Apenas faltan 30 días para que llegue el 2 de octubre y el Comité Olímpico Internacional decida en Copenhague qué pasa con Madrid. Durante las próximas cuatro semanas, el equipo municipal bombardeará con toda la traca a su alcance: crear ambiente es fundamental en un evento de este tipo, máxime cuando toda la expectación depende de una decisión que se sabrá en cuestión de segundos, sobre las siete de la tarde de ese día 2 de octubre. Y si Madrid no sale, todo habrá quedado en nada: en esta carrera, el segundo puesto no sirve de nada.
La capital ha trabajado fuerte. En esta ocasión, a diferencia de lo que ocurrió

en la candidatura para 2012, se ha primado el esfuerzo dirigido directamente a convencer a los miembros del COI. Y menos a cuidar de la opinión pública. Es comprensible: el apoyo popular e institucional ya lo tienen, y en el fondo, lo único que cuenta para la decisión es lo que voten, ese día, el centenar largo de miembros del COI: nada más, ni dossieres, ni vídeos, ni proyectos, ni inversiones. Sus votos son soberanos.
Qué papel jugará Madrid es una incógnita muy difícil de resolver. Tiene un excelente proyecto avalado por experiencia en organización de eventos, y en el COI aún queda el buen sabor de boca de su iniciativa para 2012. Pero enfrente cuenta con contrincantes duros: Tokio con un excelente proyecto y el poderío económico de ese país; Chicago con un embajador incontestable, y en la cresta de su popularidad internacional:
Barack Obama; y Río que, pese a sus carencias técnicas, añade a su magnetismo el hecho de ser la primera candidata con posibilidades de organizar unos Juegos en Sudamérica. Cualquiera de ellas puede llevarse el gato al agua. Cualquiera, incluida Madrid.
El miércoles se conocerá el informe de los expertos del COI sobre las cuatro ciudades. No suele ser muy concreto, pero sí establece algunas diferencias de matiz entre candidaturas, que suele ser al final lo que marca la línea que se sigue en las votaciones. Esperemos que Madrid consiga ponerse en este examen a la altura de Tokio. Si logramos eso y vencer el efecto Obama, y si Río queda un poquitito atrás en la valoración, el triunfo estará más cerca.