www.diariocritico.com
Consolidación, disolución: Felipe y Letizia, Elena y Marichalar

Consolidación, disolución: Felipe y Letizia, Elena y Marichalar

viernes 18 de diciembre de 2009, 20:58h
Defiende la Reina Sofía, profesional sin tacha del ejercicio de reina –sacrificios por delante– que los reyes no se jubilan, que mueren con las botas puestas. Como los papas. Así se entiende la institución desde la institución; así la entiende el Rey, dispuesto a ser el Rey de todos los españoles, a lustrar la Corona, hasta sus últimos días. Defiende doña Sofía que no hay en el heredero un ápice de impaciencia por suceder a su padre; se prepara para ser Rey –el Rey mejor preparado de nuestra historia–, pero desde la suplementación y no desde la suplantación. “Le toca esperar”.

    2009 ha sido el año de la consolidación de la pareja principesca. Consolidación de su condición de futuros reyes que serán. Un dato. A lo largo del año, los Reyes han cursado siete visitas de Estado a otros tantos países: Jamaica, Trinidad y Tobago, Estonia, Letonia, Lituania, Túnez y Malta. Y una visita oficial a la isla de Madeira. Todos, destinos menores, siguiendo la pauta de Exteriores según la cual en tiempo de crisis ningún país es pequeño.

    Los Príncipes han cursado, a su vez, visita oficial a Colombia, Estados Unidos y la India. Países, especialmente EE.UU y la India, no precisamente menores en el tablero geoestratégico y económico mundial. ¿Casualidad? No lo fue tampoco su visita a México el año pasado o su reciente viaje a Rabat a heredar las fraternales relaciones de su padre con el Rey Hassan.

    De puertas adentro, el año que se va ha sido el de la consolidación de la pareja heredera. Más allá de cetros y coronas, Felipe y Letizia proyectan una sólida imagen de pareja, de familia, que trasciende a los destellos rosáceos que reflejan la pedrería y las lentejuelas de tiaras y trajes de noche a los que realeza obliga. A pesar del cambio de tono, del gris a rosa, del escenario patrio, Felipe y Letizia son hoy los Juan Carlos y Sofía de ayer, dos jóvenes príncipes dispuestos a liderar la representación de un país de largo recorrido y creciente peso específico, si bien sestea acurrucado en la bendita rutina de un sistema democrático que el Rey contribuyó de forma decisiva a consolidar y que el Príncipe heredará plenamente consolidado.

    2010 será, pues, el año de la reafirmación de Felipe y Letizia como príncipes herederos. Esa imagen se percibe ya en todos los rincones del país; también en los más esquivos con la causa monárquica. Hoy, los Príncipes gozan en todas las Españas, que se superponen como capas de cebolla, de más popularidad si cabe que los propios Reyes. Y no por la deriva rosa o el arrastre mediático que se le achaca a la Princesa, que también. Más allá del couché, son legión los colectivos de toda índole y condición –empresariales, sociales, educativos, universitarios, científicos, culturales, artísticos, deportivos, solidarios…– que reclaman la presencia de los Príncipes, conscientes de la imagen de modernidad y empuje que transmiten.

    Esa corriente de popularidad creciente que envuelve al tándem heredero –eso son, un tándem– ha camuflado, sí, el debate sobre si la Monarquía sobrevivirá al juancarlismo, pero no ha conseguido erradicar las dudas. Persiste la idea de que el Príncipe Felipe tendrá que ganarse la Corona que ahora se ciñe su padre y que supo ganarse la noche en que unos militares golpistas quisieron encerrar en los cuarteles la naciente democracia.

    2009 ha sido también el año de la consolidación de la condición de separados de los duques de Lugo. No hay vuelta atrás; el “cese temporal” de la convivencia se convierte, al cabo de dos años, en definitivo. Ahora se sabe que aquel 23 de noviembre de 2007 en que la Infanta Elena abandonó el domicilio conyugal y se refugió en el que siempre fue el hogar familiar, el Palacio de la Zarzuela, lo hizo con la intención de no volver. El cese temporal no fue un tiempo de reflexión que se dieran los duques para intentar recomponer un matrimonio hecho añicos mucho tiempo atrás; fue sólo un alivio de luto para suavizar la primera ruptura matrimonial de un miembro de la Familia Real española; un tiempo prudente para anestesiar a un opinión pública curada, sin embargo, de espanto.

Dice la Reina, y bien sabe lo que dice, que el oficio de reyes conlleva un alto grado de sacrificio personal. Incluso, el de aguantar sin romper un matrimonio roto. Pero la Infanta Elena no reina ni va a reinar. Y nunca ha estado dispuesta a tan largo trance. Su matrimonio con Jaime de Marichalar es ya historia y ahora sólo queda la formalidad de un acuerdo de divorcio que elevará a definitiva una condición de divorciada de facto. La rotundidad de la decisión de Elena de Borbón de poner punto final definitivo y para siempre a su fracaso matrimonial queda de manifiesto en el hecho de que su ruptura no será una separación legal, sino un divorcio en toda regla cuyo paso siguiente será solicitar la nulidad matrimonial. Ni rastro de matrimonio, pues, a la vuelta del tiempo que la Iglesia decida.

    Quedan ahora por conocerse los términos del acuerdo, que se circunscriben, principalmente, a la tutela de los hijos del matrimonio y al régimen de visitas. Felipe uan Froilán y Victoria Federica seguirán viviendo con su madre, como así ha sido durante estos dos años, aunque Jaime de Marichalar podrá visitarlos siempre que lo desee. No parece, como sugiere la maledicencia, que el duque esté manteniendo un pulso con la Casa Real por seguir siéndolo, es decir, por mantener el título. O por no perder los sillones que ahora ocupa en los consejos de administración en que le sentaron por ser vos quien sois. Lo que sí es cierto es que 2010 será el primer año en la vida del primer ex miembro de la Familia Real. Y el de la primera miembro de la Familia Real oficialmente divorciada. Curioso destino regio: un matrimonio que se consolida al tiempo que otro se disuelve.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios