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Esperanza Aguirre sigue instalada en la ambigüedad

'Votaré a Rajoy en el Congreso'… pero 'ninguna adhesión es inquebrantable'

"Votaré a Rajoy en el Congreso"… pero "ninguna adhesión es inquebrantable"

lunes 21 de abril de 2008, 23:01h
“Votaré a Rajoy en el Congreso… Nihil obstat”, pero “ninguna adhesión es inquebrantable”. Sería una excelente frase de resumen del tercer grado al que se sometió Esperanza Aguirre en el programa de TVE-1 “59 segundos”. Una frase con mala uva, en respuesta a una pregunta directa de un periodista –de ahí el “nihil obstat”, es decir, “no existe impedimento”-, para poner el aguijón donde se debe poner: en el ojo de Rajoy. ¿A qué viene pues tanta bronca precongresual en el PP como ha protagonizado la ‘lideresa’? O Aguirre le ha visto las orejas al lobo o está a punto de alcanzar un pacto para que su eterno rival, Ruiz-Gallardón, no escale puestos en la escalera que lleva a Moncloa.

La ‘lideresa’ aguantó el tipo en el programa televisivo. Con una de cal y otra de arena, con anuncios diversos y a veces enfrentados, Aguirre ha realizado algunas afirmaciones que no despejan dudas reales, pero que avanzan nuevos interrogantes. De creer en su palabra, no disputará a Rajoy la Presidencia del PP en el Congreso de junio, pero ¿y la candidatura a la Presidencia del Gobierno para las elecciones de 2012? De creer en su palabra, tampoco: “Todo el partido somos responsables de la derrota electoral del 9-M”, dijo, en primer lugar; “no he llamado ni a uno solo siquiera de los compromisarios para pedirle su voto”, segunda afirmación, y “Rajoy tiene todo lo que hay que tener para ser el candidato a la Presidencia del Gobierno”, puntilla final.

Si creemos a Aguirre en sus respuestas a los periodistas Casimiro García Abadillo, Enric Sopena, Isaías Lafuente, Francisco Marhuenda, Ángel Expósito e Ignacio Escolar, en el PP no ha pasado nada, simplemente que lo que la ‘lideresa’ quiere es abrir un debate para saber qué ha pasado, por qué el PP, cuando creía que iba a ganar el 9 de marzo, no ha sabido convencer a la mayoría de la población. Y, guste o no gueste, Aguirre salió demasiado bien parada del acoso al que se vio sometida en el citado espacio televisivo.

Algunas frases suyas a lo largo del debate –los seis periodistas tiraron con dardos envenenados, como es función- son suficientemente ilustrativas por sí mismas: “No tengo intención ni la he tenido nunca de presentar una candidatura alternativa al presidente de mi partido”; “Modestamente he dicho que hagamos el debate ideológico”; “Aquí lo importante es que reflexionemos”; “No he llamado ni a uno solo siquiera de los compromisarios para pedirle su voto”; “Mariano Rajoy no es socialdemócrata, no lo ha sido nunca”; “Rajoy tiene todo lo que hay que tener para ser el candidato a la Presidencia del Gobierno”, y el broche final, “El candidato a la presidencia del gobierno lo deberá decidir la Junta Directiva en su momento”.

En definitiva, Aguirre ha jugado con una ambigüedad calculada. La idea que traslucen sus declaraciones es que Aguirre no ha cnseguido –y cree que no los va a conseguir- loos avales suficientes ni para presentar su candidatura ni mucho menos para ganar a Rajoy. Y que, por tanto, busca un pacto: que otras personas –léase Alberto Ruiz-Gallardón- no escalen puestos en el escalafón sucesorio. Así, pues, Aguirre ha dejado cerrada la puerta de la Presidencia del PP, pero no da por cerrada la nominación de candidato a la Presidencia del Gobierno que tendrá que decidir, “en su momento”, la Junta Directiva Nacional del partido.

En el debate se han notado tremendamente algunas ausencias. La prsentadora, desde luego, buscó las herramientas adecuadas para que Aguirre saltara, poniéndole en pantalla frases dichas por Rajoy (“Me presento a presidente porque me lo han pedido los militantes, no me lo ha pedid ningún periódico ni ninguna radio”) o por Gallardón (“Si la indecisa EA convierte su indecisión en decisión de presentar su candidatura está en su derecho en hacerlo y yo creo que no será una candidatura que tenga la mayoría de los militantes del PP”), pero ni siquiera enarcó una ceja.

En ningún momento aparecieron nombres que, según todos los analistas políticos, podrían estar detrás de Aguirre, ni mucho menos se citaron a Ignacio González, el hombre del Gobierno regional que más empuja a Aguirre a dar una batalla. Sólo se escuchó de sus labios el apellido Álvarez-Cascos, y sólo para añadirse a la necesidad de un debate ideológico, de una reflexión sobre por qué se perdieron las elecciones.

La idea que quedó flotando en el ambiente es que si Aguirre no presenta su alternativa a Rajoy es, simplemente, porque “no lleva juego”. O, lo que es lo mismo, no tiene los suficientes apoyos.

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