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Aquello volando con mando

Aquello volando con mando

jueves 15 de enero de 2009, 18:03h

A pesar de medio siglo de mando unipersonal, Cuba es y seguirá siendo Cuba

Raúl Castro acaba de botar la pelota del estadio al decir: "Un hombre no puede cambiar los destinos de un país y mucho menos a Estados Unidos". A confesión de parte, relevo de pruebas. Castro II lleva más de medio siglo compartiendo sin protagonizar. Como Joaquín Balaguer, algo parece haber aprendido.

En primer término, el nuevo Presidente reconoce que a -pesar de medio siglo de mando unipersonal- Cuba es y seguirá siendo Cuba. De paso desinfla pretensiones vitalicias de quien por estas tierras se crea indispensable en la vida.

Pero al decir "mucho menos a Estados Unidos", reconoce muy a la cubana que ese país disfruta de bienestar y preeminencia global por su institucionalidad.

Y es que una de las principales causas de atraso del llamado tercer mundo es el frecuente dominio personalista de gorilas con charretera que se proclaman la voz del pueblo. Invariablemente describen lo suyo como "revolución" -remoquete que siempre termina en un vulgar "quítate tú para ponerme yo".

Dictadura y bancarrota Allí las hegemonías políticas se basan en la desesperación y candidez de pobladas que siguen fervientemente a estos personajes -cual niños al flautista de Hamelín- hasta caer por despeñaderos de dictadura, bancarrota e inflación.

Perón copió el método a Mussolini a la mitad del siglo XX, tapado tras el carisma de su Evita; Torrijos esgrimió viejas frustraciones nacionalistas para justificar el dominio personalista. El abogado Fidel Castro se uniformó a perpetuidad para confirmar sin dudas que la "cosa" se impone con violencia y sin leyes.

Castro II ve surgir en Latinoamérica una oleada de remedos -como aquellos Noriega y otros- cuya principal credencial es capacidad histriónica para imitar a los grandes palabreros del subdesarrollo. Sabrá que a todos se les acaba la gasolina, unos antes y otros después, según los recursos materiales que tengan a su servicio.

Apoyados en ilusiones, subsistiendo dentro de la verborrea y los espejismos, se rodean de la escoria de cada país: oportunistas que no sirven sino para aplaudir las banalidades y desatinos del "máximo líder".

Sus adulantes gavillas se ahogan en arrogante incompetencia, volviendo estiércol cuanto tocan. Encarnan el antiguo refrán venezolano: "Si quieres ver 'aquello' volando, dale mando".

Pero dejan un legado: erradican dos grandes mitos donde quiera que se les padezca. Allí más nunca se podrá hablar de heroico idealismo en las izquierdas, ni de presunta eficacia en las charreteras.

aherreravaillant@yahoo.com

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