Rajoy y las habichuelas mágicas

La primera vez que escribí que habíamos puesto a dirigir el gobierno de la nación al peor de la clase recibí muchos mails en tono más o menos airado defendiendo la inteligencia de Rajoy "porque sacó la oposición a Registrador".


Conozco registradores con la inteligencia de una almeja y conozco pescadores con la inteligencia de un sobredotado. Ser registrador no significa otra cosa que una excelente memoria. Que además los haya inteligentes y hasta de izquierdas no tiene que ver con el temario de la oposición sino con la genética lo primero y las lecturas lo segundo. El presidente Rajoy es el peor presidente de la democracia. Los otros cuatro, Zapatero, Suárez, Aznar y González -dejo fuera al brevísimo Calvo Sotelo- fueron malos, muy malos de hecho, pero este los ha superado a todos.


Yo no creo que Rajoy sea corrupto, pero sí creo que habiendo visto las heces ascendiendo por el ascensor de Génova ha preferido mirar para otro lado y, como es su habitual, creer que la mierda que no se ve simplemente no existe.


Su responsabilidad, más allá de la obvia In vigilando en la que nadie del PP cree, es más profunda y grave de la que él mismo supone: salir (después de Aguirre) a pedir perdón es llegar segundo en una carrera de dos y, sobre todo, es creer que puede seguir engañando a una sociedad narcotizada hasta ayer por las tontadas del Friki de Génova más conocido por Arriola.


Cuando se disculpa estilo Borbón y niega inmediatamente la formación de una Comisión de Investigación o la celebración de un monográfico parlamentario sobre la pestilencia política, no demuestra otra cosa que lo que todos sabemos hace tiempo: le queda grande el puesto, tiene mucho que esconder y no hay nadie en su partido que pueda asumir la re-generación.


Ahora, justo cuando el CIS está a punto de notificarnos oficialmente lo que es un clamor en la calle, que Podemos es la primera opción política de la mayoría y la segunda de todos los demás, el Cansadito de Moncloa anuncia una batería de acciones anti-corrupción entre las que destaca el nombramiento de 700 nuevos jueces. (A mí también me entró la risa floja, aunque solo sea porque esos 700 jueces ya estaban previstos en la novación de la judicatura y, especialmente, porque ninguno de ellos se va a dedicar a la corrupción).


Está claro que con mayor o menor sensibilidad el resto de partidos del arco parlamentario se ha dado cuenta de que 1) la ciudadanía estamos hasta los pinreles de tanto ladrón, 2) las operaciones de maquillaje ya no valen y 3) nos hemos hartado de las excusas de mal pagador de PPSOE.


En el PSOE han colocado al guaperas sin discurso en Ferraz y a la fea con ambición desmedida en San Telmo para que lo teledirija. Han echado a la cúpula anterior y se han renovado. No es mucho, desde luego, pero bastante más que lo que hace el partido manilargo.


En IU hay un luchador honrado al frente, el anciano Cayo Lara, y se van abriendo paso dos jóvenes luchadores y comprometidos, Alberto Garzón y Tania Sánchez. De todas maneras, las posibilidades de IU de formar gobierno son más o menos las mismas que tiene Artur Mas de salir indemne de su plan nacional-catalanista con extensión en Suiza.


Incluso la soberbia Madame LaFucsia ha dado su brazo a torcer un poco para que UPyD no parezca (tanto) una satrapía y ha aceptado Albert Rivera como animal de compañía.


El PP, con su gran visión de la jugada, manda a la guapa pero ágrafa Arenales Serrano a las teles para ver si convence a alguien de que el PP tiene un bote de habichuelas mágicas para salvar a España y a Europa.


Necesitamos una derecha moderna y la necesitamos ya para que España pueda funcionar. Para ello lo primero y fundamental es que Rajoy y toda su actual cúpula de conniventes con la corrupción dimitan, dejen paso y se vayan a casita. Afortunadamente para todos los demás partidos, no lo van a hacer hasta después de la galleta electoral de 2015.