Ya estamos

Finalmente España estará en la reunión convocada por Bush el próximo día 15. Los países emergentes y las grandes potencias tratarán de buscar fórmulas que eviten en el futuro un desastre similar al que estamos viviendo. Es una buena noticia. Nos lo merecemos como país y, más allá de valoraciones partidistas, todos nos debemos alegrar de nuestra presencia al lado de los grandes países europeos.

   El esfuerzo de nuestra diplomacia y del propio Presidente de Gobierno ha sido apoteósico y, probablemente, se ha hecho en apenas unas semanas lo que se debería haber comenzado a hacer mucho tiempo atrás. El esfuerzo ha dado resultados y de manera especial Francia ha sido sensible a los razonamientos -muchos de ellos absolutamente objetivos- expuestos por el Gobierno español. En política no es buena técnica deber favores, pero si en un momento determinado hay que asumir el coste, se asume, y luego se negocia con la mayor inteligencia posible.

   Ahora toca poner la reunión del día 15 en sus justos términos. No hay que levantar más expectativas de las que se puedan cumplir. Hablar de "refundar el capitalismo" -idea del Presidente francés- suena a demasía, entre otra razones porque las refundaciones son, en muchas ocasiones, un truco para que todo siga igual y mucho más cuando del mundo del dinero se trata.

   Bastaría, en primera instancia, con que de la convocatoria del G-20, que será la primera reunión de otras muchas, saliera un nuevo procedimiento, unos nuevos protocolos de representatividad para que en el futuro inmediato España, ni eventualmente otros países, se vean en la necesidad de, para hacerse oir, tener que apelar a la excepcionalidad. No deja de ser excepcional que se retuerza un sistema de representación ya establecido, que es lo que ha ocurrido, para que España, que en todo caso tiene suficientes méritos acumulados para estar, al final pueda ser escuchada de manera que en próximas convocatorias pueda ocupar su propia silla.

   Será inevitable una lectura en clave política interna y habrá a quienes moleste que Zapatero pueda apuntarse el tanto y no sería sorprendente que la foto del día 15 forme parte de la cartelería electoral del PSOE. Todo ello puede ocurrir, pero desde la sana envidia que provoca el sentimiento de unidad que nos han transmitido los norteamericanos -blancos y negros, republicanos y demócratas- habría que apelar, en estos momentos, a esa unidad entre nosotros mismos para que el día 15 España, en la medida de lo posible, deje constancia del gran país que es.

   El Presidente del Gobierno se va a reunir esta próxima semana con el líder de la Oposición y bueno sería que, al menos en este complejo asunto de nuestra presencia en el mundo, se abogara, dentro de nuestras fronteras, por la bilateralidad con el mismo entusiasmo que se reclama multilateralidad hasta para el aire que respiramos. En manos de quienes representan al 90% de los ciudadanos españoles está el afrontar esta cita con mutua generosidad y el más obligado a la generosidad es el que más "tiene"; es decir, el Presidente del Gobierno a quien se le abre un escenario en el que poder resarcir los no pocos errores que por acción y omisión ha cometido por su resistencia numantina a aceptar que las cosas no son como uno quiere, sino como son.