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Lo que ocurrió el 23-F nunca fue investigado ni juzgado en serio

Lo que ocurrió el 23-F nunca fue investigado ni juzgado en serio

sábado 20 de febrero de 2010, 13:59h
En el año 1981, el ejército que había en España a cuatro años de la muerte del dictador, estaba dirigido e integrado prácticamente por los mismos hombres que lo dirigían y formaban aquel 20 de noviembre de 1975. Sin embargo, psicológicamente muchos de aquellos hombres habían cambiado y se habían radicalizado pues vivían en un mundo de ruptura de certezas absolutas que nunca hubieran imaginado de no ser como una pesadilla. Y no eran pocos los que tras la legalización del Partido Comunista vivían aquello corno una traición.
Si a esto se le añade la acción de E.T.A. actuando en aquellos años de forma preferente contra ellos, aquel clima empezaba a ser un polvorín con la mecha corta ya que en el año 1977, ETA había asesinado a nueve guardias civiles y al primer  militar, un comandante de Infantería. En el 78, a veinte guardias civiles y a trece militares. En el 79, a veintinueve guardias civiles y a trece militares. En el 80 a treinta y dos guardias civiles y a trece militares. Terrible.

Luís Herrero, ex eurodiputado, periodista de la COPE, hombre vinculado al PP, hijo de quien fuera el padrino de Adolfo Suárez, Fernando Herrero Tejedor, escribió un libro que fue publicado con el título de “Los que le llamábamos Adolfo”. En él dijo cosas interesantes. “Cuando Suárez tomó la decisión de abrir su partido en canal mediante un Congreso de listas abiertas, sus relaciones con los militares llevaban mucho tiempo siendo horrorosas". Y con el Rey, más de lo mismo. “Cada vez que regresaba del Palacio de la Zarzuela traía el rostro demudado, sobre todo durante los últimos meses. El Rey trataba de conseguir desesperadamente que el Gobierno nombrara al general Alfonso Armada segundo jefe de Estado Mayor del Ejército. Suárez se negaba en redondo. El jefe del Estado estaba convencido de que había un golpe militar en trámite y que la única persona capaz de desbaratarlo era Armada. El jefe del Gobierno estaba convencido, por su parte, de que las cosas eran justo al revés: que el golpe militar lo estaba alimentado el propio Armada, para convertirse en presidente de un Gobierno de concentración, y que lo más aconsejable era mantenerlo alejado de los puestos de mando. El Rey y Adolfo discutieron mucho sobre esta cuestión y, a menudo, con cajas muy destempladas”.

El 3 de febrero Agustín Rodríguez Sahagún firmó a sus espaldas la orden ministerial por la que se nombraba a Alfonso Armada segundo jefe del Estado Mayor del Ejército. Era el nombramiento que Suárez había tratado de evitar a toda costa y cuyo veto le había costado varias broncas formidables con el Rey. Con Suárez ya dimitido y los ministros en precario, el monarca había puenteado el conducto reglamentario y le había exigido al titular de Defensa que firmara el nombramiento. Rodríguez Sahagún se plegó al requerimiento regio. El segundo episodio, al día siguiente, guarda relación con la visita del Rey a la Casa de Juntas de Guernica. Suárez se había opuesto a que la visita se celebrara, pero el Rey había pasado por alto sus advertencias. El abucheo que le propinaron los junteros de H.B. indignó sobremanera a los militares, que ya de por sí vivían en un clima de permanente indignación, y avivó el fuego sedicioso de los cuarteles. También por teléfono, Suárez le hizo ver a don Juan Carlos que si seguía desoyendo sus consejos, el golpe no tardaría en producirse, sobre todo después de la promoción de Armada.

