Las encuestas realizadas este martes a pie de urna por los medios israelíes dieron una ligera ventaja al partido gubernamental, Kadima, de la actual ministra de Exteriores,
Tzipi Livni, aunque tan sólo con un margen de dos escaños frente al Likud de
Benjamín Netanyahu.
Según el diario israelí 'Yedioth Aharanot', Livni habría logrado 28 escaños, mientras que el Likud sólo tendría 26. Por otro lado, el partido de ultra derecha Yisrael Beiteinu (YB, Nuestro Hogar es Israel) habría conseguido 16 y los laboristas, liderados por el ministro de Defensa,
Ehud Barak, 15.
Por su parte, la encuesta realizada por el Canal 10, así como la del Canal 1, otorgan al Kadima 30 escaños y 28 al Likud. Según el sondeo de las televisiones, el YB tendría un apoyo menor, con entre 14 y 15 escaños.
El nuevo gobierno que se forme tras los comicios anticipados convocados a raíz de la dimisión de
Olmert por un escándalo de corrupción tendrá el reto de reforzar al presidente palestino,
Mahmud Abbas, único interlocutor actualmente válido para Israel con vistas a la firma de un acuerdo de paz definitivo.
Sin embargo, la derecha israelí ha hecho de su negativa a aceptar ciertas reivindicaciones históricas de los palestinos una bandera electoral y ningún dirigente palestino, ni siquiera Abbas, aceptará un Estado palestino sin Jerusalén Este, sin el retorno de los refugiados o con unas competencias exteriores y de seguridad reducidas.
El que a priori era el principal candidato a la jefatura del Gobierno Benjamín Netanyahu, líder del Likud, se ha pasado los últimos días de la campaña intentando frenar la fuga de votos de su partido al YB del ahora ministro Avigdor Lieberman con significadas visitas a los Altos del Golán o al Monte de los Olivos, región cercana a Jerusalén en la que la mayoría de los habitantes son árabes con ciudadanía israelí.
El discurso es claro: las concesiones a los palestinos y la retirada de la Franja de Gaza sólo ha provocado un fortalecimiento de los grupos islamistas radicales que aspiran a la destrucción de Israel como Estado judío.
Paz y seguridad
Netanyahu promete "paz y seguridad", una política que ya pudo poner en práctica cuando ocupó el puesto de primer ministro, entre 1996 y 1999. Entonces tuvo que lidiar con el líder histórico de los palestinos, Yasir Arafat, a quien entregó la casi totalidad de la ciudad cisjordana de Hebrón, rompiendo así la promesa del Likud de no entregar ningún emplazamiento bíblico.
Pero, el inicio de la construcción en 1997 del asentamiento de Har Homa, a las afueras de Jerusalén, en territorio conquistado por Israel durante la guerra de 1967, desencadenó una crisis en el proceso de negociación que concluyó con la salida del Gobierno de Netanyahu y la entrada de otro de los candidatos de las elecciones de mañana, Ehud Barak.
Precisamente el hundimiento del histórico Partido Laborista ahora liderado por Barak ha dado protagonismo a Avigdor Lieberman, de YB, un candidato que ha sabido aglutinar a los judíos de origen ruso y de Europa Oriental y a los más escépticos con el proceso de paz. Su propuesta para la paz con los palestinos, explicitada en varias ocasiones, consiste en la entrega de zonas de Israel de mayoría árabe al futuro estado palestino a cambio de los terrenos que ya ocupan las colonias judías de Cisjordania, donde él mismo vive.
Si se cumple la tradición, el presidente israelí, en este caso Simón Peres, encargará la formación de gobierno al líder del partido con más escaños en la Knesset. Sin embargo, la forja de una coalición de gobierno será difícil. Si gana el Likud deberá lograr el apoyo de YB, del Kadima o del Partido Laborista. Lieberman y el laborista Barak parecen los más dispuestos a apoyar a Netanyahu, pero exigirán contrapartidas.
La alternativa a Netanyahu sería la líder del Kadima, Tzipi Livni, quien sin embargo ya dejó patente hace semanas, tras el anuncio de dimisión de Olmert, su incapacidad para articular una mayoría de gobierno estable.
Un país en recesión
En Israel viven 7 millones de personas --5,3 millones con derecho a voto-- de origen muy diverso. La mayoría son judíos de origen europeo, africano, asiático o de la propia región de Oriente Próximo, pero los drusos y los árabes constituyen un 20 por ciento de los ciudadanos con pasaporte israelí.
En consecuencia, la mayoría se consideran de religión judía, pero los árabes son cristianos o musulmanes, importantes minorías que también esperan contar con una parte de los 120 escaños de la Knesset.
Además, Israel no se libra del impacto de la crisis económica global. El ministro de Hacienda israelí, Roni Bar-On, reconoce que Israel podría estar ya en recesión --el PIB israelí creció una media del 5 por ciento anual entre 2003 y 2007-- y las previsiones apuntan a un incremento del paro hasta el 7,6 por ciento.