sábado 01 de noviembre de 2008, 11:05h
Las declaraciones hechas por la reina Doña Sofía a su hagiógrafa Pilar Urbano han levantado una polvareda mediática. Las opiniones de la consorte del Jefe del Estado chocan con una parte considerable de la sociedad española, que se ha rasgado las vestiduras ante lo que sólo es la expresión de la forma de pensar y de las convicciones más íntimas de una señora de setenta años de edad. Doña Sofía, cuyo papel constitucional se limita al ejercer como “señora de”, tiene todo el derecho del mundo a pensar como le dé la real gana. Que la expresión de estas convicciones guste o no, es cuestión de interpretaciones.
La reina no es un personaje cualquiera. Cierto. Pero tampoco está desprovista de ningún derecho que tenga, pongamos por caso, una señora de edad semejante. La Constitución otorga al rey un sinfín de prerrogativas, pero también le limita algunos de los derechos que tenemos el resto de los ciudadanos. Pero, con la lógica legal en la mano, no es extensible al resto de la Familia Real (retemos a cualquier leguleyo a que demuestre lo contrario), que puede hacer de su capa un sayo, sin más cortapisas que el sentido común o una cierta prudencia mediática, exigible por imperativo familiar y no por imperativo legal alguno.
¿Qué dice Doña Sofía sobe el matrimonio homosexual, el derecho al aborto, la eutanasia o las clases de religión que no digan, por ceñirnos a nombres sonoros, el cardenal Rouco Varela y la Conferencia Episcopal, Esperanza Aguirre o muchísimos de los dirigentes del Partido Popular? A diario, un sector de los medios de comunicación, encabezado por Jiménez Losantos, dicen y redicen lo mismo que Doña Sofía le cuenta a Urbano, ¡¡¡y con muchísima acritud!!!...
Mañana, 2 de noviembre, Doña Sofía cumple setenta años, una edad más que suficiente para hacer un mínimo –o un máximo— balance de su vida. Quizá ese libro de Pilar Urbano, hagiográfico como los otros dos que acaban de aparecer con motivo de este aniversario, pueda interpretarse como la recapitulación que hace Doña Sofía, al doblar ya la penúltima curva de su camino vital.
Eso sí, el revuelo organizado es tan conservador, sino más, que las opiniones de la reina, tan discutibles éstas como las contrarias. Y es tan conservador porque, en el fondo, sobre Doña Sofía recae el concepto (desgraciadamente no desaparecido) de que la consorte de Su Majestad, con la pata quebrada y en palacio. Y esto resulta un caso de libro sobre la igualdad entre hombres y mujeres. No sé a qué espera Bibiana Aído, la ministra del ramo, para tomar cartas en el asunto.