La clave fue Armada

Independientemente de que hubiera dos o hasta tres golpes de estado superpuestos la clave de lo que ocurrió en La Zarzuela la noche del 23-F y el por qué el Jefe de la Casa Real, Sabino Fernández Campo dijera aquella enigmática frase de que allí no estaba el general Armada ni se le esperaba, es por la especial relación que tenía éste general con el rey. Tras aquella noche Alfonso Armada ha sido tratado como un maldito, como si nunca hubiera conocido al rey, y como una especie de aventurero al que se le ocurrió llamar aquella noche a La Zarzuela.  Y es que la relación databa de 1955, 26 años antes, cuando Alfonso Armada Comyn hijo del marqués de Santa Cruz de Rivadulla fue nombrado ayudante del autoritario general Carlos Martínez Campos, que era el encargado de un grupo de profesores que en el caserón de Montellano se ocuparon de la educación del joven hijo de D. Juan, Alfonso Armada, su ayudante, fue el coordinador del selecto grupo de profesores y desde aquella fecha no se separaría de él. Ayudante del preceptor, ayudante del príncipe, secretario General de la Casa del Príncipe, secretario general de la Casa del Rey, así se le ve detrás de Juan Carlos en diciembre de 1975 cuando el príncipe juraba ante los procuradores franquistas el cargo de rey, y todo eso hasta el 23-F donde éste buen señor amigo, preceptor y hombre de confianza que entraba en La Zarzuela como Pedro por su casa, cae en desgracia y aparece como el gran culpable de aquella fallida intentona.
Otro dato de interés que no se suele mentar a menudo es la especial relación que mantenían Alfonso Armada y Sabino Fernández Campo ya que sirvieron juntos durante muchos años destinados a la Secretaría del Ministerio del Ejército, incluso en el mismo despacho.

Pero Armada se había enfrentado con Suárez y con el ministro Gutiérrez Mellado y por eso había perdido su puesto en La Zarzuela, como hombre de la máxima confianza del rey al llegar Suárez al poder en aquellos meses de 1981, cuando el rey quiso rescatarle tras su periplo como Director de la Academia de Artillería, después en el Cuartel General del Ejército, y algo más tarde, al frente de la División Urgel de Lérida (LLeida) donde esperaba, conspiraba y hablaba con La Zarzuela, y en Baqueira Beret.

La implicación del Rey


Al cumplirse el 25 aniversario de aquel golpe donde hubo un denso silencio sobre la implicación de la  Zarzuela en todo aquello solo roto por periodistas –historiadores,  dispuestos a no seguir añadiendo loas a un monarca, como fue el caso de Francisco Medina, periodista que ha sido redactor jefe y enviado especial a conflictos internacionales al servicio de medios como la Cadena Ser o Antena 23 Televisión, así como corresponsal en Estados Unidos. Lo que dice Francisco Medina coincide totalmente con lo escrito por Luís Herrero. En su libro “23-F, la verdad” y en su página 72, escribió lo siguiente:
“-El plan que me dio Alfonso Armada -continúa el general Sabino Fernández- lo que venía a decir era: dada la situación confusa que se vivía, en la que Suárez ya está un poco superado y gastado y que no se encuentra una salida, entonces, lo que conviene es hacer una gran propuesta en la que todo el mundo se involucre. Se había producido ya la moción de censura de Felipe González del mes de mayo, una moción que, como se recordará, Felipe perdió porque las matemáticas parlamentarias no permitían otro resultado, pero que le valió para demostrar que era un candidato con peso, con capacidad suficiente para presidir el gobierno. Se consideraba, sin embargo, que un Felipe que venía desde el socialismo más republicano, significaba una transición demasiado drástica, y es entonces cuando se piensa en esta salida que un constitucionalista entrega a Armada: en lugar de apoyarse una moción de censura por parte de Felipe, lo que se va a hacer es presentar esa moción de censura, pero con una propuesta de que no fuera a ocupar el gobierno el jefe de la Oposición, como debía hacerse por ley, si la moción triunfaba, sino que pasaría a establecerse un gobierno con representación de todos los partidos políticos y presidido por una persona neutral... Se hablaba de un catedrático, un historiador, o también, un general... Ésa era la propuesta”.

