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De embriones, linces, monjas y obispos

De embriones, linces, monjas y obispos

martes 17 de marzo de 2009, 16:55h
Mañana o pasado mañana el Papa se pronunciará ex - cátedra sobre el asesinato de un espermatozoide. El portavoz de los obispos españoles, José Antonio Martínez Camino ya lo ha hecho, confundiendo a los niños con los fetos, a los fetos con los embriones, a los embriones con los espermatozoides y a los espermatozoides con los linces. Dentro de poco matar a una pulga será un pecado nefando, aunque mucho menor que los abusos pederastas de curas, obispos, cardenales y fundadores de instituciones de la Iglesia como los Legionarios de Cristo.

En el año 2001 el Parlamento Europeo presentó una Resolución sobre la violencia sexual contra las mujeres y, en particular, contra las religiosas católicas, en la que se mostraba “profundamente preocupado” por el contenido de un Informe publicado en la revista National Catholic Reporter donde se hacía referencia a “un importante número de monjas católicas violadas por sacerdotes en al menos 23 países”. Según los considerandos del Parlamento Europeo,

Desde 1994 se habían remitido al Vaticano al menos 5 informes “la Santa Sede había confirmado que estaba al corriente de la existencia de casos de abusos sexuales y violación de mujeres, incluidas monjas, por parte de sacerdotes católicos”. a este respecto. Y los responsables competentes… nunca adoptaron medidas adecuadas, a pesar de estar bien informados, sobre estas violaciones. Item más: según esos Informes, varias de las monjas violadas habrían sido obligadas a abortar o, en caso negativo, a abandonar su vida religiosa. El entonces portavoz del Vaticano, el opusdeísta Joaquín Navarro Valls, había admitido conocer el problema, que no se ceñía solo al continente africano. El Parlamento pedía también en la citada Resolución que el Vaticano reintegrara a las monjas apartadas de sus puestos en relación a tales abusos y las protegiera y compensara por los daños sufridos. No se sabe que lo hicieran.

A finales de los años 70 fue mundialmente conocido el caso de una comunidad de monjas belgas que fueron secuestradas y salvajemente violadas en el Congo. Al quedar embarazadas, se les puso –por las autoridades eclesiásticas competentes- en el dilema de abortar o abandonar la Comunidad. El cínico descaro con que actúa la Iglesia Católica Romana en el caso del aborto clama al cielo, especialmente en estos días “de vino y rosas”, cuando por toda España ha explotado una campaña publicitaria pagada por la Conferencia Episcopal –con el dinero de los españoles y del Gobierno que todavía sufraga indiscriminadamente a la Iglesia- contra el aborto, o mejor, contra todo lo que los obispos piensan que es abortar, les da lo mismo que sea la selección de un espermatozoide, que de un embrión, para salvar una vida, o el control de un feto que no ha “elegido” el camino saludable para culminar su proceso vital.

Los obispos, llevando al límite la participación forzada del Espíritu Santo en su marketing moral, han enfrentado el debate del aborto al movimiento ecologista para salvar a los linces. Los monseñores ya no saben distinguir entre una rata y una monja, entre un lince y un feto, entre una vida y un espermatozoide. Olvidan, incluso, su propia historia. Dicen que la Iglesia ha defendido siempre la vida desde la concepción, mostrando su ignorancia, ya que su condena del aborto procede de hace un siglo y medio, concretamente de 1869. E ignora los numerosos debates que han existido para definir el momento en el que un embrión en desarrollo puede calificarse como “ser humano”.

San Agustín, Santo Padre de la Iglesia, afirmaba que el “aborto temprano” no era un homicidio. La mayor parte de los teólogos modernos de línea aperturista, basándose en estudios científicos, no se atreven a definir en qué momento un feto se transforma en ser humano. Desde luego no en el momento de la concepción. Pero Pio IX, en 1869, aunque no tenía excesivos conocimientos científicos, decidió que el aborto era un homicidio desde el primer momento de la concepción. Curiosamente, sin embargo, la Iglesia nunca bautizó a un aborto. ¡Debieron pensar que era menos ser humano que un lince!
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