La creciente tensión comercial, impulsada por los nuevos aranceles de EE. UU., ha provocado una reconfiguración en las expectativas de política monetaria y en las respuestas fiscales a nivel global. La imposición de aranceles recíprocos ha generado preocupación por su impacto en el crecimiento mundial y, mientras algunos países buscan negociar condiciones más favorables, otros valoran contramedidas selectivas para preservar su competitividad externa.
En la eurozona, el BCE ha intensificado la vigilancia sobre el sistema bancario y el mercado de deuda soberana ante la elevada volatilidad financiera y algunos miembros del BCE han señalado que no se observan señales de alarma inmediata. Sin embargo, el mercado descuenta una política monetaria más flexible, y prevén recortes de tipos en abril y junio, con la posibilidad de medidas adicionales si las tensiones persisten. Algunos miembros del consejo cuestionan incluso los supuestos de impacto contenidos en los modelos internos del BCE.
En Estados Unidos, la Reserva Federal se muestra cautelosa. La inflación, que permanece por encima del 3 %, limita la posibilidad de recortes adicionales, a pesar de las presiones políticas para relajar las condiciones financieras. Los recientes datos de precios al consumidor refuerzan esta postura. Por su parte, Alemania ha comenzado a flexibilizar su histórica disciplina fiscal. El respaldo del banco central alemán a una mayor inversión pública, en un momento de desaceleración generalizada, marca un giro significativo en el enfoque económico de la principal economía del bloque europeo.