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Los datos económicos indican una caída clara de la actividad y los expertos esperan que en cualquier momento llegue la recesión a Estados Unidos, una situación que beneficia al demócrata Barack Obama en la disputada carrera presidencial.
La tendencia es histórica, si se tiene en cuenta el precedente de la Gran Depresión, que llevó al demócrata Franklin D. Roosevelt a la presidencia en 1933, para desencadenar a continuación la mayor oleada de intervención pública en la economía que jamás vivió Estados Unidos, el New Deal (Nuevo Plan).
La escala de la sacudida financiera es parecida a la de los años 30.
En dos meses desapareció, engullida o simplemente quebrada, la flor y nata de la banca de inversión estadounidense, y por primera vez desde la Gran Depresión, el Estado decidió entrar en el capital de los nueve mayores bancos supervivientes.
"Son decisiones sin precedentes ante una crisis sin precedentes", dijo el presidente George W. Bush, quien volvió a asegurar sin embargo este viernes que el plan es "temporal", que no se prolongará durante décadas como el New Deal.
La actividad industrial, la construcción de viviendas, el consumo en el tercer trimestre se hundieron, en algunos casos hasta niveles desconocidos, que ya preludian la tan temida recesión, según algunas firmas de análisis.
Para Obama esas malas noticias son paradójicamente lo mejor que podía sucederle en su campaña, que arrancó con un empate con McCain.
Pero el desenlace de la carrera, a menos de tres semanas de las elecciones, aún está por escribirse, advirtió el propio senador demócrata, que pidió a sus partidarios el jueves no caer en triunfalismos.
Su ventaja en los sondeos es de siete puntos de promedio, según el sitio internet RealClearPolitics.
"Tenemos que estar listos para cualquier cosa", explicó a la prensa el jefe de estrategia de la campaña de Obama, David Axelrod. "No vamos a bajar la presión ni una sola semana", añadió.
La crisis obligó a Obama y a McCain a improvisar nuevas propuestas económicas a mitad de semana.
Ambas en el mismo sentido, favorecer a la clase media, pero con distintos enfoques: un recorte de impuestos para las empresas en el caso de McCain, para favorecer el empleo, un aumento para las clases altas en el caso de Obama, para "redistribuir las riquezas", en sus propias palabras.
Las propuestas de ambos se cuentan en decenas de millones de dólares. El plan de rescate bancario que tuvo que sacar a la luz el secretario del Tesoro estadounidense, Henry Paulson, es de 250.000 millones de dólares.
El déficit presupuestario estadounidense ya alcanza el 3,2% del Producto Interno Bruto (PIB), según las cifras del Departamento del Tesoro.
Son medidas excepcionales que Bush, al término de una accidentada presidencia de ocho años, puede tomar sin preocuparse por los costos políticos. Pero tanto McCain como Obama las acogieron con precaución.
"El concepto del Departamento del Tesoro de invertir directamente dinero en los bancos en dificultades (...) es el correcto", afirmó Obama en un comunicado.
"Pero debemos estar seguros de que el plan es ejecutado de manera que ayude a los propietarios (de inmuebles) y no enriquezca a los grandes jefes de Wall Street a expensas de los contribuyentes", añadió.
"Ese dinero no irá a parar a los 'peces gordos' de Wall Street", añadió McCain en campaña.
Al otro lado del Atlántico ya se alzan voces que exigen un cambio profundo y no solamente de discurso.
La Unión Europea se adelantó a Estados Unidos con un plan de intervención bancaria y esta semana el presidente francés Nicolas Sarkozy pidió una "refundación" del sistema económico internacional creado en 1944 en Bretton Woods.
El gobierno Bush no quiso comprometerse con una cumbre al respecto.