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Un Tribunal Constitucional elegido para frenar a Catalunya

viernes 24 de marzo de 2017, 09:53h

La mayoría conservadora del Tribunal Constitucional controló este pasado miércoles la elección del presidente y de la vice-presidenta para los próximos tres años. Juan José González Rivas se ha impuesto para la Presidencia a su compañero Andrés Ollero, al que el pacto PP-PSOE para renovar en plazo el tribunal dejó fuera por su pasado como diputado popular y a quien conocí en el Congreso. Era y es el prototipo de hombre de la derecha española.

El Pleno también ha votado la Vicepresidenta, un puesto que de nuevo recaerá en una mujer. Será la catalana Encarnación Roca. Fue la primera mujer catedrática de Derecho Civil y una de las primeras en acceder al Supremo, de donde, al igual que González Rivas, dio el salto en 2012 al Constitucional. Obsérvese el dato, es catalán, pero una catalana del PP. En ese puesto ha estado Adela Asua, una mujer ponderada que ha hecho llamamientos al diálogo y que se ha posicionado siempre del lado de la inteligencia en política.

La elección de Roca supone eludir la tradición de conceder la Vicepresidencia a la minoría, costumbre con la que se solía mantener cierto equilibrio ideológico en el tribunal. Roca llegó al TC con el apoyo del PSC y de CiU, lo que a priori la situaba en el bloque progresista. Sin embargo, en la práctica se ha alineado con el bloque conservador (siete magistrados) que hoy domina el tribunal y que alega tanto su prestigio como su oportuna condición de mujer (son sólo dos de 12) y de catalana española.

La protesta de los cuatro magistrados claramente progresistas (propuestos por un PSOE que ha excluido a todos los demás) se ha reflejado en su abstención. Tanto González Rivas como Roca fueron elegidos con ocho votos y cuatro abstenciones. A diferencia de lo que ocurrió con el presidente y vicepresidente salientes, esta vez no ha habido unanimidad.

González Rivas, un abulense de 65 años, es, en opinión de todos, un hombre «discreto», pero que cumplirá con quien le ha nombrado. Con Ollero comparte el perfil rotundamente conservador y muy religioso, pero sin sufrir del estigma de haber sido 17 años diputado del PP. Ofrece una imagen «técnica» que no genera desconfianza en el bloque progresista y sí alguna duda sobre su capacidad para gestionar con mano izquierda un tribunal con componentes políticos. No hubiera desentonado en tiempos de la dictadura.

Sus compañeros lo describen como un hombre tranquilo, de trato afable y nada problemático. A él le gusta verse como enconado trabajador y sumar sus años de actividad judicial: «Treinta y seis y medio, llevo», dijo al Congreso cuando fue elegido para el TC en 2012. «Cuarenta y uno ya», recordaba en fechas recientes defendiendo su candidatura. En relación con la situación catalana, será tan implacable como el gobierno de Rajoy.

Los 90 folios de currículo que presentó arrojan 2.377 sentencias en el Supremo. También hubo votos particulares, como el que se opuso a la Educación a la Ciudadanía. Ahora, el décimo presidente del TC podrá aplazar cuando convenga los temas más delicados.

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