sfakiá, al sur de la isla, que es una de las regiones mas auténticas y profundas: “… zona representativa por la belleza de sus costas, las altas montañas con todo lo que ello implica (paisaje agreste, pastores, cabras, quesos, espacios solitarios…) y representa el espíritu cretense indómito y rebelde. Sfakiá es la región donde la montaña y el mar lo llenan todo, con su seña característica de innumerables gargantas que rasgan su paisaje. Incomunicada durante largo tiempo, las carreteras y líneas de ferry actuales nos permiten acercarnos a descubrir un territorio antes inexpugnable, guardado celosamente por sus habitantes y escenario de batallas y emboscadas durante su larga y azarosa historia”.

Pero, con ser tan excitante el reclamo, nuestro interés en la zona va mucho más allá, porque, hace ahora ochenta años, frente a la bahía de su pueblecillo de pescadores, Hóra Sfakíon, y en las laderas de las montañas que sobre ella se vuelcan, un puñado de valerosos soldados republicanos españoles, junto a combatientes maoríes de Nueva Zelanda, defendieron, con uñas, dientes y balas, la retirada de miles de soldados británicos y de países de la Commonwealth, que embarcaban penosa y precipitadamente en el Mar de Libia hacia Egipto. Huían, casi en el último instante, de la invasión nazi de la isla que se había iniciado en el norte, tras haber rendido y dominado sus tropas la Grecia continental.

En su libro Creta. La batalla y la resistencia, el gran historiador británico Antony Bevoor cuenta que un grupo de unos setenta españoles entró en combate junto a dos compañías de maoríes para mantener a raya al contingente alemán que estaba a punto de ocupar la totalidad de la isla. Narra igualmente que, justo antes de iniciar la lucha, los nativos de Nueva Zelanda realizaron un baile llamado Haka, cuyo objetivo era el de inspirar valor a los guerreros y aterrorizar al enemigo; una danza que actualmente practican, como Kapa o Pango, los jugadores de la selección nacional de rugby de Nueva Zelanda, popularmente conocida como All Blacks.

La peripecia de los españoles se había iniciado muy lejos, en “la retirada” tras la derrota del bando republicano en 1939 por el paso de Perthus que les conduciría a un campo de concentración en Le Barcarès, distrito de Perpignan. Allí, un año después, medio millar de ellos serían reclutados e incorporados al Batallón de Ultramar francés y trasladados al Líbano. Tras el armisticio entre Francia y Alemania, la gran mayoría de los soldados republicanos desertó y se pasó con armas y pertrechos a las tropas aliadas y unidades gaullistas en África, para continuar, a su manera, la lucha contra el nazifascismo.

Finalmente, siete decenas de aquellos hombres pasaron a integrarse en el británico 50th Middle East Commando a las órdenes del coronel George A.D. Young. En la noche del 26 al 27 de mayo de 1941 llegaron a la bahía de Souda, Cerca de Chania/La Canea, al noroeste de la isla de Creta, procedentes de Alejandría. En las fotografías que se han conservado es muy fácil reconocerlos por la peculiaridad de sus mantas cruzadas en bandolera sobre el uniforme.

Tras unirse a los maoríes y pasar una noche de confusión, órdenes y contraórdenes, iniciaron el camino hacía el sur y las costas por donde se asomaba la salvación, aunque en condiciones extremadamente precarias. Uno de los testigos de aquella primera fase de la retirada, el cretense Theódoros Stefanides dejó escrito: “Me costaba creer que estaba tomando parte en lo que probablemente sería un acontecimiento histórico. Recordaba más a una muchedumbre que saliera de un estadio de fútbol después de un partido y comprobara que no había trenes en funcionamiento, que a una retirada”.

En aquel caos, para los soldados representaba una quimera hacerse con una ración mínima de comida y bebida, al punto de que, en el mejor de los casos, una lata de trece salchichas debía ser compartida por veintisiete hombres. La escasez se intentó compensar con pequeños saqueos a las granjas que iban encontrando a su paso, un “arte” en el cuál y según Beevor: “… los republicanos españoles dieron muestras de la mayor experiencia”. Así, una noche antes de llegar a los alrededores del litoral, los maoríes y dos oficiales británicos se vieron gratamente sorprendidos ante un cochinillo asado con arroz preparado por sus nuevos camaradas.

Tras luchar fieramente contra los fallschirmsjägern, el cuerpo de paracaidistas de élite alemán, se pudo completar la evacuación de las tropas aliadas, y en el último instante 17 de los republicanos españoles consiguieron embarcar y llegar a Alejandría. El resto fueron hechos prisioneros y trasladados a campos de concentración en el norte de la isla. Junto a otros centenares de compañeros de infortunio tuvieron que desandar el camino andado, ahora como vencidos y en condiciones extremadamente deplorables. Los historiadores británicos se refieren a esa ruta como la “Vía Dolorosa”, en español y por el nombre con el que la bautizaron los soldados de la España leal. Más tarde, todos serían trasladados a campos de concentración en Polonia y en el este de Alemania.

En junio de 1945, tras ser liberados los campos por las tropas aliadas, 35 supervivientes españoles del 50th Middle East Commando desembarcaron en el Reino Unido. La prensa londinense dio cuenta del acontecimiento y explicó que vivían aquellos días como en un sueño, especialmente ante circunstancias como las de poder entrar en un pub y tomar unas cervezas tras cuatro años de penurias extremas y porque sus captores nazis les habían convencido de que Londres era una ciudad totalmente en ruinas donde no quedaba ni un solo edificio en pie.

El listado de nombres que se conserva en los archivos oficiales de la British Army incluye el apellido de 31 de aquellos republicanos españoles supervivientes de la Batalla de Creta: Albadalejo, Álvarez, Barroso, Blasco, Bravo, Carmona, Castellano, Cervantes, Cleto, Díaz, Fajardo, Fraile, Franco, Galarreta, Galera, García, García, Gómez, Hidalgo, Jordá, Lillo, Lloret, Marín, Marino, Martínez, Martínez, Navarrete, Postillo, Sánchez, Torralbo y Trill. La mayoría optaron por quedarse en el país de acogida y adoptaron la nacionalidad británica.

Parafraseando el texto de la placa con la que los veteranos de guerra neozenlandeses honraron la memoria, en un pequeño monumento frente al puerto de Hóra Sfakíon, de los cretenses asesinados por los nazis como castigo por su colaboración con el contingente aliado, “cada día les recordaremos, al amanecer y a la caída de la tarde”.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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