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Que viva España

Que viva España

lunes 12 de julio de 2010, 09:06h
No hay palabras. Hay mil maneras de sentirse pero es difícil tener una sensación más placentera que la de Campeones del Mundo. Escribo estas líneas después de ver como mi hijo daba rienda suelta a su alegría en una de las muchas fuentes madrileñas que se han poblado de entusiasmo, de emoción, de alegría. Mientras le observaba he comprobado lo orgulloso que se sentía al grito de Campeones, de Yo soy Español, de España y coreando los nombres de los jugadores de la selección, sin distinción de equipo ni de procedencia. Era la alegría pura. La que merece la pena. La de un niño de nueve años que ya tiene en su mochila los mismos títulos pero con toda una vida por delante. Un niño que no sabe el significado de la tan oída crisis, que no entiende ni una palabra de estatutos, que por supuesto no conoce más guerras que las de almohadas con su hermano, pero que desde hoy disfruta con orgullo de un triunfo que no le da más valor que la lógica. “Si es que somos los mejores, papa”. Pues eso ganaron los mejores.

No me quiero poner más sentimental. Ni tampoco parecerme a Rajoy con su famosa niña, pero es que a mí el triunfo me ha emocionado al verlo reflejado en su cara. Es el éxito sin rencor, sin miedos, sin pasado. Y eso es un valor que tendrá toda su vida. Es una herencia con la que han crecido en otros países y que a partir de ahora también tendrá su semilla en España. No somos inferiores. Y en el mundo del deporte no hay otro país como España. Somos los mejores. El fútbol era el último escalón que había que subir para culminar un proceso que comenzó con los Juegos Olímpicos de Barcelona y que culmina en Sudáfrica 18 años después.

18 años en los que muchos de los jóvenes que hoy seguro saldrán a las calles de Madrid a recibir a La Roja han descubierto en el deporte la mejor manera de sentirse españoles y de presumir de ello. Pues me uniré a ellos y disfrutaré de la fiesta y además sabré valorarla porque tengo la ventaja, o el inconveniente, de que también me he llevado mis decepciones. Han merecido la pena. Ahora sé que se puede disfrutar un triunfo como el Mundial y sentirlo tuyo, aunque estés alrededor de una fuente en un barrio de Madrid. Tan lejos, tan cerca, tan grande.


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