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Especial fin de año 2007

La lluvia en la estrepa

La lluvia en la estrepa

viernes 14 de diciembre de 2007, 20:22h

Me pide Jáuregui que escriba sobre lo que espero del año que viene, como si fuera una carta a los Reyes, a los Magos, que es en lo que creo. ¿Si hemos sido capaces de organizar una conspiración como la de aquellos astrólogos de Oriente, cómo no vamos a hacer cosas más difíciles? Ellos son la prueba de que el deseo puede crear la realidad, aunque no pueda prever sus resultados. Como decía Chesterton, “hay dos formas eternas e idénticas de contemplar este crepuscular mundo nuestro: podemos verlo como un ocaso o como un amanecer”.

Prefiero la segunda, y aunque roce lo absurdo, o entre de lleno en ese terreno que nos deja perplejos. Me gusta más ver el comienzo, o la repetición del milagro. En realidad casi todo lo que se repite, lo que dura, es un milagro. Lo dijo Coco Channel: moda es lo que pasa de moda. Me inclino por alejarme de la lógica reduccionista, que sólo nos depara lo que cabe en los estrechos márgenes de un razonamiento.

En el Libro de Job, que es el mayor poema religioso que existe en la literatura, lo que convence al pobre paciente no es lo racional sino la sinrazón: “Has hecho que llueva  en las tierras  despobladas, en la estepa donde no habita el hombre”. Así que pensemos en lo extraordinario. Comenzaremos el año mal. Heredaremos este clima desabrido que domina la escena pública, este aire cainita, más frío que el que sopla desde Guadarrama en pleno invierno. ¡Qué le vamos a hacer! Hace tiempo que nuestra clase política es mucho más mediocre que nuestra sociedad civil. Nuestras aves parlamentarias son de vuelo bajo, y  perspectiva corta.

Disculpen también a los periodistas. NO es fácil que los medios de comunicación se acostumbren a la flojera intelectual de los que mandan. Al fin y al cabo vivimos de sus “genialidades”, de sus torpezas, de sus peleas, y a veces de sus buenas ideas. Llenan páginas de periódico, y horas de televisión, llaman a capítulo a las televisiones en una cruzada contra la telebasura, protegen a nuestros hijos, o eso dicen, aspiran a conducir por nosotros, no nos dejan fumar ni beber, y traen intelectuales de fuera  para que nos hagan un programa de vida con la firma de varios premios Nobel.

Pérez Reverte, con ese verbo agrio que maneja como un barman a la hora de hacer un dry martini, dice que los españoles somos analfabetos gobernados por una cuadrilla de sinvergüenzas. De lo primero no estoy seguro. De lo segundo me declaro convencido. A lo primero creo que podemos llegar, a nada que nos esforcemos, y a lo segundo hace tiempo que hemos llegado, como si viajásemos en Ave.

Uno se inquieta cuando lee los informes (el último de la Fundación Bofill) sobre  los resultados de los jóvenes en la escuela. Tenemos una juventud abandonada que sestea en las escuelas mientras exige que se baje  el listón para que todos pasen el corte. El ocio lo organizan en torno a una gran botella de cerveza, o garabatean  las paredes de la Universidad con pinturas de guerra.

Llegaremos al año nuevo con una insatisfacción inquieta: la de que no hemos preparado el futuro, la de que vivimos en una cómoda abundancia material que puede terminar en cualquier momento sin que tengamos herramientas para salir adelante. Así que mi esperanza se ha ido al casino y se ha jugado toda la pasta a la sociedad civil.

Creo que uno de los grandes hallazgos de los últimos años  es la certeza de que se avanza más a través de la iniciativa privada y de las redes que tejen individuos en una u otra dirección que en el impulso político que viene desde arriba. Quizá nos acostumbremos a una sociedad sin cabeza, quizá sea mejor así, quizá llueva en estepas que no habitamos.


* Artículo especial para la revista Mas +

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