No fue un golpe contra el Rey

Vistas las cosas con perspectiva nadie hoy en su sano juicio puede pensar que aquel golpe, o aquellos golpes, iban contra el rey. Y si no iban contra el rey y si se sabía que aquello tenía un cierto beneplácito real, ¿no fue ésta la razón por la que se organizaron?. Hay que que pensar que aunque se había aprobado la Constitución, que limitaba mucho los poderes del Rey, don Juan Carlos seguía siendo una figura de enorme peso en la vida política. Esto, por un lado, porque él mismo así lo quería, pero también porque los demás de alguna manera le incitaban a ello... Por ejemplo, aunque los militares no fueran mayoritariamente de ideología monárquica, ni los viejos generales en las alturas, ni entre la oficialidad más joven, a nadie se le ocultaba que el ejército respondería a las órdenes del Rey disciplinadamente. Franco así lo había dejado dispuesto. El Rey cumplía en ese año 1980 un papel mucho más activo en la política diaria que el que tiene ahora.

Un problema de estética

 La Operación Armada comienza a quebrarse por un problema de estética, una operación que se suponía palaciega no podía incluir aquellos gritos, aquellos empujones a un hombre, teniente general, ya mayor, al que ni siquiera se derriba y, sobre todo, aquellos disparos... Esa no era una imagen aceptable para que nadie se prestara a liderarla”. La imagen de Tejero el 23-F pistola en mano, con el tricornio y sus gritos no era presentable y por eso fue Armada a negociar con él presentándole un gobierno de concentración que Tejero rechazó. Fue entonces cuando fracasa el golpe, sale el rey a la televisión y Armada es apresado junto a Tejero y sus guardias civiles..

El juicio de Campamento

La investigación judicial del 23-F distó mucho de ser ejemplar. Y, sin duda, en ello tuvo que ver no poco aquella decisión que se tomó en los días inmediatamente siguientes al fracasado golpe: implicar al menor número de militares posible y a ningún civil, como si nunca hubiera habido otra “trama civil” que la que representaba el falangista García Carrés en absoluta soledad. Cuando en marzo de 1981 se inicia el juicio por el golpe de Estado de Tejero, Miláns del Bosch y compañía, el general Fernández Campo hace esfuerzos denodados para que el Rey no tenga que declarar ante los jueces. Sabino convenció a los funcionarios y a los más altos representantes de las instituciones del Estado de la inconveniencia de tal acto, especialmente porque la defensa de los militares acusados de perpetrar el golpe defendían que los encausados habían actuado “por obediencia al Rey.
Cuando el 3 de junio de 1982 se dio a conocer la sentencia del 23-F había desaparecido cualquier referencia al Monarca. La labor de Sabino Fernández Campo había dado sus frutos. El general apareció citado en lugar del Rey en alguna de las actas del juicio. Parecía que, durante aquellas horas intensas para la historia de España, el Rey no hubiese desempeñado ningún papel”
. Más claro, agua.

Habiéndole escuchado yo a Antonio Carro lo que le escuché en el Palacio de Oriente, habiendo conocido al rey, sabiendo de su ligereza, los puntos de éste puzzle me encajan y se resumen en la frase dicha por el general Milans del Bosch: “Yo soy monárquico –exclamaba- pero esto no es tolerable, porque el Rey nos ha engañado, porque nosotros hemos avanzado y él se ha echado atrás…”. Seguramente Milans del Bosch que había hablado de todo esto decenas de veces con Armada y éste con el rey, estaba convencido de que todo lo que decía Armada era por boca del rey y por eso sacó los tanques a la calle. Milans del Bosch falleció. Armada cultiva camelias y no abre la boca, pero la modélica democracia española sigue teniendo como su clave de bóveda, lo que hizo el rey aquella noche que no fue mas que ponerse el uniforme y decir a los suyos que volvieran a los cuarteles después de haber creado las condiciones para que todo aquello se produjera. Y, además, lo hizo muy tarde, de madrugada. ¿Por qué?.

¿Por qué todos los complotados usaron el nombre del rey?. ¿Por qué y en calidad de qué fue Armada a negociar con Tejero al Congreso?. ¿No sabía nada el rey de lo que ocurría en los Cuarteles?. ¿Sabremos alguna vez la verdad?. ¿Por que no dejan de mentirnos con el equívoco papel del rey aquel lejano 23-F.



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