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Rubalcaba no debe irse

Rubalcaba no debe irse

lunes 29 de octubre de 2012, 17:02h
He escuchado a Alfredo Pérez-Rubalcaba este lunes en una radio. No son frecuentes las entrevistas 'en profundidad' con el secretario general del PSOE, que no se muestra particularmente proclive a mantener contactos de calado con los representantes de los medios de comunicación. Le he oído más seguro de lo que le ví en la malhadada rueda de prensa de la pasada semana en el Congreso de los Diputados, y acogiéndose a la creo que certera línea del 'no-importa-a-la-gente-lo-que-pase-en-el-PSOE, sino-lo que le-pasa-a-la-gente-'. Me parece que tiene razón en eso, y que debería profundizar en esa misma dimensión: son muchos los problemas del país como para que todos, comenzando por los periodistas, estemos obsesiones con si Rubalcaba se va o se queda. 
Creo que, en sus comparecencias públicas, más bien debería el líder de la oposición actuar como eso, como líder de la oposición, que como secretario general de un partido con problemas. A mí, la verdad, personalmente me inquieta mucho más saber si Rubalcaba le va a tender o no una mano a Rajoy en busca de un pacto, o cómo va a desarrollar su propuesta federalista -lo explica mal hasta el momento-- , o de qué manera va encauzar las ambigüedades del PSC, que si ha sentido la tentación de dar un portazo y marcharse. O si, por el contrario, la tentación es la de permanecer aún cuatro años en su muy incómoda posición, cosa que, contra lo que dicen los que le son hostiles, no creo que anide en el alma atormentada de este hombre, que lo ha sido casi -casi-todo en la política española.
 Los españoles tendemos a derribar inmediatamente al ídolo caído. Y los periodistas, que tanto acosamos a Rubalcaba preguntándole si se va o se queda, solemos tener un sentido de los tiempos políticos que casi siempre, aunque no siempre-siempre, se acompasa mal con la táctica y la estrategia. Yo pienso, con la mano en el corazón más que en el cerebro, que Alfredo Pérez Rubalcaba no debe, ni puede -yo no sé si quiere-irse; dejaría un hueco sensible, una lucha por el poder desgarradora en su partido y la sensación en la ciudadanía de que se ha marchado el mejor.
 Algunas veces he opinado que el destino de Rubalcaba es consumirse como un leño en la chimenea de la búsqueda del pacto. No será él, diga ahora lo que diga, quien lidere al PSOE ante las próximas elecciones; simplemente, no puede ser él, por todas las razones y motivos que usted y yo imaginamos. Pero sí debe ser quien lleve a los socialistas hasta la tierra prometida, para que sea otro quien, luego, intente ganar las elecciones y rematar a gol.  
 El análisis político en España no incluye el coyunturalismo, la conveniencia de que el líder lo sea durante un rato y, luego, deje paso a otro. Alfredo Pérez-Rubalcaba sigue siendo útil, aunque me parece que no hasta ese 2015 en que, previsiblemente, tendrán lugar las próximas elecciones generales. Salvo, claro, catástrofe, que sería la catástrofe de todos, empezando por los socialistas y concluyendo por usted y por mí.
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>> Lea el blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>
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